Sábado, 28 de noviembre de 2015 | Hoy
TEATRO
Sho y un par de ameegas va de Alejandra Pizarnik a Moria Casán en tan solo un aleteo de pestaña postiza.
Por Lucas F. Gutiérrez
Su nombre tomado de un viral de YouTube encaja perfectamente con el concepto: travestismo escénico. “Por el momento no somos travas, pero escénicamente tenemos mucho de su lenguaje”, explica Charlee Espinosa. “No hacemos ‘la parodia de’. Acá ponemos la carne y atravesamos historias que tienen que ver con nosotras”, complementa Busacca, “para mí el escenario es ejercer mi derecho de hacer”. Ni actor, ni actriz, reivindican su derecho a ser unas mostras. Hacedoras de poesía, música, perfo y sketchs, demuestran haber mamado Urdapilleta, Pizarnik y cultura noventosa.
Deconstruir para crear(se). “No soy actor ni actriz, soy un travesti escénico”, dice Espinosa, y un segundo de silencio hace ruido en el “un”: “Sí, en realidad lo pensé, ¿digo ‘un’ o ‘una’? Yo en este momento me represento más con mi masculinidad. El ‘un’ tiene que ver con otra construcción de esa masculinidad, también queremos deconstruirnos desde ahí”, explica mientras a veces se dicen ellas y a veces nosotros. Busacca estudió con Agustín Alezzo y Charlee hizo el profesorado en su Jujuy natal; ahora buscan desarticular ciertas formas de ese teatro, esos sacramentalismos con la obra o con quién tiene que decir las cosas, si el varón o la mujer. Basta de la careta teatral. “La etiqueta engloba un deber ser y uno no es nunca, uno va siendo y muta, el deseo muta, si no fluye tu deseo, estás muerto”, Busacca dixit.
El acontecer queer en las tablas puede explorar la no-etiqueta, pero atrás de esas puestas grotescas y camp hay una rigurosidad y disciplina teatral: “nadie va a andar haciendo un quilombo injustificadamente, no vamos a llamar la atención y montarnos sin tener nada que decir. Somos políticas, nos sale, es lo que nos incomoda, es la pulsión que nos urge, tenemos que hablar de esto porque nos afecta”, dice Charlee que es quien da un orden a la creación. Sus temáticas van de lo emotivo al grito antipatriarcal en un aleteo de pestaña postiza.
Danta es la pata musical del trío. Con aire joven este virgo del escenario se entrega al trance de compartir la experiencia con sus compañerxs. “Yo cero actriz, pero con las chicas se contagia un devenir y libertad en la que cada una puede ser como es”, dice mientras adelanta lo que viene: una banda.
La triada mística Charlee-José-Danta logró fusionarse en el Sho, dejando “el y un par de ameegas” a lxs integrantes multidisciplinarixs que orbitan en torno a ellas. En el grupo lo energético las amalgama. “Alguien que se para en un escenario tiene que ser medio chamán, estás chupando y entregando energía todo el tiempo”, dirá Espinosa, encargado de darle un orden a lo que sucede. Todo el tiempo hay un lazo con el público, un respeto y diálogo que agradece su presencia y trata de brindarles algo. “Que el espectador se lleve algo de lo que digo, así sea incómodo o feliz.” Hay un cuidado y un respeto por ese que sale, se perfuma, se pone y las ve.
Aquelarre teatral gualichero, Sho… puede hacer converger a Cris Morena con Pizarnik. Del panteón de sus muertxs traen la carne de Copi y Perlongher; de repente Evita y Amy Winehouse poseen los cuerpos de Charlee y Busacca para que durante sus tertulias se llenen de pluma y manifiesto. Y sus cuerpos sagrados se saben humanas que luego del aplauso llegan a casa y se encuentran con una bacha tapada que las pondrá de rodillas o con unos tacos que vienen encintando hace cinco meses, y todo esto les recuerda que su ser humanas desarma el cliché y que desde ahí también se construye. Porque “Como dice Moria: esto no es Hollywood, es una pizzería.”
Sho y un par de ameegas: sábado a las 22, Ciudad Cultural Konex, Sarmiento 3131.
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