Viernes, 17 de junio de 2016 | Hoy
¡OHDIOS!
El poder se las ingenia para sacar provecho de la sangre: las muertes de la comunidad son puestas en función del discurso contra el Islam, mientras, las políticas racistas y xenófobas se lavan detrás de una fachada de preocupación por los derechos lgbti.
Por Nicolás Cuello
Poco tiempo después de que los medios masivos de comunicación se hicieran eco de la tragedia ocurrida en Pulse, activistas queers y trans latin*s se pronunciaron en contra de cómo estaban siendo utilizadas las muertes de su comunidad para la construcción de un discurso público islamofóbico. Sirviéndose de su descendencia afgana, distintos portales web y periódicos de tirada masiva instalaban la interpretación del hecho perpetrado por Omar Siddiqui Mateen como un atentado terrorista, un crimen organizado por un fundamentalista religioso radical, desvinculando la responsabilidad del estado norteamericano en la promoción sistemática de una cultura violenta hacia la vida de las personas lgbt, migrantes e identidades racializadas.
El término pinkwashing es una herramienta utilizada principalmente por activistas de medio oriente, israelitas y palestin*s, para denunciar el uso propagandístico de políticas públicas, discursos mediáticos, térmicas afectivas y producciones visuales que trabajan afirmando positivamente la vida de las personas lgbt, garantizando su identidad, su seguridad, y sus consumos, lavando las culpas o enmascarando el despliegue de políticas capitalista de carácter imperial que trabajan en la expansión del dominio cultural, la islamofobia y el racismo. Festivales de cine, publicaciones científicas, paneles en congresos internacionales, participaciones en eventos de arte contemporáneo: son muchos los perfiles de las máscaras desde las cuales se promueven discursos de celebración y promoción de las políticas israelitas hacia la población lgbt construyendo una imagen internacional de este país como la meca de los derechos humanos y el trato digno hacia nuestras comunidades, para amortiguar y silenciar el impacto genocida de una historia política de invasión y exterminio al pueblo palestino.
No en nuestro nombre. Ese es el reclamo que se escucha cuando se identifica el uso del duelo colectivo por las víctimas de Pulse, como una operación política, que en lugar de utilizar la celebración, se sirve del lamento de nuestras vidas para instalar patrones de intolerancia islamofóbica y reforzar la criminalización a toda expresión cultural que amenace la matriz occidental, blanca, cis y heterosexual moderna. Jasbir Puar entiende a este fenómeno como homonacionalismo, es decir, las políticas que se sirven de la agenda lgbt para justificar la promoción del racismo y la xenofobia, especialmente en contra del islam, solidificando el prejuicio de que cualquier persona migrante o descendiente de estas culturas es representante del odio homofóbico, jerarquizando cuáles son los cuerpos a ser protegidos por el Estado, y cuáles deben ser exterminados. Estas tramas de poder, comenta la autora, trabajan para la justificación de políticas anti-migratorias, como las sostenidas por Donald Trump en su campaña, que invisibilizan la responsabilidad crucial que tiene la política conservadora norteamericana en el sostenimiento histórico y la multiplicación sistemática de la violencia que nos quita la vida. Tal como lo dicen nuestros compañer*s en Orlando: La culpa de estos disparos, la tiene el sistema.
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