Viernes, 28 de noviembre de 2008 | Hoy
TEATRO
Por Adolfo Agopián
Cuando llegamos al espacio del IUNA está sonando una música kitsch, algunas chicas nos reciben con un vasito de vino y, amables y graciosas, nos invitan a un recorrido sexy y colorido. Unas pocas tienen fuertes piernas y otra tampoco oculta su barba candado. De pronto nos separan en dos grupos y hay que seguirlas. Ingresaremos en la casa donde mujeres de toda clase nos entregarán sus servicios. Meretrices entregadas a la palabra. Tenemos citas con estas alternadoras de textos. Una suerte de polifónico recital de prostitutas apasionadas cada una en un lugar determinado del enorme galpón que las contiene. Con un decir elegante nos llevaremos en voluptuosas imágenes la poesía de Marosa Di Giorgio y de Alejandro Urdapilleta.
Analía Couceyro que ya en anteriores trabajos se ha caracterizado por su exquisita expresión, declama con precisión y naturaliza en su voz el lirismo o las construcciones discursivas de los textos. Docente de estas chicas junto a Ramiro Lehkuniec, las ha formado en esa difícil tarea de llevarse al cuerpo la literatura y entregarla madura y deliciosa. ¡Porque hay que encontrar la forma de decir los textos de Marosa! Cada oración parece acertar en el tono y cuando también escuchamos las frases de Urdapilleta celebramos esta ceremonia sexual a la que hemos sido invitados. El gran actor escribió sus textos casi siempre pensando en la escena, pero ligado a una textualidad de la actuación donde suele resultar inimaginable otra voz y otro cuerpo que el suyo. Las chicas meretrices lograron compensar los desbordes y el delirio. Con su vestuario, en un espacio privado, con una puntual iluminación que las demarca, cada una recita o interpreta desde sus potencialidades como actriz y logra conmovernos, divertirnos o hacernos reflexionar porque sus relatos no tienen un tono uniforme, pero sí esa desbordada pasión que hizo de la poeta y el actor una simbiosis perfecta las veces que se produjo el encuentro. El espectáculo es una suerte de homenaje, sin un ápice de nostalgia, a aquellos tardíos años ‘80 donde, desde el escenario del Parakultural y del Rojas, Batato, Urda y Tortonese desbordaron poesía e histrionismo. Las actrices y los directores demuestran que se tienen que seguir trabajando textos bellos, líricos, complejos, sin temor a la declamación, gozando la experiencia de decir, porque así logran el recíproco placer del espectador.
Casa de citas. Ultima función + fiesta: este sábado a las 22 hs. Venezuela 2587
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