Vie 19.12.2008
soy

LUX VA > DE PASEO POR VANCOUVER

Sueño con ositxs

Cronista reservadx, nuestra Lux apenas explica su silencio de una semana trayendo un relato de viaje por la ciudad canadiense de la libertad diversa. Nada de cómo llegó hasta allí y mucho de lo que puede pasar si unx se deja llevar por el críptico código de los pañuelos. ¿De qué se trata? Lean y saquen sus propias conclusiones.

¿Ustedes son de lxs diversxs que sueñan con San Francisco como maqueta definitiva de felicidad urbana? Despierten porque su fantasía onírica lxs está confundiendo. Yo, Lux, ciudadanx del mundo queer, les aviso que la posta de la Libertad diversa está en las calles de Vancouver, caminando junto a mí con la vitalidad canadiense de la British Columbia, orgullosa de vivir sin jaula y a la vanguardia de las legislaciones glbt en Norteamérica, logrando las leyes de matrimonio más queer de la aldea global. Y la Libertad canadiense se mueve en estado gaseoso, incorpóreo, opuesta a la seudolibertad pétrea estadounidense, esa estatua convertida en souvenir neoyorquino, falso adorno de postal neoliberal asfixiante. Y por eso, más que el Greenwich Village de Nueva York, el verdadero es el Village Davie, ciudadela glttbi de Vancouver, donde ahora camino (¿o floto?) por las calles diurnas mientras alucino niñas no sólo de la mano sino a los mimos en las mesas de los cafés en las veredas, leathers con bultos made in Tom of Finland en las vidrieras de porno shops, y una drag queen que empuja a un puto en silla de ruedas y que me saluda (¡me reconoce, soy famosx y bienvenidx en la tierra de la libertad!). Y perfumando todo este yiro por la calle Davie está el omnipresente aroma del porro de Vancouver, el mejor del mundo, que si bien no es totalmente legal, al menos lo que está permitido, portar y fumar, es suficiente para cambiarle la piel a cualquier reptil que tenga ganas de arrastrarse fuera de su serpentario para menear su cola cascabel. Y esta tarde mi pulsión vouyerista me lleva a posarme en la vidriera del The Pumpjack, un pub orientado a leathers y osos que promociona, desde su sitioweb, el hanky code, un código basado en el uso de pañuelos que asoman en los bolsillos de atrás del pantalón; un código para etiquetar el placer sexual. Por ejemplo, si alguien usa un pañuelo rosa oscuro en el bolsillo izquierdo quiere decir que le gusta torturar pezones, si lo usa en el derecho, en cambio, le gusta que esa tortura se la hagan a él. Hay pañuelos que indican a expertos chupapijas y pajeros, a amantes de las lluvias doradas y el fist fucking. Llegué al Pumpjack y en la puerta un afiche anunciaba un concurso para ganar entradas para ver a Madonna (¿habrá un pañuelo que indique que uno quiere coger escuchando Like a Virgen?). Entro y empiezo a mirar los culos en busca de un pañuelo que me excite a la aventura sexual inédita: casi nada, la gente no parece encasillarse en estos códigos, sólo logro ver a alguien con un pañuelo fucsia, que indicaría que le gusta que le den chirlos en la cola: “spanking”, que le dicen los gringos, pero poco me interesa tan infantil castigo. Así que me someto a la incertidumbre del acercamiento ciego, adivinar quién puede ofrecerme el placer extraño en esta tarde libertaria. Y doy en el blanco en mi primer tanteo, apuntando a un rechoncho de nariz ardiendo por la cerveza que usa kilt: su pollera gris le queda pintada y su nariz le da un aire de clown que promete diversión. Además se llama Sterling, como uno de mis actores viriles favoritos de la clase B, Sterling Hayden. Y en menos de un minuto ya estamos en mi hotel, y la cosa se vuelve casi ficción: mi ventana mira a las montañas que enmarcan el centro de Vancouver, esas que se ven en algunas series de TV de ciencia ficción como Battlestar Galactica. Es que el sexo diverso en esta ciudad se parece bastante a un sueño del futuro.

The Pumpjack, 1167 Davie Street, Vancouver, British Columbia, Canadá. http://www.pumpjackpub.com/

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