Viernes, 8 de mayo de 2009 | Hoy
EPA
Si algo no se le puede reprochar a un país como Holanda —en cuyos parques las ancianas que les dan de comer a las palomas conviven con jóvenes que se inyectan heroína, y con personas que toman sol desnudas en verano— es pecar de puritanismo o pacatería. No en vano Amsterdam es considerada una de las ciudades más liberales de Europa, mérito que no se ha visto del todo empañado cuando la semana pasada se supo la noticia de que en Slotervaart, un distrito de la capital holandesa, las autoridades decidieron inaugurar un nuevo sistema de señalización para el amplio y concurrido parque Oeverlanden van de Nieuwe Meer, el cual a partir de ahora tiene carteles que distinguen el área de juegos para niños, la zona para pasear a los perros, las playas fluviales... y los lugares de ligue para homosexuales. Una disposición que en lugar de buscar facilitarle las cosas al turista gay desprevenido o al homosexual novato —el cual ya no tendrá que aguzar sus dotes de cazador o baqueano sino seguir la flecha, simplemente— pretende “recuperar el parque para toda la comunidad” y evitar así que los padres tengan que salir corriendo detrás de sus hijos cada vez que se les vaya un poco lejos la pelota. Y todo porque este espacio verde, que figura en cuanta guía gay hay referida a Holanda, es poco menos que la meca del cruising en los Países Bajos: cruising es la actividad que consiste en salir en busca de un encuentro sexual en algún lugar público —ya sea un descampado, una playa o el baño de una estación de tren—, y que en este caso implica, para decirlo en buen criollo, el placer furtivo de ir a los yuyos.
“En el mapa de señalización se explica que el parque también es un lugar de encuentros entre homosexuales”, precisó Caspar Itz, portavoz del distrito municipal, quien indicó también que dicha información se ofrece “de forma explicativa” a fin de contribuir al uso óptimo de las instalaciones por parte de todos los visitantes. Algo que, si bien blanquea una actividad que en otras ciudades podría dar pie a que la policía intervenga —y no precisamente con la intención de sumarse a la fiesta como si se tratara de un video de George Michael, aunque excepciones existen—, no deja de evidenciar un cierto sesgo segregacionista y discriminador toda vez que los carteles, en vez de referirse de manera más o menos elegante a los menesteres que allí tienen lugar, esgrimen la palabra “Gay” como quien dice Danger.
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