“Incluso cuando iba a la escuela y llevaba el pelo largo y rubio parecía lo que soy: un marimacho (tomboy), una butch, como quieran llamarlo. Pero eso sí, con peluca.” Rachel Maddow, la nueva estrella en el firmamento de los noticieros norteamericanos, rubrica la frase con una risa contundente, especie de consuelo para una madre que insistía en lavarle el pelo con manzanilla, pero que jamás consiguió lavar ese aspecto de lesbiana consciente y andrógina que ahora ocupa el horario principal en la pantalla de la MS NBC, una de las más importantes de los Estados Unidos, y uno de los primeros puestos en el ranking Hot 100 del portal Afterellen.com que desde 2007 organiza su particular lista de las mujeres más sexies del mundo. Doctora en Ciencia Política, especialista en política militar, Maddow dio el salto al prime time al mismo tiempo que Barack Obama se consagraba como candidato demócrata a la presidencia, circa abril del año pasado. Hasta ese momento, Rachel era una comentarista más, aunque especialista en poner en apuros a los más recalcitrantes conservadores, desde el ex candidato McCain hacia abajo. Y cuando se le preguntaba por qué creía que su carrera en radio —todavía conserva su programa en AirAmerica— era más importante que en la tele, contestaba: “No es porque sea lesbiana, el problema es que soy butch y estoy muy pero muy lejos de parecerme a una barbie. Ya ni siquiera soy rubia”. Es que su aspecto siempre le había ocasionado uno que otro problema, a pesar de tener el extraño record de haber sido la primera estudiante abiertamente gay de la Universidad de Stanford (California) en obtener la renombrada beca Rhodes. “Cuando estaba en la CNN —decía ella apenas abandonada esa señal, en 2006—, mi problema era que me tomen en serio: yo hablaba de Bosnia, de Ruanda, de Siria y los directivos del canal me preguntaban qué tenía que ver eso con el matrimonio gay, como si fuera de lo único de lo que podía hablar por mi aspecto.” O las cosas cambiaron un poco, o la perseverancia de Maddow lo hizo posible, lo cierto es que ella está bien instalada en el horario central, que de tanto en tanto se da el lujo de dejar de lado la política internacional para mezclar cócteles sin por eso frivolizar ni un poquito las noticias más duras.