Viernes, 19 de junio de 2009 | Hoy
X 4
Reyes que mueren por amor, reyes que son traicionados por sus favoritos, reyes que fingen amar a unas reinas con quienes en su vida han pernoctado, de ellos están repletas las alcobas de las cortes de la historia. Si las paredes de los reinos hablaran...
Por Facundo Nazareno Saxe
Hijo de Eduardo I y Leonor de Castilla, se casó con Isabel de Francia, con la que tuvo cuatro hijos. Pero el rey prefería el abrazo de Gaveston, su favorito. Abrazo largo que despertó el recelo de los nobles ingleses. Qué se puede esperar de un rey que hace a un lado a la reina para colmar de favores a su amado. Los nobles, celosos del poder de Gaveston, tramaron contra el rey. Gaveston fue desterrado a Irlanda y luego asesinado. Eduardo no lo soportó. Su llama se apagó poco a poco. Fue vencido y humillado por sus oponentes. Pero tal daño no resultó suficiente para la nobleza vengativa. Encarcelado en el castillo de Berkeley, Eduardo fue asesinado. La leyenda dice que los monarcas no podían tener huellas de violencia en su cuerpo. Por lo que el triste mito dice que Eduardo murió empalado con una espada al rojo vivo. Así no habría signos externos de su asesinato. Su cuerpo murió, pero su alma y su corazón habían muerto con Gaveston.
“El rey loco de Baviera” fue un apasionado de las artes. Después de escuchar la música de Wagner, desarrolló una pasión incontrolable por el músico que lo marcó de por vida. Joven y hermoso, a los dieciocho años se convirtió en rey de Baviera. Presionado por su soltería, se comprometió con la princesa Sofía en un casamiento que nunca se concretó. Además de su amor no correspondido por Wagner, su otra gran pasión fue el prusiano Richard Hornig, favorito y amante del rey por veinte años. Ante la muerte de Wagner, Luis se fue aislando en sus castillos románticos y la soledad. Lo que puso a todos los ministros en estado de alerta: lo obligaron a abdicar y lo recluyeron en el castillo de Berg. A los tres días de reclusión, él y su médico personal Gudden murieron ahogados en el lago Starnberg. ¿Suicidio? Nunca se supo. Sólo se supo que la nobleza bávara no estaba preparada para un rey como Luis II.
Tercer hijo de Enrique II y Catalina de Medicis. Rey de Polonia y rey de Francia a la muerte de su hermano. Su guardia personal era un grupo de jóvenes hermosos que fueron conocidos en la corte como los “mignons” del rey, que eran eso y mucho más (compañeros en las fiestas y orgías que el rey francés organizaba). El primero de sus favoritos, Joyeuse, lo traicionó, pero dio la vida por Enrique en la batalla de Coutras. Epernon, el segundo, lo acompañó hasta su muerte. Citando a Julio César y Alejandro Magno, Enrique legitimó su forma de vida y su corte. El rey terminó sus días solo y atrapado en disputas religiosas que fueron socavando su autoridad: odiaba a los católicos y a los protestantes. Fue asesinado por partidarios católicos de la Santa Liga (siempre la Iglesia, ¿no?). A nadie importó su desgracia: sus favoritos ya habían muerto hacía tiempo.
“Federico el Grande”, hijo del rey Federico Guillermo I, un padre cruel y severo. En el ejército, el joven Federico conoció a Hans von Katte, un varonil y apuesto teniente rubio, amante de la música y las artes. El amor no tardó en surgir. Federico no quiso casarse cuando llegó el momento y se opuso a las decisiones de su padre, pensando en huir a Inglaterra. Su plan fue descubierto y los cómplices (Hans y otro amigo teniente) fueron encarcelados. El padre, que conocía de los amores de su hijo, se encargó de mandar a decapitar al hermoso teniente. El príncipe fue testigo desesperado de la muerte de su amado. Federico cedió y contrajo matrimonio. Pero a su lado siempre tuvo a un soldado, bello y hermoso, Fredersdorf, que estuvo con él hasta el final.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.