Viernes, 7 de agosto de 2009 | Hoy
SALIO
La Virgen Cabeza, flamante novela de Gabriela Cabezón Cámara, bajo el ojo lector y delirante de Naty Menstrual.
Por N.M.
No soy católica, ni creyente, o al menos en eso quiero creer. Dos veces en mi vida, cuando fui sometida a situaciones de violencia extrema y llegué a pensar que la vida se me terminaba en ese mismo instante, eché por tierra todas mis teorías y recé como me había enseñado mi madre cuando chica, ángel de la guarda, dulce compañía, nunca me abandones ni de noche ni de día. Quizás eso es La Virgen Cabeza. Quizás no. O sí. La Virgen Cabeza es la nueva novela de Gabriela Cabezón Cámara editada por la editorial Eterna Cadencia. Ficción que se acuerda de los que casi nunca se acuerdan, los que sobran, los que joden. Y también del grano en el culo que sangrando nos recuerda su presencia. De chicos pasados de paco, de villeros relegados pero tomados como inútiles útiles para el trabajo sucio, jovencísima mano de obra usada por la misma policía que los condena, mano de obra barata de delincuencia. Un pilón de letras, de trata de blancas, de chicas adolescentes prendidas fuego por intentar escapar de una vida de mierda, de una villa que convive codo a codo con una zona norte de paredones y countries, creando una convivencia perversa. De la posibilidad de amor y de solidaridad a pesar de la dura condena, de un amor travesti con una mujer, gestando una hija que crece en un vientre fruto de un amor, que no se explica más que en el acercamiento profundo de dos cuerpos y dos almas que no necesitan explicaciones.
A medida que te tragás hoja tras hoja te sentís pibito de cerebro quemado y mocos colgando vendiendo jazmines a punto de ser pisado y reventado sobre ese asfalto caliente que cada día arde más salvajemente. Una esperanza o un grito de profunda queja. La Virgen Cabeza no por todo eso pierde el sentido del humor, poncho de los pobres: “Estoy harta de estar pisando soretes, no hay zapato que aguante, se rompen todos hasta los mejores, mirá los de Sarkany que me regaló Susana, dos veces me los puse y a la tercera un sorete verde me los mordió, en serio te digo, no sé qué les hizo, pero parece que los hubiera agarrado un tigre, además los nenes que se meten todo en la boca, nacen chupando mierda”.
Recorrer leyendo y abriendo caminos insospechados de absurdo humor, caliente ardor, profundo dolor, tristeza... amor... eso es esta novela o por lo menos una pequeña parte de ella. Tan sólo una pequeña parte, como aquel pequeño versito que me enseñó mi madre, aquel que rezaba cada vez antes de irme a dormir, intentando borrar de mi niña cabeza mis monstruos y mis miedos que siempre me acechan... Angel de la guarda dulce compañía no me dejes sola ni de noche ni de día... no me dejes...
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