Viernes, 18 de septiembre de 2009 | Hoy
COMING OUT
Por Germán Krüger
El envío de un correo electrónico puede desatar múltiples resultados. Todo por querer empezar el psicólogo y hacerle entender a los padres que, dinero mediante, no empiecen con los porqué.
Ya se enterarán.
Sin embargo, comienza un interrogatorio en donde la pregunta inquisidora se presiente: ¿te gustan los hombres? No lo sé. Ese Dios Todopoderoso que nadalopermite se cae de su cruz, la institución familiar se desmorona y dónde estarán los nietos. Bueno, nunca se sabe. Todo lo aprehendido por herencia deja de tener sentido y los progenitores se cuestionan una serie de enseñanzas que actuaron como conductores de un camino rector. Acá, ese camino se desvió un poquito.
Que no sé, que puede ser, bueno sí, pero dejen que primero lo hable con un profesional. Demasiadas inquietudes personales como para tener que contestar tantas cosas a las últimas personas con las que se quiere hablar. Si en el fondo tenían la leve sospecha, o más bien la recontra certeza, para qué enjuiciar de semejante manera.
Llantos que avergüenzan, enojos y horas de charla hacen que un fin de semana largo parezca eterno. Y justo es Semana Santa, como para que la resurrección de la carne regrese a su estado anterior.
Sin embargo, algo que parece ser el fin del mundo termina por acercar a las partes, que más allá de no entender de diferencias generacionales o de una moralina pseudo cristiana occidental, la palabra aceptar cobra un nuevo significado porque la felicidad está por encima de todo.
Después, la terapia. Que primero estuve con ella y no la pasé mal, pero cuando estuve con él me gustó más. Que cuando estaba en la primaria me tocaba con mi compañerito y también con mi vecinito, pero todo parecía tan inocente. Retroceder para avanzar. ¿Elijo, soy, me gusta, es mera confusión? ¡Ayúdeme doctor!
Lo que sigue es, metafóricamente, contárselo al mundo. Ese mundo son los amigos y las amigas que tampoco se sorprenderán. Qué bueno, con quién estás ahora, y cómo es, cómo hacen, si tienen dos, quién hace de quién. Molesto y divertido a la vez, es como si tuvieran que tener un catálogo para descifrar algo tan sencillo como lo que ellos mismos hacen.
Más atrás están esas personas con las que está todo bien y, si pinta, el tema se cuela en alguna conversación; así, como al pasar. De repente, el análisis interno, llevado a cabo en las cuatro paredes del consultorio, se despliega en y para el exterior con resultados satisfactorios. Si te gusta, bien; y si no, mirá para otro lado.
Resumiendo, los casilleros del tablero gigante se van completando para algún día llegar hasta el final. La gente ya no parece tan hostil y se liberan fantasmas que asustaban hasta debajo de las sábanas.
Al don, al don, al don pirulero. Cada cual, cada cual, cada cual construye su juego. Y el que no, más que una prenda tendrá. Con el correr del tiempo, algo que alguna vez resultó imposible, ahora resulta bastante fácil y un simple correo electrónico desata un huracán de seguridades para emprender ese caminito desviado. Mamá, papá, los amigos y el terapeuta tendrán que seguir cumpliendo con sus roles.
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