Viernes, 18 de septiembre de 2009 | Hoy
PD
cartas a [email protected]
Soy heterosexual, lo aclaro no porque me sienta orgullosa sino porque me parece necesario y justo al entrar al correo de Soy, revista que me gusta mucho leer cada viernes. Así como tantos sufren teniendo que salir del closet frente a nosotros, para mí es necesario hacerlo al revés en el medio de un suplemento para gente no hétero. Bueno, les escribo porque necesito ayuda y creo que ustedes me podrán dar al menos una idea más inteligente que las que a mí o a las pocas amigas que les confié esto se nos ocurren. Creo que mi novio es gay. Lo creo no por su aspecto, no por sus modales, no por algo que haya dicho, no porque note algo extraño con otros hombres. Lo creo porque en nuestras relaciones sexuales lo único o, al menos, lo que se nota que le gusta de verdad, es ser penetrado. Por mí, por un juguete, por sus propias manos. Tal vez lo segundo que le guste sea penetrarme analmente. Ya he leído a sexólogos que dicen que estas prácticas no tienen por qué ser entendidas como homosexuales. Pero a veces me parece que el coito por vía tradicional es una concesión que me hace casi contra su deseo. Y a veces pienso que mucho más eficaz que yo podría ser otro hombre en cumplir sus gustos. Se lo he dicho un poco en serio y un poco en broma, pero no toma mi comentario como invitación ni como insulto: sencillamente no lo toma en cuenta.
Les agradezco una respuesta y desde ya acepto un poco las bromas, pero no se pasen.
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