Viernes, 13 de noviembre de 2009 | Hoy
Desde que se abrió el debate parlamentario sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo, la derecha repite al unísono que: 1) la homosexualidad es una enfermedad; 2) el matrimonio heterosexual es la única unión “natural”.
Por Pablo Ben
A este fin una diputada del PRO presentó una serie de estudios que pretenden dar argumentos “científicos”, cuando en realidad repiten una sarta de prejuicios archiconocidos. Un licenciado en “psicología social” argumentó que la homosexualidad es una patología. Claro que se le hacía cuesta arriba porque tenía que explicar por qué la psiquiatría no acuerda con él. Desde 1973, la Asociación de Psiquiatría Americana quitó a la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales y la Organización Mundial de la Salud hizo lo mismo en 1990. No existen organizaciones de psiquiatras significativas que consideren a la homosexualidad como patológica. ¿Cómo hace entonces el psicólogo social para explicar que sí lo es? Pues bien, argumenta que la despatologización fue pura política.
Aparentemente los gays y las lesbianas hace ya cuatro décadas que tenemos el poder de impedir que todos/as los/as psiquiatras del mundo decidan libremente. Dado que tenemos tanto poder, la psiquiatría ha terminado despatologizándonos.
O sea, si la psiquiatría no nos considera perversos es porque somos tan diabólicamente degenerados que hasta podemos manipular a miles de profesionales a escala mundial.
Otro de los argumentos es que no podemos casarnos por nuestra promiscuidad. Esta joyita salió del texto de una “Doctora en Ciencias Jurídicas”. Ella cita un estudio de 1978 según el cual es común entre los gays tener relaciones sexuales hasta con más de 500 personas. Yo me pregunto, “doctora”, ¿a usted qué le importa con cuánta gente me acuesto yo? Le explico que usted se confundió. Yo personalmente le podría decir que conmigo se quedó corta con el número. Pero, ¿acaso estamos hablando de derechos o de juzgar la moral de los demás? ¿Desde cuándo el derecho a casarse está sujeto a cuán promiscua ha sido una persona? Usted, que es “doctora” en leyes, ¿de dónde sacó que los derechos de un grupo de personas dependen de los juicios morales que usted tenga sobre la sexualidad de alguien? Porque si promiscuidad debiera ser impedimento para el casamiento, le aseguro que los varones heterosexuales la tendrían bastante difícil para casarse. Acuérdese de que en la Ciudad de Buenos Aires hay millares de prostitutas cuyos clientes son varones heterosexuales. Entre gays y lesbianas, el fenómeno de la prostitución existe, pero es bastante raro y menor. Y no es que quiera demonizar la prostitución, todo lo contrario. Yo entiendo a las mujeres prostitutas y a las travestis que terminan vendiendo su cuerpo porque no tienen otra opción. No es que juzgue su sexualidad por promiscua, como hace usted, pero me gustaría que tuvieran la oportunidad de tener otros trabajos. Sin embargo, lo que no entiendo son los cientos de miles de varones heterosexuales que recurren a prostitutas y travestis sin tener las mismas presiones. Ellos no recurren a prostitutas porque sea su única alternativa laboral sino que lo hacen porque no les interesa que esas personas se prostituyan contra su voluntad por presión económica. Pero claro, luego pueden hacerse los boludos y pasar por señores respetables, incluso los que tienen sexo con menores. Y a usted todo eso le importa muy poco porque sólo le interesa condenar la promiscuidad de los gays. Siguiendo su criterio, creo que debería prohibir el matrimonio para todos estos varones pero, claro, esto no lo encontró en el mamotreto de 1978 que desempolvó para justificar sus prejuicios.
Una “abogada” argumenta en su texto que las lesbianas no pueden criar varones porque “tienen una actitud extremadamente negativa hacia los hombres”. Tamaña estupidez salió, supuestamente, de un libro de estudios compilado por Jess Wells llamado LesbiansRaisingSons (Lesbianas criando hijos) que la abogada “leyó”. Lo de “leer” lo pongo entre comillas porque se trata de un libro que plantea la maternidad lésbica de manera positiva. Es clarísimo que algunos de los artículos fueron escritos por lesbianas feministas. Lo que ocurrió es que a la “abogada” desde sus prejuicios no le gustó lo que leyó e interpretó ella misma que los varones hijos de lesbianas terminaban con problemas de identidad. Eso sí: nunca se le ocurrió aclarar que era su personalísima interpretación y no lo que decía la autora del libro que citaba. ¿Para qué andar con tantas vueltas aclarando todo en esta vida? Mejor citarlo distorsionado y listo, total, con que el libro apareciera en inglés ya le daba autoridad para decir las barbaridades que se le ocurrieran. Es más: para que no quedaran dudas de que la “abogada” no leyó el libro, ella misma se encargó de citarlo mal. Puso como autora del libro a Sara Asch, que en realidad es la autora del primer artículo que aparece en el libro compilado por Jess Wells. La abogada asegura que las lesbianas tienen una ac-titud negativa hacia los varones, pero creo que lo único que queda claro es que ella tiene una actitud negativa hacia las lesbianas.
Esta es la “calidad” profesional de la gente que argumenta contra el matrimonio gay/lésbico, unas joyitas. ¿Se las mandó el enemigo? Quizás es evidente que lo que menos les interesa es discutir y pensar. En la Argentina hay una gran cantidad de profesionales serios/as especializadas/os en estudiar sexualidad y género con relación a la cuestión gay/lésbica, muchos de ellos estaban ahí, respondiendo y teniendo que escuchar afirmaciones propias de la época de las cavernas, cuando las decisiones no se tomaban luego de una discusión racional.
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