Viernes, 19 de abril de 2013 | Hoy
Por Marlene Wayar
Soy convoca a escribir esta columna y Dolo me envía info; yo googleo más y caigo en perfecta cuenta de qué están diciendo cuando dicen “funciona para propagar la idea de paridad”, estos nerds mundiales quieren ser lo más de lo más y no logran conmover a las prácticas maricas-sudakas. “Ya casi no queda nada por hacer en el terreno de la paridad, por eso es que cada vez lanzan ideas más raras.” Higienismo que pregna todo lenguaje, todo concepto y toda práctica. La lucidez llega desde la derecha o sus funcionales pacatos. “Puede ser psicológicamente y socialmente dañino, especialmente para los niños”, y entonces sí gritonea esa derecha: “Activistas feministas que quieren destruir nuestra lengua”. Ahí llegamos al meollo del asunto, cuestiones formales de una tan exacerbada corrección política que temen destruir, tan conservacionistas ellxs. Ojalá fuese ciertamente consciente el imperativo destructor, pero no es tiempo, al parecer, al tratar de incorporar un pronombre neutro Suecia, se quiere consagrar primer mundo sin decidirse a ser futuro mundo.
Que lingüistas y semiólogos intenten injertar nuevas invenciones y convenciones en el lenguaje de una sociedad pocos resultados ha tenido en la historia, si han tenido ellxs que dar su brazo a torcer con invenciones que circulan por las calles y son resistidas desde las academias. Análisis sociológico interesante por ser lxs suecxs recorte mundial tan pequeño, pero que nos llevaría a hacer simple futurología. Sí podemos centrarnos en lo filosófico como sentido de marcha y lo político como acción transformadora. Hay una sociedad que está comprometida con la paridad hombre/mujer y es también con trans (trans-géneros dicen ellxs) ese compromiso, aquellxs que no se identifican ni hombre ni mujer. ¿Por qué? Por ser éstos mala gente con toda una historia de guerras, humillaciones, exclusiones, malos tratos, hambre y vejaciones. La identidad es significativa en sentido positivo —“Soy nena”—, pero imprescindible en sentido negativo —“no soy fascista”—; eso nos sirve y orienta en los modos políticos de relacionarnos. A la infancia hay que decirle —“no toques el fuego”—, cuestión vital. No se le puede decir —“eres hombre”—, será lo que quiera ser.
Entonces, la filosofía de destruir esos conceptos/palabras que crean mundo y encorsetan la experiencia vital de la humanidad debe ser toma de decisión si no queremos que lo continúe haciendo: una política destructiva del lenguaje asentada en una pedagogía liberadora de la niñez que sepa reprimir lo mínimo necesario para dejar ser y acciones cotidianas coherentes con ello, eso lxs ciudadanxs suecxs lo saben hoy hacer bien: si decimos no tiramos basura en vía pública, ni unx solitx lo hace. En la Argentina reina mucho más la hipocresía global reinante —“come santos y caga diablos”, dirían las comadres...
La lenguaje debe ser verba antes que letra; vuelva a leer este texto reemplazando cada x con una e, una i, o hasta con una u, y quédese pensando: ¿qué cambió? ¿Qué cambiaría una medida así en la Argentina? Siempre sumaría como pa’ ir apurando las cosas, ¿vio?
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