Viernes, 5 de julio de 2013 | Hoy
Por Bruce LaBruce
Resulta alarmante que, con el auge del conservadurismo gay, también hay otra nueva categoría de camp que la que hay que enfrentar: camp gay conservador. Mi ejemplo preferido más reciente es la película de Hollywood J. Edgar, con dos performances salvajemente camp por actores presumiblemente heterosexuales: Leonardo DiCaprio como el eterno director del FBI J. Edgar Hoover, y su famoso amante platónico, Clyde Tolson, interpretado por Armie Hammer. Escrito por un guionista gay joven, Dustin Lance Black, y dirigida por un clásico director heterosexual de Hollywood, Clint Eastwood, cuya postura machista siempre ha bordeado el camp hétero, la película combina un estilo serio, hipermasculino, con una burlona, autoconsciente sensibilidad queer contemporánea que resulta en una extraña confluencia de camp heterosexual y homosexual. El proyecto de la película podría ser caracterizado como “drag conservador”, una adaptación flexible de Psicosis de Hitchcock que intenta recuperar el travestismo ultrarreaccionario de J. Edgar presentándolo como un patético y reprimido niño de mamá que podría haber sido un gran héroe americano si sólo se le hubiera permitido tener una relación abierta, honesta y sexual y, por supuesto, monógama con el guapo y cariñoso Tolson, su hombre de confianza. Esta es la esencia del camp conservador gay –una fantasía barroca de revisionismo histórico que proyecta sobre el pasado los conservadores valores y la moral homosexual contemporánea con el fin de recuperar y reivindicar estos complejos caracteres monstruosamente patológicos como meras víctimas “queer” de una sociedad reprimida y homófoba—. (Cuando Judi Dench, como la madre de J. Edgar, dice que prefiere tener un hijo muerto que un “narciso” es la quintaesencia de camp.) Aparte de que arañar una cuestionable psicología pop reduccionista (la madre asfixiante, etc.) tiene impulso reaccionario, como para proponer que la conducta sexual “desviada” (cross-dressing, el esteticismo extremo, dandismo) es como una consecuencia negativa de los sistemas corruptos y opresivos, en lugar de ser ejemplos saludables de rebelión y revuelta que actúan en contra de este tipo de regímenes. En otras palabras, como “desviación” no sería necesaria si simplemente el sistema se liberase y reformase para reflejar un ambiente sano, normalizado, y la homosexualidad asimilada, que se confunde con el status quo heterosexual, guardar sólo su preferencia por parejas del mismo sexo. En una palabra: “homonormatividad”.
Fragmentos de “Notas sobre camp/anticamp”, artículo que LaBruce presentó en marzo de 2012 en la Conferencia Camp/Anticamp, en Berlín.
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