Diana participó de la formación en educación popular en la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo, en los años posteriores al 2001. Se abrían nuevas experiencias sociales, políticas, culturales, y re–conocíamos el mundo. Diana nos enseñó que la Pedagogía de los Oprimidos, tiene que descubrir cuántas opresiones están invisibilizadas en el mundo de "los oprimidos". Nos enseñó también que las miradas feministas tienen un horizonte limitado, si colocan sus fronteras en el cuerpo de mujer. Con ella aprendimos las muchas luchas que caben en un cuerpo–territorio insurrecto. Porque Diana se identificaba como travesti, como pueblo originario, como piba pobre de Laferrére, como feminista, como revolucionaria.
Diana era divertida, rebelde, comprometida. Era brava para las peleas, y tierna en el abrazo. Tenía una sonrisa hermosa, y palabras precisas. Ponía su cuerpo en las muchas batallas de las tantas identidades de oprimidas que vivía como propias. Daba su vida todos los días en una desigual pelea contra los machos fachos del barrio, contra la institución policial, que una y otra vez la encarcelaba, la torturaba, contra las leyes y las instituciones que criminalizan a lxs pobres y a lxs cuerpos disidentes, contra los proxenetas y el sistema prostituyente.
Diana iba dejando jirones de sí en cada pelea. Ella cruzaba los márgenes y caía en el abismo. Muchas veces llegaba con la piel desgarrada, dolorida por un maltrato, incluso de compañeros que se dicen revolucionarios. Sin embargo no se victimizaba ni buscaba compasiones. Ella –junto a Lohana, Marlene, y a sus compañerxs del Movimiento Antidiscriminatorio de Liberación (M.A.L.)–, nos enseñaron la dignidad travesti, la furia travesti, los muchos modos de sobrevivir con la alegría como escudo, revolucionando a las revoluciones.
Nos seguimos viendo en talleres de educación popular y en las calles. No puedo olvidar su alegría contagiosa al viajar a Cuba. Ahí fue a multiplicar los sueños de un socialismo pintado de arco iris.
De todos los recuerdos elijo una imagen. La veo diez años atrás, tirando piedras contra Bush, en Mar del Plata, bajo los gases lacrimógenos, en esas jornadas en las que los pueblos dijimos "No al ALCA". Tragamos tantos gases que en el regreso, tiradas en el tren que volvía a Buenos Aires, todavía no podíamos respirar. A Diana no se le borraba la sonrisa. Tirar piedras al poder, y tragar las lágrimas fueron gestos de ella. La recordé mucho en Mar del Plata, cuando volví a sentir el disgusto de los gases. Por ahí nos preguntábamos ¿dónde está Diana? Todavía no logro creer la respuesta. Y creo que no hay razones que podamos aceptar ante un nuevo travesticidio.
Hasta la victoria siempre, compañera. Nos veremos en cada lucha, tirando piedras, haciendo y deshaciendo leyes, exigiendo justicia por vos, y por todxs lxs asesinados por el héteropatriarcado. Cruzando las fronteras, con tu sonrisa como escudo y tus heridas como compromiso. Con la bandera en alto que pintaste para llevar al Encuentro de Mujeres, donde escribiste la síntesis de tus últimas peleas: "Travajo".
Claudia Korol (Equipo de Educación Popular Pañuelos en Rebeldía)
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