Viernes, 2 de septiembre de 2016 | Hoy
Por Susana Torres Molina
Con Dani, mi querido Dani, compartimos muchas experiencias a lo largo de casi dos décadas. Lo conocí cuando él militaba en el MAS y con Tato Pavlovsky, mi pareja en ese entonces, fuimos candidatos a diputados en la lista del movimiento. Esto fue cuando retornó la democracia, y a nuestra vuelta del exilio. Fueron muchas las veces que Dani venía a casa a contarme las últimas novedades políticas, y luego nos quedábamos charlando de teatro, cine, y sobre todo, de literatura.
Tiempo después participó con mucho entusiasmo de mis talleres de investigación creativa. Lo hizo durante un par de años. Escribía mucho y de un modo conmovedor. Era evidente que esa propuesta le facilitaba una fluida conexión con aspectos delicados y traumáticos de su pasado, y con la libertad y el disfrute de poder hacerlo a través del arte.
También fue asistente mío en algunas movidas teatrales, y siempre nos mantuvimos cerca, en nuestros mutuos y diversos proyectos, de un modo u otro.
Recuerdo una vez que veníamos caminando por la Av. Corrientes y entramos en una librería a ver las novedades. Adentro estaba Miguel Bonasso, sentado junto a una mesa firmando sus libros. Acababa de salir el último, pero no recuerdo el título. Noté que inmediatamente a Dani le cambió la expresión de la cara, ésta se le ensombreció, y me dijo: Ese escritor escribió sobre mi padre. Había una fila de unas ocho personas esperando con sus libros en la mano para que el escritor los firmara. Dani me dijo que lo esperara y se puso en la fila. En ese momento no estaba al tanto de cuál era el libro al que Dani se refería. Seguí investigando lecturas mientras lo esperaba. Cuando le llegó el turno a mi amigo no llevaba ningún libro en la mano pero vi que se quedó unos minutos hablando con él, en voz baja.
Cuando nos fuimos de la librería me contó, de un modo muy sintético, y visiblemente conmovido, que Bonasso había mencionado a su padre en el libro, Recuerdo de la Muerte, y de un modo que lo había afectado profundamente. No quiso contarme más y lo respeté. Tiempo después leí el libro y comprendí su perturbación. Desde el inicio de nuestros encuentros sentí afinidad, cariño, alegría. Un intenso afecto. Con él pude habitar una atmósfera de intimidad, que se da cuando se da. No hay forma de forzarla. Y en este caso se dio, y me siento muy agradecida por eso. Dani, ha sido y es, un hilo importante que conforma mi red afectiva. La que me sostiene, amorosamente, en el día a día.
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