Viernes, 26 de junio de 2009 | Hoy
La Comunidad Homosexual Argentina que preside César Cigliutti se fundó en 1984.
Cuando hace más de veinte años César Cigliutti tocó las puertas de la CHA para comenzar a militar, no se imaginó que ese hombre histriónico de bigotes y raya al costado que lo recibió en su oficina terminaría siendo su “hermana”. Carlos Jáuregui, de él se trata, había fundado la Comunidad Homosexual Argentina junto a un reducido grupo de activistas en la discoteca Contramano. Y fue su ejemplo de coraje y militancia lo que le marcó a Cigliutti el camino que lo terminaría convirtiendo, años después, en presidente de la organización lgbtti con más historia de la Argentina. “Quizá la enseñanza más importante fue su afán de visibilidad, la necesidad de poner el cuerpo en todo. La visibilidad como condición para luchar por los derechos civiles. Poner la carita, el nombre y el apellido verdaderos, y el número de documento, si la ocasión lo ameritaba. Y estamos hablando de veinticinco años atrás, una época que nada tiene que ver con la de hoy. Cuando caminábamos con Carlos por la calle, había personas que se acercaban a felicitarlo, pero muchos lo puteaban.”
Puesto a revisar los hitos principales en la historia de la CHA, Cigliutti destaca la circunstancia de su formación. “La formación de la CHA es un hito porque se dio en un momento histórico importante, cuando el país salía de años de dictadura y se estaba iniciando una democracia que nosotros pensábamos –medio estúpidamente– que iba a garantizar nuestros derechos y libertades. Eso no sucedió, por supuesto, ya que en aquellos años se siguieron aplicando los edictos policiales, en algunos casos de manera más sistemática. Y fue con el objetivo de trabajar por la derogación de los edictos policiales que la CHA se formó en 1984.”
El segundo hito para él es el otorgamiento de la personería jurídica en mayo de 1992, bajo el gobierno de Carlos Menem, lo que convirtió a la CHA en la primera organización lgbtti en obtener ese reconocimiento luego de una larga batalla legal y política que incluyó, entre otras desavenencias, que la Corte Suprema rechazara el pedido. “Y el tercero, sin duda, es la aprobación de la Ley de Unión Civil en la ciudad de Buenos Aires, en diciembre de 2002. Algo que tuvo trascendencia internacional y que por más que haya quienes relativizan su importancia marca un antes y un después en el activismo lgbtti en la Argentina.”
Confrontando con la Federación Argentina LGBT, que preside María Rachid, Cigliutti defiende la unión civil (“es el primer reconocimiento legal a nuestras parejas en América latina”) y pone algunos reparos al afán de la Federación de validar, por ejemplo, un derecho como la adopción en el marco de una ley de matrimonio. “Por empezar, habría que explicar que la ley de unión civil va mucho más allá de cada una de las palabras que tiene escritas. Si es insuficiente, si hace falta más, eso lo podemos debatir y seguramente vamos a estar de acuerdo en un montón de cosas. Nosotros queremos matrimonio, queremos unión civil, y entendemos los pros y los contras que tiene cada una de estas dos figuras. Ahora, sostener una figura por sobre la otra... Si se trata de sostener una figura jurídica, la CHA ya tiene la unión civil de acá a la China. Por otro lado, sé que el hecho de que se hable de matrimonio entre personas del mismo sexo significa otra cosa. No soy necio, entiendo la diferencia. Pero para mí el derecho fundamental no es el matrimonio, sino la herencia, la adopción, la pensión por fallecimiento... Además habría que modificar más de un artículo de la ley de matrimonio por la incidencia que el Estado tiene en la institución matrimonial. Por ejemplo: el tema de la infidelidad, que no es menor en nuestra comunidad, y que es causal de divorcio según la ley. Que el Estado sea el que reglamenta estas cuestiones no nos parece bien ideológicamente.”
Cigliutti también es crítico con algunas consignas de la Falgbt. “Hay consignas rimbombantes, que se usaron en España, como la que tiene la Federación Argentina LGBT: ‘Los mismos derechos, con los mismos nombres’. Ante la cual diría: los derechos, todos. Con los mismos nombres, con diferentes nombres, con los nombres que la gente quiera. Lo único absoluto para nosotros es la no discriminación por orientación sexual e identidad de género. De hecho, hay personas que no quieren los mismos derechos; personas que necesitan incluso más derechos, como las travestis, una comunidad marginada, perseguida, criminalizada. ¿Con los mismos nombres? No sé si quiero los mismos nombres. No me parece tan importante. Si ése es el eje del debate del movimiento lgbt en la Argentina, la verdad que estamos en un mal momento en lo que se refiere a la elaboración de pensamiento.”
De algo que se ufana Cigliutti es de la independencia con que la CHA ha trabajado históricamente, y sabe guardar distancia en relación con el Estado. “Nosotros articulamos con el Estado como también articulamos con otros ámbitos. Nunca trabajamos ‘para’. Y cuando nos lo propusieron, dijimos que no. Me parece que sos un mejor referente si trabajás desde tu independencia que si lo hacés para el Estado. Aunque reconozco que este gobierno ha hecho cosas positivas, como el Plan Nacional contra la Discriminación y la pensión por viudez, otorgada el año pasado a través de la Anses y a instancias de Cristina Fernández de Kirchner.”
Independencia que Cigliutti contrasta con los veinticinco años de historia de la CHA, y que le sirve para tomar posición en una interna que no elude. “En el activismo lgbt lo más caníbal es la interna. Me parece que es un tema, para decirlo educadamente, de identidad. O de protagonismo. Si alguien se propone formar otro espacio, otra organización, lo primero que hace es decir: ‘Nosotros no somos la CHA porque tal o cual cosa’. Pero nosotros estamos muy seguros de lo que hacemos, de nuestro discurso, de nuestra trayectoria. La CHA es una organización que tiene veinticinco años y en eso hay una gran diferencia. Me parece que la Federación no está al mismo nivel en un montón de cosas: ni en cuanto a discurso, ni a historia, ni a metodología. Desacuerdos existen y muchos, pero también son lícitos y está bien que existan. No tanto en los enunciados, pero sí en las estrategias, en las políticas. A mí la comparación con la Federación me parece incorrecta. ¿Cuántos años tiene? ¿Tres años? ¿Qué hizo además de haber ido al registro civil a pedir un recurso de amparo para que se legalice el matrimonio? Lo fundamental para nosotros es mantener nuestra independencia.”
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