Viernes, 26 de junio de 2009 | Hoy
La agrupación Futuro Transgenérico, coordinada por Marlene Wayar, fue fundada en el año 2000.
Ella dice ser una excepción al común de las chicas, porque se fue de su casa cuando quiso y porque entonces ya era “bastante grandulona”. Antes, en su Córdoba natal, Marlene Wayar había empezado a frecuentar a otras travestis y “mariquitas escandalosas” como ella, en aquellos años previos a convertirse en travesti. Y como no necesitaba prostituirse, ella cuenta que no tenía inconveniente en enfrentar a la policía mientras sus amigas, temerosas de ir presas, no dudaban un segundo en salir corriendo. Un día de 1993, a Marlene la llamó desde Buenos Aires Nadia Echazú para pedirle que fuera a secundarla en su propósito de empezar a militar, desalentada como estaba al ver cómo la mayoría de sus compañeras de ruta en la prostitución se mostraban reacias a exponerse. Marlene y Nadia se habían hecho amigas en Córdoba y por entonces Nadia estaba queriendo abrirse de Attta, la primera asociación de travestis de la Argentina, porque no estaban de acuerdo con blanquear la cuestión de la prostitución –algo que Nadia creía imprescindible–. “Ellas, las de Attta, se conformaban con reclamar el derecho a vestirse con ropas contrarias al sexo, pero no querían hablar públicamente de la prostitución. Pretendían hacerle creer a los demás que eran peluqueras, que hacían shows, pero no querían blanquear que se prostituían y mucho menos hacer valer su derecho a hacerlo”, explica Marlene, quien hoy preside la agrupación Futuro Transgenérico y es miembro y cofundadora de la Red Trans de Latinoamérica y el Caribe “Sylvia Rivera”. “Con Nadia empezamos a militar de manera explícita. Antes, la militancia de las travestis era apenas una serie de movimientos catárticos para ver cómo zafaban de la policía, y entonces nos propusimos conformar un colectivo y tener fuerza de impacto en la sociedad. Esto implicó un aprendizaje de las otras organizaciones gay-lésbicas —que contaban con herramientas que nosotras no teníamos— y del feminismo —que nos ayudó a pensarnos como sujetas—. Y así tratamos de hacer una síntesis con nuestras propias prácticas, nuestra propia identidad y nuestros propios pensamientos.”
De ahí que Marlene crea que es delicado el equilibro que existe en el discurso de las militantes trans entre la voluntad, el deseo o la búsqueda de que cada vez menos travestis estén en situación de calle y puedan gozar del derecho a una vivienda y un trabajo dignos, y la defensa de aquellas que deciden prostituirse y que son una mayoría. “Es difícil lograr un equilibrio y me parece una decisión ética como militantes no tomar decisiones desesperadas. En este sentido, el hecho de que las travestis seamos personas expuestas a una situación de prostitución por el abandono familiar y estatal es innegable. Si vos estás con hambre, tenés que rebuscártelas, y si esa opción es prostituirte, nadie puede condenarte. La posibilidad de considerar la prostitución como un trabajo vendrá recién cuando nuestra condición de prostitutas no sea una situación a la que nos veamos expuestas. Mientras tanto, en la medida en que todo un colectivo está expuesto a una única solución como sustento vital, es imposible considerar la prostitución como un trabajo.”
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