Domingo, 1 de abril de 2007 | Hoy
NUEVA YORK > EDIFICIOS Y PARQUES
Ubicado en un terreno triangular formado por la intersección de la 5ª Avenida y Broadway con la calle 23, el Flatiron Building fue construido en 1902 con un diseño tan singular como las dimensiones del lote que ocupó. Aunque ya no es el más alto ni el más imponente de los rascacielos, es considerado también un edificio emblemático de la arquitectura neoyorquina.
Por Leonardo Larini
La postal se repite cada día del año: en una pequeña plazoleta de cemento, tirados sobre el piso, boca arriba, turistas de toda procedencia apuntan sus cámaras a lo alto con el fin de fotografiar el inmenso, elegante y extraño edificio que tienen enfrente. Es que ésa es la única manera de abarcar al Flatiron Building que, debido a sus inusuales perfiles y a su altura, obliga a un ‘cuerpo a tierra’ invertido que ya forma parte del clásico paisaje de la zona.
Si bien el Empire State y las Twin Towers –y hasta el Chrysler Building– adquirieron la irreprochable categoría de iconos por excelencia de Nueva York, es el Flatiron el que ocupa el sutil lugar de la singularidad. Lejos de ser una gigante y moderna mole de cemento, su original y delicada forma le brinda un aura de encantador refinamiento.
Ubicado en un terreno triangular formado por la intersección de la 5ª Avenida y Broadway, que se unen en diagonal con la calle 23, fue construido en 1902. Su diseño estuvo a cargo del arquitecto Daniel Hudson Burnham, quien realizó el trabajo influido por las tendencias arquitectónicas que se presentaron en 1893 en la World’s Columbian Exposition de Chicago. Con 21 pisos y 87 metros de altura, se convirtió entonces en el edificio más alto del mundo. El asombro de los neoyorquinos de esa época fue tal que temían seriamente que se cayera; incluso fueron famosas las apuestas que se llevaron a cabo para acertar el mes y el año de su derrumbe.
FINA ESTAMPA En sus orígenes, el edificio fue sede de la Fuller Construction Company, y de ahí que se lo llamara Fuller Building. Pero fue su forma tan singular –similar a la de las planchas de la época– lo que designó su nombre actual: Flatiron (en inglés la unión de las palabras flat y iron se refiere a ese electrodoméstico). Su construcción triangular, con un “frente” de sólo dos metros de ancho, combinó las técnicas más modernas del momento. La aristocrática fachada es de estilo renacentista francés e italiano, con elementos del neogótico, en tanto las decoraciones externas incluyen esculturas de flores y rostros griegos.
Su estructura y emplazamiento también fue famosa por la indiscreta costumbre que generó el efecto túnel con el viento. Desde esa esquina y hasta unas calles más arriba, el viento soplaba con la vivacidad suficiente como para levantar los largos vestidos femeninos de la época, dejando así los tobillos al descubierto. En aquellos tiempos, esa “desnudez” incitaba a los hombres a instalarse en las veredas aledañas para observar el espectáculo. Y ante ese atrevimiento, algunos voyeurs llegaron a ser detenidos por la policía.
Lamentablemente, los interiores del Flatiron Building sólo albergan oficinas de bancos y empresas internacionales, y no pueden ser visitados. Pero en la zona hay muchos otros atractivos para conocer, que a la vez sirven para contemplar una y mil veces más el exquisito frente triangular desde diferentes ángulos.
ALREDEDOR DE LA PLANCHA Actualmente, gracias a la reestructuración del Madison Square Park (MSP) realizada en 2001, la zona –que lleva ese mismo nombre– ha revivido notoriamente y se ha poblado de negocios y tiendas de todo tipo. El parque ocupa 24 mil metros cuadrados y está situado entre Madison Avenue, la calle 23, la 5ª Avenida y una sección oblicua de Broadway, en diagonal al Flatiron. Hacia el extremo este se encuentra la Metropolitan Life Insurance Company Tower, construida en 1909, otro edificio digno de ser apreciado un largo rato. Administrado por el Departamento de Parques y Recreación de Nueva York, es un verdadero oasis verde ideal para el descanso, la pausa laboral y las escalas de los turistas, que generalmente optan por relajarse en el Shake Shack, un popular restaurante con mesas al aire libre. Allí, mientras se saborean platos tradicionales, es posible disfrutar de una maravillosa vista de las construcciones vecinas, que fueron restauradas en su totalidad en 2006.
Y eso no es todo; el Conservatorio del MSP presenta anualmente dos series de conciertos gratuitos: los sábados a la tarde folk y blues y los miércoles al atardecer una variada gama de géneros musicales.
Por su parte, la Fundación Greenacre del parque se encarga de que su fisonomía luzca espléndida durante las primaveras, cuando florecen los 12.500 tulipanes de diferentes clases acompañados por más de 3000 pensamientos, jacintos, narcisos y otras tantas flores, árboles y plantas. Entre el 9 y el 11 de mayo se realizará una nueva edición de la Spring Plant Sale, una enorme feria de jardines floridos.
En el Madison Square Park también se organizan innumerables actividades culturales, que incluyen exhibiciones de arte al aire libre. Este año la serie comenzó a fines de febrero con las esculturas de Ursula von Rydingsvard y continuará el 21 de marzo con la muestra de Bill Fontana, en mayo con la de Roxy Paine y en septiembre con la de William Wegman. Otra propuesta son los ciclos de lectura gratuitos que comenzarán a mediados de junio y convocan a reconocidos autores.
PARQUES Y HOTELES FAMOSOS Es conveniente continuar el recorrido por Gramercy, la zona vecina al Madison Square Park, situada entre la calle 14, la 5ª Avenida, la calle 30 y Broadway. Se trata de una de las áreas más tranquilas de la ciudad, en la que viven muchos músicos y actores, entre ellos Julia Roberts. También se caracteriza por sus excelentes restaurantes, como la Gramercy Tavern, que el visitante –si puede– no debe obviar. Aquí se encuentra el tradicional Gramercy Park Hotel, en el 2 de Lexington Avenue, entre las calles 22 y 23. Inaugurado en 1925, representa el esplendor de la dorada década del ‘20, que puede ser revivida en el bar, cóctel mediante. En este hotel se casó Humphrey Bogart en 1926. Bajando unas cuadras hacia el sur, se encuentra el Union Square Park, famoso por ser histórica y actualmente el lugar elegido para eventos políticos, desfiles, protestas y celebraciones oficiales. Inspirado en las plazas residenciales de Londres, abrió al público en 1839 y en 1997 fue designado Lugar Histórico Nacional. En sus proximidades hay numerosas salas de lectura, teatros, auditorios y restaurantes. Su ubicación es estratégica, ya que confluyen en el parque todas las líneas de subte de la ciudad. Como nota de color cabe agregar que los martes, miércoles y viernes se realiza la famosa Union Square Greenmarket, una enorme feria con más mil variedades de frutas y hortalizas comercializadas por pequeños productores de las cercanías de La Gran Manzana.
Finalmente, para cerrar el paseo, nada mejor que regresar hacia el Flatiron y desde allí caminar sólo tres cuadras hasta el mítico Chelsea Hotel, en el 222 de la calle 23, entre las avenidas 8ª y 9ª. Con su típica fachada de ladrillo rojo, fue construido en 1884 y funciona como hotel desde 1905. Fue y sigue siendo el preferido por artistas y bohemios, que encontraron allí el sitio ideal para vivir y desarrollar sus artes. Apenas se ingresa al lobby –adornado con pinturas y esculturas de los huéspedes– ya se respira el aire artístico que le brindaron desde sus comienzos sus clientes más famosos. Uno de los primeros fue Mark Twain. Luego se agregaron a la extensa lista otros escritores y poetas como Tennesse Williams, Arthur Miller, Thomas Wolfe, Allen Ginsberg, Gregory Corso, Dylan Thomas, Vladimir Nabokov y William Burroughs; músicos como Bob Dylan, Lou Reed, Janis Joplin, Leonard Cohen y Syd Vicious, y artistas como Edith Piaf, el fotógrafo Robert Mapplethorpe y Andy Warhol. En el frente del edificio varias placas de bronce recuerdan con orgullo la estadía de sus célebres huéspedes.
Y después del Chelsea Hotel, una última mirada al centenario Flatiron, bronceado suavemente por el atardecer, tal como irrumpió en el paisaje urbano neoyorquino en los primeros años del siglo XX.
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