turismo

Domingo, 16 de noviembre de 2008

TUCUMAN > RESERVA HORCO MOLLE

Un laberinto vegetal

A pocos kilómetros de la capital tucumana, la Reserva Experimental Horco Molle permite descubrir la fauna y la flora de esta región del noroeste a través de un trekking accesible, en un ambiente virginal.

 Por Graciela Cutuli

Tucumán, jardín de la república, es en esta época del año una fiesta de colores: los lapachos en flor dibujan un concurso de manchas en las calles, y en las montañas que rodean la ciudad el verde se hace aún más intenso y reparador. Esa naturaleza exuberante que brota a cada paso se puede conocer desde adentro sin alejarse demasiado de la capital: a sólo 15 kilómetros, la Reserva Experimental de Horco Molle, dependiente de la Universidad Nacional de Tucumán, invita a internarse en un laberinto vegetal sobre las laderas de la Sierra San Javier. La reserva, creada expresamente para proteger la flora y fauna típica de esta parte del noroeste, permite realizar un trekking sencillo por sus primeros tramos, avistar aves en el bosque nativo e internarse en la densidad de la selva de yungas, siempre de la mano de guías especializados que permiten descubrir e interpretar los secretos que la naturaleza no duda en mostrar, pero que hay que saber ver.

SIEMPRE VERDE Basta dar los primeros pasos para aprender a reconocer el “siempre verde”, un arbusto prácticamente omnipresente, tanto que ya es una plaga, ayudado en su difusión por unos atractivos frutos que los pájaros comen y desparraman: “Para ver la auténtica yunga hay que estar en el monte”, asegura Pablo Gómez Rojas, uno de los guías que lleva a los grupos de visitantes por los senderos de este pequeño laberinto verde desarrollado entre el pastizal y el bosque. En ese laberinto, el ojo entrenado distingue cedros, moras, nísperos, cosmos: muchas plantas no nativas, mezcladas con los horco molles que dan nombre a la reserva y vivaces helechos que encuentran en la sombra y la humedad un lecho favorable para crecer.

El sendero no es difícil: basta con prestar atención a las ramas y a algunos desniveles del terreno, pero no hay partes resbaladizas ni mayores dificultades que impidan el avance por las galerías verdes. Es que aquí se realizan numerosas visitas educativas, uno de los principales fines de la reserva. El silencio sólo es interrumpido por el canto de los pájaros, invisibles, y algunas pequeñas lluvias de hojas de los siempre verdes que se desprenden cuando una ráfaga indiscreta se abre paso entre los árboles. “El siempre verde –explica Pablo– sólo sirve para hacer las varillas para la tela de los corrales... o para que arboricen los arriesgados que se animan a las piruetas en parapente.” “Hace unos tres o cuatro años –rememora– se hizo un vuelo en parapente para reforestar, con especies como el lapacho y el algarrobo, el que más prendió. Pero el trabajo de recuperación y protección de la flora nativa en el bosque terciario que alberga la reserva Horco Molle es lento y no siempre fácil.”

Si la flora está allí, a simple vista, habrá que tener más suerte para divisar algo de fauna, aunque aquí viven tapires, yacarés, osos hormigueros, pecaríes, zorros, carpinchos, hurones, gatos monteses... Todos ellos están en semilibertad, dentro de un área cercada que ronda las 20 hectáreas, e incluso algunas especies –como el tapir– se reprodujeron naturalmente, un auténtico logro debido a las buenas condiciones logradas en la reserva. El listado de fauna suena ecléctico, y lo es, ya que representa a varias regiones argentinas: la selva de yungas, la región pampeana, la selva paranaense: se debe a que muchos de los animales son ejemplares silvestres recuperados del comercio clandestino y devueltos a una nueva vida en el pedemonte de San Javier.

Y si el trekking de iniciación en Horco Molle dura un par de horas, promete mucho más: es que desde aquí es posible salir de la senda y llegar a Tafí del Valle, en una travesía que dura cuatro días y cruza algunos de los más bellos paisajes de los Valles Calchaquíes.

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Un colchón de helechos, una de las especies de flora más antiguas del mundo.
Imagen: Graciela Cutuli
 
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