Domingo, 16 de noviembre de 2008 | Hoy
COSTA RICA > EN LAS RESERVAS DE MONTEVERDE
Un tercio del total del territorio de Costa Rica es área protegida. En la región de Monteverde, una planicie a 1400 metros de altura situada a 200 kilómetros de San José, la capital del país, se concentran varias reservas nacionales y privadas. En este reino de los bosques nubosos, una de las biodiversidades más ricas del continente americano, se esconden algunas de las criaturas más hermosas y más extrañas del mundo en que vivimos.
Por Maribel Herruzo
Costa Rica puede presumir de ser excepcional en unos cuantos campos: es uno de los pocos países en el mundo que carecen de ejército profesional o voluntario y es de los únicos del planeta que tienen un tercio del total de la tierra protegida, ya sea bajo el control de reservas nacionales, internacionales o privadas. Los “ticos”, como se denomina a los nacidos en Costa Rica, se ha tomado muy en serio su papel en la conservación de su territorio y están resolviendo de manera airosa la problemática combinación entre turismo y preservación que se da con escaso éxito en otros lugares. En el Area de Monteverde afirman que mucho antes de que Costa Rica fuera conocida como destino turístico, ellos ya figuraban en ese privilegiado mapa. Hoy, esta área sigue siendo una de las más visitadas del país, sin que por eso haya perdido nada de su primigenia virginidad.
UN BOSQUE EN LAS NUBES En Monteverde las nubes están tan cerca del suelo que la niebla parece surgir de la misma tierra. En Santa Elena, la capital, los taxis andan encaramados a unas ruedas gigantescas para sortear el barro de los caminos sin asfaltar. En realidad, el paisaje que rodea Santa Elena y que conforma una de las biodiversidades más ricas del continente americano, depende de esas nubes bajas y de las lluvias que descargan en forma intermitente de mayo a noviembre. Nada sería lo mismo sin esa atmósfera húmeda y blanquecina que tiñe de irrealidad el paisaje irremediablemente verde de los extensos bosques. No quedan paraísos vírgenes en casi ningún lado, pero no se puede reprochar a los monteverdinos su capacidad para resistirse, ahora y siempre, al invasor. Y, el invasor, en este caso, se llama turismo masivo, cemento, civilización y deterioro. Por eso, caso extraño y loable, incluso los empresarios hoteleros de la zona son contrarios a que se asfalten cualquiera de las cuatro carreteras por las que se entra a este reino de las nubes, algo que facilitaría la llegada de autobuses repletos de turistas e ingresos pero que, a la larga, significaría la destrucción de todo un cuidado ecosistema. Es posible que algo del espíritu cuáquero, pacifista y en comunión con la naturaleza, se haya quedado en Monteverde para siempre, desde que un puñado de familias cuáqueras se instalaron aquí en 1951. Tal vez por ese mismo espíritu Santa Elena es una de las primeras comunidades en Costa Rica en poseer y administrar una reserva forestal, una de las varias que existen en Monteverde.
La gran parte de bosque que ocupa Monteverde se denomina “bosque nuboso” y se diferencian de los lluviosos por su gran altura. Este tipo de bosque se encuentra en las partes altas de las cordilleras. Su alto índice de humedad genera una vegetación exuberante y una variada comunidad animal. El fenómeno de la formación de nubes es provocado por el encuentro de los vientos que llegan desde las costas del Pacífico y el Atlántico, que al llegar a esas alturas se enfrían y se condensan, formando una espesa capa de niebla que mantiene constantemente alta la humedad.
En el territorio de Monteverde se concentran varias reservas: Reserva de Santa Elena (nacional), Reserva Biológica Bosque Nuboso de Monteverde (privada), Reserva del Bosque Eterno de los Niños (nacional), el parque Nacional Arenal y el área protegida del mismo nombre, varios ríos, un lago y un volcán, el Arenal, que puede verse asomado desde la copa de los árboles siempre que el día esté despejado.
EL MUNDO DESDE ARRIBA Ver el mundo que rodea Monteverde desde la copa de los árboles ya no es exclusivo de los pájaros. Tanto en la Reserva Santa Elena como en la Reserva Biológica Monte Nuboso se han tomado las medidas necesarias para que cualquiera pueda observar el bosque desde arriba. Las caminatas guiadas por los bosques son una excelente manera de conocer qué se esconde en su oscuridad, qué animales transitan sus senderos y cuáles son las plantas que crecen al amparo de los gigantes, aprovechando sus troncos y sus ramas para asegurarse la supervivencia. Hermosas orquídeas, parásitas bromelias, plantas trepadoras y estranguladoras, helechos gigantes, líquenes y musgos adornan el bosque y le confieren una apariencia más cercana al sueño que a la realidad. Entre las dos reservas suman más de 2500 especies vegetales, más de 100 de mamíferos, 450 de aves y 123 de reptiles, sin contar las mariposas, insectos o anfibios. En la capa más inferior del bosque, el sotobosque, es difícil toparse con los grandes animales por su timidez, aunque no es extraño encontrar huellas del paso de un tapir, un pecarí o incluso un jaguar. Aquí domina la oscuridad, la humedad y el silencio, roto solamente por los cantos de algunos pájaros. Más arriba, entre los 3 y los 8 metros de altura, se pueden observar algunos pájaros, aunque la vida en todo su esplendor se vuelve a localizar en la copa de los árboles, desde los 10 a los 30 metros de altura que miden algunos de ellos. Aquí ya no valen las caminatas siguiendo los senderos: los bosques se atraviesan desde las alturas cruzando los puentes colgantes que se encuentran en el área. En Selvatura Park hay más de tres kilómetros de camino a través del bosque y ocho puentes colgantes de longitudes que van de los 50 a los 170 metros, con alturas que alcanzan los 60 metros. Puentes que nacen de una boca verde y espesa para sumergirse en otra igual de profunda y verde, mientras se balancean suavemente sobre un manto de igual color pero diferentes tonalidades. Nunca las nubes estuvieron más al alcance de la mano. Es desde uno de estos puentes, en la Reserva Santa Elena, que en los días despejados puede verse el volcán Arenal. No hace falta ser un mono aullador, habitual de la zona, para ver por encima de los árboles. La alternativa a los puentes son los teleféricos o cestas colgantes, que atraviesan el bosque a diferentes alturas mientras sus pasajeros observan lo que sucede a sus pies.
Quienes prefieran emular a Tarzán cuentan con una alternativa: el canopy o tirolesa. En el mismo Selvatura se encuentra el recorrido de canopy más largo de Costa Rica, con 19 cables y 20 plataformas. Para los no iniciados, el canopy consiste en tirarse amarrado de la cintura por un cable metálico como si de una moderna liana se tratase, pero armado de arnés, casco y guantes. Casi como volar. El recorrido de canopy en Selvatura dura de dos a tres horas.
EXTRAÑAS CRIATURAS Como su nombre lo indica, el ranario de Santa Elena es un lugar donde se estudian y cuidan ranas. Y es que en el bosque nuboso se esconden algunas de las criaturas más hermosas, algunas de las más extrañas, algunas de las más esquivas, algunas de las más pequeñas y sensibles de esta especie. El sapo gigante, el amarillo, la rana brillante del bosque, la Fleishmann, la de vidrio granuloso, la voladora, la coronada, la patirroja o la esmilisca enmascarada son sólo algunas de las especies de batracios que se dan cita en este singular rincón. Algunas de estas criaturas son tan pequeñas y sorprendentes que parecen haber sido esculpidas por un artista del vidrio cuya imaginación hubiera sido tocada por algún hongo alucinógeno.
La misma impresión produce visitar el Jardín de Mariposas de Santa Elena, donde la mano de un pintor inspirado no habría producido jamás tal cantidad de diseños posibles y colores distintos. Con una sala dedicada a los insectos de la zona en general y cuatro casetas distintas con mariposas, este jardín contiene algunas de las 2000 especies de mariposas que se encuentran en Costa Rica, y un guía nos hará ver lo difícil que es encontrar la pareja ideal entre tanta diversidad. Los pequeños colibríes se dejan ver sin problemas, revoloteando incesantes alrededor de una flor o un comedero especial montado para ellos en las entradas de los bosques, aunque es muy difícil tratar de inmortalizarlos con nuestra cámara.
TODO NATURAL Monteverde ofrece todo lo que alguien que disfruta con la naturaleza y su estrecho contacto con ella pueda desear, incluido el recorrido de sus caminos y senderos a caballo, atravesando parajes prohibidos a los coches. Los ticos suelen contestar con un “pura vida” si alguien les pregunta cómo va todo. Tras visitar este lugar no cabe duda de que es la expresión más acertada.
Informe: Julián Varsavsky.
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