PASEOS UN RECORRIDO POR SAN ISIDRO
Aquellas quintas de antaño
A 20 kilómetros de la Capital, el partido de San Isidro ofrece una escapada en el tiempo. Un paseo entre casas coloniales, quintas criollas y antiguas mansiones por arboladas calles con mucha historia. Ferias artesanales, museos y la zona costera ganada al río.
Por Julian Varsavsky
Durante gran parte del siglo XIX, en los barrios aristocráticos de Buenos Aires se repetía a comienzos de la primavera una escena urbana protagonizada por sirvientes de raza negra, quienes salían de las elegantes casonas cargados de baúles y petacas de cuero que colocaban sobre el techo de un carruaje en una apretada pirámide de bultos. La imagen –no exenta de cierto romanticismo viajero– anunciaba la inminente partida del viaje por caminos polvorientos que emprendían las familias de alta alcurnia rumbo a las suntuosas quintas veraniegas de San Isidro, donde pasaban largas temporadas de sosiego.
Hoy, aquel fatigoso trayecto se cubre en apenas 30 minutos. Aunque muchas cosas han cambiado, todavía es posible revivir en un paseo por las arboladas calles el ambiente señorial de las incontables mansiones y antiguos palacetes que San Isidro ha preservado a través del tiempo.
En medio de un indefinido eclecticismo arquitectónico, hay varias casonas edificadas con el mismo estilo de los cascos de estancia bonaerense, esa particular síntesis entre la tradición criolla y la cultura europea. Proliferan entonces los aljibes, las glorietas en medio de sofisticados jardines con ombúes y jacarandaes, paredes revestidas con mayólica española, enrevesadas rejas de hierro forjado y baldosones de barro cocido. En algunas de las irregulares callecitas aparecen muestras fieles de casas coloniales aún más antiguas, con sus faroles de hierro iluminando el adoquinado. No muy lejos de allí se levantan mansiones de estilo italiano del siglo XIX, chalets afrancesados de ladrillo y tejas a dos aguas, edificios de arquitectura inglesa de estilo Tudor y casas mediterráneas con paredes blancas.
Una densa vegetación ribereña avanza por todos lados unificando estilos hasta convertirse en el único rasgo común de todas las casas de San Isidro. Aquí se vive al acecho de un ejército de plantas trepadoras que avanzan por cada resquicio –incluso entre la juntura de los adoquines– cubriendo rejas, paredes, techos y el marco de muchas ventanas. En algunos casos hay elevados muros de concreto que resguardaban –y lo siguen haciendo– los sueños veraniegos de la alcurnia porteña, pero es por lo general la vegetación la que opera como un verdadero camuflaje tras el cual se vislumbran apenas las torres y cúpulas de algunos palacetes.
Más allá de sus contrastes y los inevitables brotes de modernidad, una visita a San Isidro equivale a una extraña travesía por los tiempos de la colonia y –principalmente– por los esplendores de la Belle Epoque de fines del siglo XIX y principios del XX, que en Argentina eran alimentados por la bonanza económica agroexportadora.
La Manzana Historica A la altura del 15.800 la Avenida del Libertador se angosta y sufre una verdadera metamorfosis que la convierte en una simple calle adoquinada que anuncia la llegada a San Isidro. Hay apenas 5 cuadras de transición y al 16300 de la ahora “calle” Del Libertador –frente a la Catedral– está la Plaza Mitre, punto de partida del principal recorrido histórico de este partido bonaerense. La plaza, con frondosas tipas blancas, fue construida en 1910 junto con su reloj floral, que en su momento fue un símbolo de distinción a nivel continental ya que era el único en Sudamérica, copiado de otro muy famoso que aún existe en Edimburgo. Al estar sobre una barranca, la plaza está dividida en dos niveles unidos por una escalinata. Los domingos y feriados el nivel superior es el ámbito de una gran feria artesanal con ambiente festivo, llena de mimos, clowns, titiriteros y toda clase de artistas callejeros que ofrecen shows musicales para chicos. En la parte baja de la plaza –frente a la estación San Isidro del Tren de la Costa– se instalan los anticuarios a ofrecer libros de vieja data y manteles y ropa con 100 años de antigüedad. También hay artefactos en desuso que hoy se usan de adorno como pavas y planchas a vapor convertidas en reliquias.
Antes de emprender los circuitos históricos es preferible realizar una visita a la Oficina de Turismo Municipal ubicada en la esquina de Ituzaingó y Libertador, frente a la plaza. Allí se entrega un folleto muy ilustrativo que demarca 6 circuitos con su correspondiente mapa de calles. La otra alternativa es contratar un guía.
La primera “estación” del Circuito 1 es el Museo y Archivo Histórico Municipal –de entrada gratuita– ubicado frente a la plaza, en diagonal a la Oficina de Turismo. Por muy reticente que sea el visitante a entrar a los museos, al menos en este caso es muy recomendable ingresar al comienzo del recorrido para poder ubicarse históricamente en San Isidro. En una de las salas cuelga un mapa histórico que ilustra mejor que cualquier explicación el origen del poblamiento de San Isidro. El mapa reproduce la zona costera del Río de la Plata desde el actual Retiro hasta San Fernando. Allí hay demarcadas 65 chacras costeras de forma rectangular con unos 350 metros de frente y 5 kilómetros de largo. Cada parcela lleva un nombre, correspondiente a cada uno de los 65 cofundadores de Buenos Aires, junto con el de Juan de Garay, quien les otorgó la propiedad de estas parcelas.
El museo está ubicado en una vieja casona colonial sin ochava, con aljibe y patio interno, levantada en 1831. En una vitrina se exponen elementos decorativos de lujo de los siglos XVII y XVIII: trozos de cerámica de mayólica esmaltada en España, manijas de bronce, remates de rejas de hierro forjado, botellas y fragmentos de loza y de tinajas. Entre las muchas curiosidades se exhibe una sombrilla “federal” elaborada en seda y encajes color rojo punzó y mango de madera tallada que perteneció a doña Pascuala Benita Clara Beláustegui, esposa de Felipe de Arana, ministro de Rosas.
Las viejas mansiones Frente a la esquina opuesta al museo se levanta la imponente catedral de San Isidro, con su torre neogótica de 69 metros, construida en 1898. Al costado del templo nace la calle Mercedes Aguirre de Anchorena, donde están varias de las casas históricas más interesantes de San Isidro. La más llamativa es una casa veraniega de la familia Anchorena –hoy sede del Colegio San Juan el Precursor– que fue diseñada bajo los lineamientos renacentistas del estilo plateresco español del siglo XVI, con un fino trabajo de frisos de estuco bordeando la puerta principal y las ventanas. El paseo continúa por la calle Adrián Beccar Varela para ingresar en los terrenos que pertenecieron a Mariquita Sánchez de Thompson, donde desembocamos en un romántico balcón con banquitos y vista al río. Entre algunas construcciones coloniales aparece la Quinta Bella Vista, una típica villa italiana con una entrada de “piano nobile”: una pequeña galería con dos columnas griegas sosteniendo el techo. Más adelante, sobre una barranca, está la Quinta Los Ombúes –de 1810– donde Manuel Mujica Lainez pasó varios años de su adolescencia y que más tarde la describió como “una casa hidalga por la gracia del pozo, del alero y de la teja”.
La recorrida continúa por el trazado irregular de callecitas adoquinadas que por momentos carecen de vereda. La finca Los Naranjos, donde Mariquita Sánchez de Thompson organizaba sus célebres tertulias, reluce con sus paredes rojizas que combinan con una infinidad de begonias de color naranja en el patio, donde también hay un aljibe de mármol construido en 1850. Por último, otra de las casas de estilo antiguo del barrio –donde se han filmado varias novelas “de época”– es La Porteña que, si bien data de 1965, fue levantada en la calle Belgrano siguiendo unos planos de 1840, tal como lo quiso su dueña, Margarita Perkins de Anchorena.
La Casona Pueyrredon El eje del Circuito 2 de San Isidro es la antigua casona ubicada en Rivera Indarte 48, que perteneció al brigadier general Juan Martín de Pueyrredón. Su construcción data de 1790 y fue declarada Monumento Histórico Nacional en 1941. Al fondo, en un hermoso jardín perfumado de magnolias, está el famoso algarrobo de 250 años a cuya sombra el general San Martín y Juan Martín de Pueyrredón definieron los lineamientos de la futura independencia. En las salas interiores se mantiene parte del mobiliario original, incluyendo pisos de procedencia inglesa y francesa, techos con tirantes de lapacho, estufas de mármol y muebles de estilo victoriano del siglo XIX. En el comedor, la mesa parece a punto de ser servida, luciendo una deslumbrante vajilla alemana Mainssen y un juego de cubiertos de plata de origen portugués. Y en los dormitorios resalta una cama isabelina con incrustaciones de nácar. El museo abre de 14 a 18 horas.
En los alrededores del museo las calles del Barrio Parque Aguirre tienen una disposición circular y entre la tupida vegetación se vislumbran algunas de las casas modernas más deslumbrantes de San Isidro.
La ribera El recorrido por la zona costera de San Isidro conforma el Circuito 3 que abarca una serie de espacios ganados al río. Desde el Espigón de Pacheco se pueden pescar bogas y pejerreyes con una espectacular vista de la hilera de rascacielos porteños al fondo. El recorrido costero por la calle Elcano pasa por la estación Barrancas del Tren de la Costa, donde hay otra feria de antigüedades. Y a pocos metros está la Reserva Ecológica Ribera Norte.
En las márgenes del arroyo Sarandí se recorre la famosa zona náutica de San Isidro (Circuito 4) donde están el Club Náutico San Isidro y el Boating Club, que se caracteriza por tener una larga serie de casas con amarradero propio a la entrada. La calle Uriburu desemboca en la pintoresca estación de tren Punta Chica, casi al límite con San Fernando. Y en los alrededores de la Avenida del Libertador al 16700, en la calle Elortondo 1811, se encuentran otras viejas casas veraniegas de la aristocracia porteña, entre ellas la que perteneció a Victoria Ocampo. El Circuito 5 recorre la variada oferta gastronómica sobre Libertador y termina en el cruce con la calle Pacheco, donde está el convento de estilo colonial Siervas de María.
El Circuito 6 –en los alrededores del hipódromo– es uno de los más completos e incluye la sede del Jockey Club de Golf, edificada con un estilo Tudor de origen inglés. Casi al lado está el tradicional San Isidro Club (SIC), célebre por su equipo de rugby. Dentro del circuito se visita el elegante Barrio Lomas de Beccar –uno de los más hermosos del partido– con sus calles arboladas con frondosos plátanos. Allí está el Centro de Peregrinación Nuestra Señora de Schönstatt, con su hermosa capilla de estilo nórdico, una verdadera joya arquitectónica en los bosques de San Isidro.
La complejidad de San Isidro no se puede abarcar en una tarde, así que quienes deseen disfrutar de cada recoveco verde de este partido tienen la opción de alojarse en la Posada de San Isidro y pasar allí el fin de semana. Y como forma de englobar los distintos lugares, los amantes del deporte pueden disfrutar de una senda aeróbica que se extiende desde Olivos hasta San Isidro, convocando a los adeptos de las bicicletas, el footing, los roller y las caminatas.