CHINA SHANGHAI, ENTRE TRADICIóN Y VANGUARDIA
Un recorrido por la cosmopolita ciudad oriental, donde perduran las huellas de la colonización occidental y es posible sumergirse en la vida ajetreada de la China moderna. Antigua meca de buscavidas y trotamundos aventureros, con viejos edificios y modernos rascacielos, es uno de los destinos turísticos preferidos por chinos y occidentales.
Texto y fotos de Mariana Lafont
Rica, moderna, comercial, caótica y cosmopolita. Así es Shanghai, una ciudad marcada por los grandes contrastes entre la tradición china, la presencia colonial y el imparable de-sarrollo económico representado por su inconfundible skyline. El principal centro comercial y financiero de China (y uno de los más importantes del mundo) es también el más poblado del país, con más de 20 millones de habitantes. La antigua “ciudad del vicio” se ubica en el este chino, en el delta del río Yangtsé, junto al mar de China oriental. El río Huangpu la divide en dos y enfrenta el casco histórico –conocido como Bund– con Pudong, su llamativo y futurista distrito financiero.
En sus orígenes fue una simple aldea de pescadores, que recién en 1297 se convirtió en ciudad debido a su gran industria textil de algodón. Con los occidentales llegó el opio, cuyo comercio causó dos guerras que delinearon la personalidad y el estilo de Shanghai. Con la primera guerra del opio, en 1842, los ingleses derrotaron a los chinos y abrieron la ciudad al comercio internacional. Con la segunda guerra, de 1860, ingleses y franceses volvieron a derrotar a los chinos y Shanghai pasó a ser administrada por occidentales. Poco a poco se convirtió en un gran centro industrial y comercial. De la mano del opio, la seda y el té pasó a ser la ciudad más rica de China, donde vicios, juego y prostitución eran moneda corriente y adonde acudían buscavidas de todo el mundo atraídos por su imagen aventurera.
En 1937 pasó a manos japonesas y hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial fue refugio de miles de europeos, entre ellos muchos judíos. La llegada del comunismo años después desplazaría a Hong Kong de los negocios de los extranjeros: sin embargo, Shan-ghai siguió teniendo gran protagonismo dentro de China. Y con las reformas económicas de la década del 90 experimentó un espectacular crecimiento financiero y turístico, simbolizado en la Exposición Universal de 2010. Aunque, a pesar de los rascacielos y restos coloniales europeos, no deja de ser una ciudad china con costumbres tradicionales, mucha gente, tránsito y puestos callejeros.
ENTRE PASADO Y FUTURO El primer boom de edificios de Shanghai tuvo lugar en las décadas del 20 y 30, durante el auge de la ciudad como centro internacional de negocios y finanzas. Las concesiones internacionales permitieron el arribo de la inversión extranjera, y con ella llegaron los estilos arquitectónicos occidentales. El segundo boom fue en los años ’90 e impulsó el impresionante skyline en la zona de Pudong, donde se concentran algunos de los edificios más altos del mundo, al estilo Hong Kong. Si bien parece un conglomerado agobiante de cemento, es una zona agradable para pasear por amplias avenidas, centros comerciales y la zona de bares, restaurantes y jardines en la costanera frente al Bund. Tanto a la luz del día como iluminada por la noche, desde la zona colonial del Bund, al pie de los edificios o en un crucero por el río, la vista siempre resulta impresionante. El más llamativo es el Shanghai World Financial Center que, con 492 metros, es el rascacielos más alto de China y el tercero del mundo. Además de un pequeño centro comercial con bares y restaurantes hay varios miradores, pero el que vale la pena es el ubicado a los 440 metros. Por su parte, la Torre Perla Oriental es uno de los símbolos de Shanghai, con 468 metros de altura.
En el Bund hay una rica colección de edificios de comienzos de siglo XX, neoclásicos como el HSBC Building, o art déco como la Sassoon House, incluido actualmente en el Peace Hotel. Varias zonas de la antigua concesión extranjera están bien conservadas e incluso, a pesar del rápido crecimiento, el centro histórico aún posee edificios de estilo tradicional junto al Jardín Yuyuan, uno de los más famosos de China. Fue diseñado durante la dinastía Ming –entre 1559 y 1577– a pedido de un funcionario que decidió construirlo como los jardines imperiales, para que sus padres (que no podían trasladarse a Beijing, ya que eran demasiado mayores) pudieran ver cómo eran. El parque ocupa unas dos hectáreas y contiene los cuatro elementos básicos del jardín tradicional chino: rocas, agua, plantas y estructuras arquitectónicas. Al morir el funcionario su familia cayó en bancarrota y el jardín quedó en el olvido. Entre idas y vueltas, a comienzos del siglo XX una parte fue convertida en bazar y finalmente, a partir de 1957, se inició su restauración y la del barrio que lo rodea. Junto al jardín hay un gran bazar con diferentes tiendas ubicadas en edificios de estilo tradicional. Si bien es una zona muy turística (y por ello los precios son algo elevados), es entretenido pasear por sus callecitas observando los puestos y el gentío. Finalmente, un poco más al sur del bazar se encuentra Fangbang Road, una de las mejores calles de la ciudad para adquirir cuadros, esculturas y otros productos artesanales.
En el Bund culmina East Nanjing Road, una de las calles más comerciales, donde siempre hay un hervidero de gente. De noche es imperdible, con sus coloridas luces de neón. Caminando por la avenida se llega a la Plaza del Pueblo, construida por el gobierno popular en la década del 50 sobre lo que antiguamente era el hipódromo de la época británica. Esta inmensa plaza con forma de medialuna fue a lo largo de la historia testigo de grandes eventos, como las manifestaciones de la Guardia Roja en los ’60 y la protesta popular de 1989.
Para zambullirse en el antiguo Shanghai hay que ir unos kilómetros al sur del Bund y meterse en un entramado de callejones y pequeñas tiendas. El contraste con el resto de la ciudad es muy grande, pero este laberinto de callejuelas sucias y desordenadas es de las pocas zonas donde aún perduran la arquitectura, el estilo y el modo de vida que Shanghai tenía antes de que los rascacielos dominaran el paisaje. En esta añeja zona se come en la calle, hay gallinas correteando y algún chino duerme la siesta en una reposera. Cerca de allí se puede caminar a la Concesión Francesa, barrio comercial y residencial de arquitectura europea de los años ’30, donde predominan casas bajas, fachadas de ladrillo y un orden urbano muy diferente.
BOCADOS DE SHANGHAI La cocina de Shanghai, llamada hu cai, reúne todas las características de la variada gastronomía china pero con un toque más refinado. Es muy elaborada y sabrosa, dulce pero no muy especiada. Se destacan los platos agridulces con miel, azúcar y vinagre oscuro. El cerdo es más común que la carne vacuna, aunque los mariscos también son abundantes. Una cocción típica es el “cocinado rojo”, durante el cual la carne se hierve a fuego lento en salsa de soja; otro producto natural de estanques, ríos y lagos utilizado en los platos de Shanghai son las hojas de loto, usadas para cocinar y aromatizar alimentos al vapor. Y un toque especial es el hung-shao, en el cual se cocinan lentamente los ingredientes con salsa de soja y vino de arroz.
Por otro lado, algunos de los platos más conocidos son el gu lou yuk, exquisita ternera agridulce con manzanas, pomelos y naranjas; los langostinos borrachos, cocinados vivos en un caldo de hierbas y licor chino; los huevos centenarios, un plato preparado con huevos de pato o de gallina puestos en remojo en una solución alcalina durante 30 días, y el pollo mendigo, un plato legendario servido con hojas de loto y cocinado al horno. A la hora de salir a comer hay sitios para todos los gustos y bolsillos. Se puede comer bien y con muy poco dinero en los puestos callejeros o gastando una buena suma en un restaurante de lujo. En la calle se puede comer empanadillas (jiaozi) o sopa con fideos, ideal para los días fríos de invierno. Y si tientan los pinchos asados, en la calle New Yong’An –cerca del casco histórico– hay una gran cantidad de puestos con bocados exóticos de lagartos, alacranes, serpientes y ranas (o más convencionales con salchichas, pollo o vegetales).
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