Domingo, 6 de diciembre de 2015 | Hoy
BUENOS AIRES > TEMPORADA DE VERANO EN MAR DEL PLATA
Playas concurridas, arenas casi desiertas, edificios aristocráticos, bosque y sierras cercanas: la principal ciudad de la Costa Atlántica lo tiene todo y cada año se confirma como un clásico al que se vuelve una y otra vez, para encontrarse con lo conocido y descubrir lo nuevo. Mar del Plata, la “Biarritz argentina” que no se rinde.
Por María Zacco
Basta con arrancar del almanaque la hoja que deja atrás noviembre para que Mar del Plata, la ciudad balnearia por excelencia de la Argentina, empiece a poblarse de sombrillas, de amantes del sol y del mar. Cada año surgen nuevas localidades y partes de costa que convocan veraneantes de la mano de la moda y la novedad, pero Mar del Plata no se inmuta y se ajusta la corona ganada en décadas de ser la “gran ciudad junto al Atlántico”. Con el correr de los días llegarán quienes disfrutan de las playas multitudinarias, aquellos que buscan porciones de arena exclusivas y lejanas del centro o los adeptos a los deportes náuticos. Sus terrenos ondulantes, con costas sinuosas que se internan en el mar surcadas por lomadas rocosas, siguen teniendo magnetismo como en los años dorados de la belle époque, cuando muchas familias aristocráticas construyeron sus fastuosas casas de veraneo y paseaban por las playas de un incipiente balneario que se convertiría en la “perla del Atlántico”.
Al margen de la época del año que se elija para recorrerla, Mar del Plata es una capital turística: sus bares tradicionales, los restaurantes, el puerto y su Reserva de Lobos Marinos pueden visitarse durante todo el año. Pero es sin duda el verano, esa estación rebosante asociada al ocio, cuando convoca a miles de viajeros. Porque más allá de sus extensas playas la ciudad tiene otros encantos, de los que se habla menos, como el Bosque Peralta Ramos; el circuito de mansiones de inicios del siglo XX, punto de encuentro de intelectuales argentinos y extranjeros; y el parque marino Aquarium. Y muy cerca se encuentran Sierra y Laguna de los Padres, donde el paisaje marítimo queda atrás, salvo el suelo ondulante de la ciudad, que se acentúa y multiplica en las sierras colmadas de verde.
BIARRITZ EN AMÉRICA Una caminata da cuenta del esplendor que aún conserva Mar del Plata, concebida en los albores del siglo XX como un oasis estival exclusivo y devenido en centro de veraneo popular a inicios de los años ‘50. Yendo por la Rambla desde el centro hacia el famoso Torreón del Monje –originalmente Torre Belvedere donde se alojó el Pigeon Club local, donde se practicaba el “tiro a la paloma”, deporte aristocrático en boga en aquel momento- despuntan varias mansiones, muchas de ellas devenidas en hoteles, museos o restaurantes. Fueron construidas en aquellos años a pedido de familias pudientes de Buenos Aires a fin de instalarse cerca del mar de noviembre a marzo, ya que extrañaban las playas de Niza, Saint Tropez o Biarritz, que visitaban en el verano europeo. La similitud con las colinas y acantilados de esta última ciudad francesa le dieron a Mar del Plata el mote de “la Biarritz argentina”.
En Av. Colón y esquina Alvear se alza la Villa Ortiz Basualdo, de estilo pintoresquista francés, construida en 1909. Los interiores de la casa de cuatro plantas –fue la primera residencia privada con ascensor en la ciudad- son un festival de art-nouveau, salvo el oratorio y el hall de planta baja que en las remodelaciones posteriores adquirieron aires neogóticos. Declarada Monumento Histórico Arquitectónico Provincial, la mansión está emplazada en la Loma de Stella Maris, zona de gran valor patrimonial, donde también se destaca la Villa Blaquier, cerca tanto de la Villa Normandy como de la Iglesia Stella Maris.
Un poco más escondida, en Matheu 1851, está la magnífica Villa Ocampo (actual Villa Victoria), una casa de madera de dos pisos que Francisca Ocampo de Ocampo había encargado en 1912 a la firma inglesa Boultoun & Paul y llegó a Mar del Plata en barco, para instalarse en lo que hoy se conoce como barrio Los Troncos. La propiedad fue heredada más tarde por la sobrina nieta y ahijada de Francisca, la escritora Victoria Ocampo, que convirtió al lugar en punto de encuentro de escritores e intelectuales de la época, como Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Eduardo Mallea, Gabriela Mistral, Waldo Frank, Igor Stravinsky, Graham Greene y André Malraux. Actualmente funciona como centro cultural, en el que se brindan conciertos y obras de teatro, además de muestras de arte, cursos y talleres. Quienes visiten la casa pueden acceder a la habitación de la creadora de la revista Sur y apreciar su mobiliario y decoración originales.
DE CARA AL SOL Ya en 1915 algunas señoritas que visitaban Mar del Plata se animaron a archivar las sombrillas y tomar sol, una costumbre no muy bien vista en la época en que las pieles perladas eran sinónimo de prestigio. Sin embargo, aquellas muchachas que parecían “fritas”, como las criticaban los círculos distinguidos, convirtieron su desfachatez en hábito, del que tomó nota incluso la moda: se impusieron los escandalosos maillots, trajes de baño con los brazos descubiertos. Lo demás, tanto la reducción progresiva de esas prendas como el crecimiento fenomenal del balneario, es historia. Mar del Plata es sinónimo de mar, sol y playa. La Bristol, ubicada frente al Casino y al Hotel Provincial, es la más concurrida y bulliciosa. Allí no hay quien se resista a llevarse la postal posando junto a la estatua de los lobos marinos, símbolo marplatense por excelencia. También rebosan de veraneantes las playas Popular, Punta Iglesia y La Perla, ubicadas hacia el norte.
Quienes practican actividades naúticas prefieren las playas cercanas al faro de Punta Mogotes, hacia el sur, con un mar abierto de suave declive. Desde la zona del faro hasta el límite con Miramar –vecina ciudad balnearia de la Costa Atlántica- se encuentran playas extensas menos pobladas y de entorno más agreste, con médanos, barrancas y acantilados. Allí se encuentra el Complejo Punta Mogotes, integrado por 24 balnearios en cuatro kilómetros de playas y hasta lagos artificiales.
Los surfistas también suelen reunirse en Playa Grande, una de las más selectas. Está cerca del Golf Club y del exclusivo barrio Los Troncos y es sede del clásico Bikini Open, que escandalizaría a las señoritas que se animaron al centenario maillot. Esta zona se caracteriza por sus playas privadas, como las del Yacht Club, ubicado junto al acceso a la escollera Norte, o las del Ocean Club, el sector costero más selecto de Mar del Plata junto a Polo Beach. En esta ciudad hay opciones para todos los gustos, hasta para los amantes del nudismo –o naturismo, en su definición más chic-, que se reúnen en la sureña Playa Escondida.
MÁS ALLÁ DEL MAR Una de las visitas obligadas es el Puerto, a pasos del centro. Es el principal sitio pesquero de Argentina, como se comprueba al recorrer el muelle al atardecer, cuando los pescadores están ocupados en bajar cajones repletos con la captura del día y preparan jaulas y redes para salir al día siguiente. Cerca está el Centro Comercial del Puerto, donde se venden conservas y souvenirs, y varios restaurantes donde se pueden degustar pescados y mariscos recién salidos del mar.
A pocos metros, hacia el sur, está la Reserva Natural Puerto, un humedal donde conviven más de 150 especies de animales y flora típicos de la costa. En ese ecosistema de bañados se asienta, sobre una pequeña playa, la Reserva de Lobos Marinos, que protege a la especie de un pelo, declarada en 1994 Monumento Natural de Mar del Plata. La característica más curiosa de esta colonia es que alberga únicamente a machos, unos 800, que viajan hasta las costas de Uruguay para aparearse.
Junto al faro Punta Mogotes se levanta el Aquarium, un complejo que une la playa con senderos, piletas y auditorios, exhibiendo pingüinos, mamíferos marinos, peces y aves autóctonas. El sitio tiene playa propia y un balneario con comodidades para disfrutar un día diferente.
Acaso pocos veraneantes saben que existe una reserva natural en plena ciudad: se trata del Bosque Peralta Ramos, al que se accede desde las playas de Punta Mogotes y el Alfar. Son 450 hectáreas semiurbanizadas, donde predominan pinos, nogales, robles, araucarias y magnolias, entre muchas otras especies. Por la calle Mario Bravo se llega a la feria artesanal, donde no sólo se venden productos de todo tipo sino que se presentan bandas musicales y obras de teatro.
A 20 kilómetros de la ciudad, por la R226, se llega a Sierra de los Padres, un paraje serrano donde en 1746 se asentó un grupo de jesuitas junto a la actual Laguna de los Padres. El paisaje posee una altura media de 150 msnm, lo que permite tener una vista panorámica de Mar del Plata, el valle y el espejo de agua. Una de sus atracciones, además del frondoso verde y la posibilidad de practicar parapente, es la gruta Nuestra Señora de Luján de la Sierra, también conocida como del Amor o de los Pañuelos. Los promesantes suelen ofrendarle un pañuelo blanco anudado para que se cumplan sus pedidos. Desde allí se puede iniciar una cabalgata entre los bosques y lomadas mientras despunta la luna. Un bienvenido paréntesis hasta volver a hundir la sombrilla en la arena.
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