Domingo, 23 de abril de 2006 | Hoy
BOLIVIA: MISIONES JESUíTICAS
A unos 260 kilómetros de Santa Cruz de la Sierra, la selva boliviana esconde un conjunto de pueblos que parecen detenidos en el tiempo. Se trata de las misiones de Chiquitos, donde el testimonio arquitectónico de los jesuitas se conserva casi intacto.
Por Ignacio Rodriguez
Cuando las lluvias no complican el camino, alcanzan diez horas a bordo del “Expreso Oriental” para llegar a San José. Aquí, donde los llanos húmedos orientales se encuentran con el Gran Chaco, se fundó en 1698 una de las reducciones jesuíticas más grandes en lo que es hoy territorio boliviano. El pueblo está ubicado 265 kilómetros al Este de Santa Cruz de la Sierra, a mitad de camino del límite con Brasil. Tres o cuatro veces por semana, un viejo convoy impulsado por una locomotora diésel atraviesa la verde espesura del bosque tropical boliviano y llega a este lugar perdido en las Serranías de Chiquitos.
Bajo el ardiente sol Una calma envolvente recorre las cinco cuadras que separan la estación de la plaza del pueblo, donde tres edificios construidos en piedra y lajas se levantan imponentes. No se trata de ruinas. En Chiquitos los templos religiosos no fueron destruidos tras la expulsión de los jesuitas como sucedió en la Argentina y Paraguay. Todavía es posible contemplar las fachadas barrocas de la Iglesia de San José y sus edificios anexos, como se las veía tres siglos atrás. El campanario, de tres pisos de altura, se eleva sobre modestas casas de adobe y tejados anaranjados, recortando el horizonte boscoso. Algunas viviendas todavía conservan sus tradicionales galerías frontales, que sirven de refugio para resguardarse del ardiente sol de la tarde.
Patrimonio de la humanidad Los seguidores de San Ignacio de Loyola llegaron a la Chiquitania a fines del siglo XVII dirigidos por el párroco suizo Martín Schmid y fundaron una docena de reducciones en territorios indígenas. El conjunto de colonias que instalaron los jesuitas entre 1691 y 1760 está integrado por los pueblos de San Javier, Concepción, San Miguel, San Rafael, Santa Ana y San José. Este último es el único que cuenta con edificaciones en piedra. En las demás aldeas los templos y colegios religiosos se construyeron con adobe, y se destacan por su estructura de madera finamente tallada por artesanos indígenas.
Las Misiones de “Chiquitos” (apelativo que recibieron los nativos por las diminutas puertas de sus chozas) fueron declaradas Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco a comienzos de los ’90. Dispersos entre la selva y las sierras, estos pueblos dan testimonio de aquel truncado proyecto con el que los jesuitas organizaron, además de unidades productivas, refinados centros de formación artística comparables a los que existían en el viejo mundo.
Misiones musicales La herencia barroca de la Compañía de Jesús no se manifiesta sólo en las fachadas y los retablos de las iglesias, también se expresa en una tradición musical inédita en Sudamérica. El Archivo Musical de Concepción atesora más de 5500 manuscritos musicales de misas, salmos y música instrumental de cámara escrita en latín, chiquitano, guaraní y español.
El Festival de Música Barroca, que se celebra cada dos años en los municipios de la región, es una buena oportunidad para conocer las misiones y dejarse llevar al pasado por el sonido de los violines.
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