Una de las rarezas de la naturaleza son las albuferas o lagunas conectadas al mar. La laguna de Mar Chiquita –ubicada junto a la localidad del mismo nombre y a 25 kilómetros de Mar del Plata– es uno de esos escenarios con gran valor natural inmerso en la pampa bonaerense. Su principal característica es ser una laguna paralela al mar, separada por 40 kilómetros de médanos costeros, que finalmente desemboca en el océano. Su origen se debe a las lentas pero constantes oscilaciones del Atlántico, que durante los últimos 5 mil años se fue internando poco a poco en el continente hasta conectarse con las aguas dulces de los ríos de la llanura bonaerense.

Luego de varios años de permanecer como un lugar de estudio al que sólo accedían los expertos, la Reserva Parque Atlántico Mar Chiquita abrió sus puertas al gran público y se la puede recorrer en paseos guiados. “Lo único que uno debería llevarse de una reserva es un buen recuerdo, y lo que debería dejar es una firma en el libro de visitas”, afirma el guardaparques. Y se entusiasma explicando la magia natural que dotó a la zona con más de 160 especies de aves, casi 40 de las cuales migran desde latitudes remotas. Las más numerosas son las familias de los patos, benteveos, chorlos, gaviotas y horneros, junto con flamencos, garzas moras, carpinteros, cisnes y ñandúes. Es así que durante el recorrido se puede ver cómo de pronto surge desde un pastizal una bandada con centenares de aves, o simplemente escuchar una sinfonía de trinos que se apagan junto con el sol.

El aporte de aguas dulces provenientes de los cercanos sistemas de sierras y de agua salada del mar explica una inédita cohabitación de peces. Corvinas, lisas, pejerreyes y lenguados son apenas algunas de las especies que nadan en las poco profundas aguas de la albufera, de 25 kilómetros de largo y un máximo de 5 de ancho. Y por los pastizales y bosques pululan carpinchos, gatos salvajes, mulitas, cuises y algunos zorros grises.

La pesca sólo está permitida con caña y en temporada. Además, la caza está totalmente prohibida. En la sala de interpretación se acumulan una infinidad de redes, lanzas, trampas y hondas que se les decomisan a los cazadores furtivos que suelen asolar la zona. “La crueldad a veces no tiene límites”, se lamenta el guardaparques. “Hemos encontrado gente que pone pegamento en las ramas para que los pajaritos se queden pegados.”

PANTANOS, DUNAS Y MAR A medida que se avanza por la reserva, todo cambia en un abrir y cerrar de ojos. De las enormes llanuras recortadas por bañados que resplandecen entre los pastizales se pasa a un inmenso pantano rodeado de juncales y totoras. Desde allí, la sombra invertida de un bosque de frondosos pinos y eucaliptos implantados revela la presencia de otro paisaje, cuya quietud de tanto en tanto se interrumpe por el paso de algún carpincho o nutria.

Luego de transitar por escenarios teñidos de diversas tonalidades de verde, la exuberante vegetación le cede paso a un inmenso desierto de dunas, que en principio asoman tímidas y luego se tornan imponentes, cambiando todo el tiempo según los designios del viento. Un extenso cordón arenoso permite extender la vista hacia el infinito, donde la pequeña figura del Faro Querandí marca un límite.

FESTIN DE PESCADORES Desde hace ya mucho tiempo, los pescadores encuentran en la laguna de Mar Chiquita un privilegiado espejo de agua cuya abundancia de peces fluctúa al compás de la marea. La posibilidad de capturar peces de agua dulce o salada es algo exclusivo de Mar Chiquita, que convoca a una legión de fanáticos pescadores. Se calcula que hay 55 especies y las más numerosas son el pejerrey, la corvina negra, la rubia, dos variedades de lenguado y la esquiva lisa.

Un aspecto que atrae a los pescadores es la posibilidad de pescar a lo largo de todo el año. El pejerrey está presente durante casi los doce meses del año, así como la corvina negra, que es más abundante entre la primavera y el otoño. Desde octubre hasta abril, se ve a la lisa dando saltitos en el agua, despertando la impaciencia de los pescadores más inexpertos.

Las modalidades de pesca van desde una escollera sin mojarse los pies, adentro de la laguna con el agua hasta las rodillas, o en una embarcación contratada con su correspondiente guía. Las tarifas oscilan entre los 60 y los 100 pesos por persona, y estas excursiones ofrecen también la alternativa de pescar tiburones en el mar.

TURISTAS EN ACCION A diferencia de otras localidades costeras, en el balneario de Mar Chiquita no se puede recorrer la playa en cuatriciclo, ya que esta pequeña ciudad se encuentra dentro de un área protegida.

Sin embargo, la boca de la albufera es el escenario propicio para deportes que atraen a los fanáticos de la adrenalina. La combinación entre aguas tranquilas y un viento casi siempre muy fuerte es un imán para los que practican windsurf, a los que ahora se les agregó una nueva tribu: los kitesurfers, quienes llevan un paracaídas abierto y dan increíbles saltos sobre una tabla.

Entre tanto balneario hiperpoblado, o propuestas de días cool en la playa, Mar Chiquita se ha perfilado como un refugio de lo natural, con una apuesta tranquila por la convivencia armónica con la naturaleza.