Martes, 11 de noviembre de 2014 | Hoy
En Pedir lo imposible, recién publicado por Akal, Slavoj Zizek despliega su habitual iconoclastia, quizás incrementada por el tono coloquial del libro –se trata de un largo diálogo con el coreano Yong-june Park, editor de Indigo Book Company–, para pensar el mundo contemporáneo y, sobre todo, las alternativas posibles y el campo utópico aún vigente. La crisis financiera global, las rebeliones árabes, el rediseño geopolítico promovido por la expansión de China, entre otros muchos temas del mismo tenor, son revisados por la lengua filosa y desafiante de Zizek, que se desliza del marxismo al psicoanálisis, con constantes anclajes en la cultura masiva popular. Claro que todo eso es tamizado por el conocido afán provocador del filósofo esloveno. Algunos ejemplos tomados caprichosamente: “Las ciudades grandes y sucias, donde vive la gente amontonada, son ecológicamente lo mejor para la naturaleza”; “el comunismo no es el nombre de la solución, sino el nombre del problema, el problema de lo común en todas sus dimensiones”; “el vínculo entre la democracia y el capitalismo ha quedado roto”; “mi gran esperanza es lo que ocurre en las zonas urbanas hiperdegradadas”.
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