Martes, 29 de enero de 2013 | Hoy
Por Vicente Battista
A menudo me pregunto cuál es la materia prima de un cuento. No me refiero al cuento como categoría platónica sino al simple cuento en particular; ese que me dispongo a escribir o que estoy escribiendo o que ya he escrito.
Las noticias de policía suelen ser un inagotable arcón de materias primas. “Un viejo mata a otro en un asilo”, anunciaba Crónica con letras catastróficas. No bien leí el titular me pregunté por qué un viejo mataría a otro en un asilo. La respuesta a esa pregunta fue mi cuento “Los viejos”. Otra vez leí que un hombre se había arrojado desde el último piso de Tribunales. Me pregunté por qué ese hombre había elegido el Palacio de Tribunales para suicidarse. La respuesta a esa pregunta fue mi cuento “Mañana de Tribunales”.
La materia prima también puede ser el fruto de un sueño –confieso que no es mi caso: invariablemente olvido casi de inmediato todo lo que sueño– o puede ser un hecho que se produce sin que exista razón alguna para que se produzca. Por ejemplo, un hombre tocando el clarinete, solo, en un cuarto vacío, de pronto en mitad de un agudo tira el clarinete por la ventana y detrás del clarinete se tira él.
La materia prima de “Memorándum del Museo de la Imagen” no la recogí de un asunto policial, tampoco de un hecho insólito. Fue la TV la que me brindó el material. Esencialmente, la denominada TV basura; aunque denominarla de ese modo no me parece una definición correcta: la basura se recicla y ese material reciclado contribuye a salvar grandes cantidades de recursos naturales no renovables. La TV basura no se recicla y en caso de que se reciclara otra vez produciría basura. El círculo es infernal, para comprender el adjetivo basta con trotar durante algunas horas por los diferentes canales de aire o de cable. Practiqué ese trote y el resultado fue este cuento que integra mi libro El mundo de los otros, publicado por Casa de las Américas, Cuba, en diciembre de 2006. El libro jamás llegó a estas costas, por lo cual “Memorándum del Museo de la Imagen” es inédito en Buenos Aires y alrededores.
No recuerdo con exactitud en qué fecha lo escribí, las computadoras cada vez que corregís un texto asientan la fecha de esa corrección y borran las precedentes, pero tuvo que haber sido hace más de siete años. En aquel tiempo lo concebí como un relato fantástico, con pretensiosas reminiscencias kafkianas (“En la colonia penitenciaria”, “Un informe para una academia”), que mencionaba un improbable mundo futuro. Ahora que lo he vuelto a leer, advierto que ese mundo no es tan fantástico ni tan improbable; los actuales programas de TV me dan la razón.
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