Miércoles, 30 de enero de 2013 | Hoy
Por Patricio Pron
El cuento por su autor
Aunque creo no poder explicar por qué razón me lo parece, pienso que éste es otro cuento sobre el peronismo. Es decir, es otro cuento sobre ese matrimonio en ocasiones incómodo que los argentinos hemos sellado con esa fuerza política y sobre su productividad y los esfuerzos que ésta requiere. Al menos, esto es lo que creo en este momento ya que, por lo demás, el cuento es autobiográfico: el año pasado, mi mujer y yo compramos unas bayas tibetanas y éstas desataron una plaga a la que sólo pudimos poner fin mudándonos. Ahora vivimos en otra casa (una casa desde la que se ven todas las manifestaciones que tienen lugar estos días en Madrid, las que no torcerán el rumbo de las cosas y las demás, que tampoco lo harán) y seguimos casados, lo que es bastante sorprendente. Dios envió al faraón diez señales, entre las que se incluyeron los mosquitos y las langostas, pero el faraón sólo permitió a los israelitas abandonar Egipto cuando Dios asesinó a los primogénitos de ese país. A nosotros sólo nos envió una plaga y estuvo a punto de acabar con nuestro matrimonio, pero supongo que esto se debe a que un matrimonio moderno es mucho menos estable que una gran nación del pasado. Dios guió al pueblo elegido a través del desierto, pero, cuando el pueblo elegido llegó a su destino, se dedicó a adorar al becerro de oro y Dios se enojó. Me pregunto si todo esto también tiene que ver con el peronismo de alguna manera. No importa. A los matrimonios modernos los destruyen el azar, los extraños, los insectos provenientes del extrarradio; a las naciones y a sus fuerzas políticas también. Mi esposa y yo seguimos sin tener automóvil, pero tampoco tenemos un hijo. Por supuesto, todo lo demás es verdad.
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