El cuento por su autor

“Siberia” forma parte de mi primer libro, publicado por la editorial Gog y Magog y titulado Quema, una novela hecha de relatos enlazados que arman un mundo que puede llamarse posapocalíptico, aunque yo lo veo hartamente real. Quema el mundo de los desposeídos, de tenebrosos sobrevivientes que lo perdieron todo y se enfrentan a la dura tarea de verse tal como son.

“Siberia” nació de una imagen: la de una niña albina enamorada de un hombre mucho mayor que ella y que a la vez es su protector y su explotador. Un escritor amigo, después de leer un borrador del libro, me llamó para decirme si había leído Plop de Rafael Pinedo. Yo, que soy catalana y aunque llevo siete años viviendo en este país aún hay muchas maravillas locales que se me escapan, le dije que jamás había oído hablar de él. Unos días después compré el libro y descubrí que había bastantes puntos en común, incluso pululaban por el mundo terminal de Plop albinos que parecían parientes lejanos de mi albina. Tal vez este sea para mí uno de los mayores placeres de la escritura: descubrir hermanamientos insólitos con otros escritores. Como si al fin todos bebiéramos un poco de la misma fuente.