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RIO MISTICO,
de Clint Eastwood.
Con Sean Penn, Tim Robbins y Kevin Bacon.
2003, 138 min. AVH.

Basada en una novela, Río Místico representa un cambio de registro y de ambición para el veteranísimo Clint Eastwood, que desde hace años había elegido un relajado medio tono para su cine. Ahora aborda el drama más grave y denso del mundo, combinando una investigación policial con un estudio sobre las deletéreas consecuencias que traen la pérdida de la inocencia y el abuso infantil. Tres amigos, separados en la infancia tras el abuso de uno de ellos, se reunirán fatalmente en la adultez, a raíz del asesinato de la hija de otro de los miembros de la pandilla. Aquí no hay quien quede libre de la sombra del crimen, la complicidad y el instinto de destrucción. Ni siquiera la nación entera, aludida por la celebración con que se cierra el film. Espléndidas actuaciones completan el efecto de una película de alto poder.



PERDIDOS EN TOKIO,
de Sofia Coppola.
Con Bill Murray y Scarlet Johansson. 2003,
98 min. AVH.

Ganadora de un Oscar y premiada en Cannes, la segunda película de Sofia Coppola la confirma como una de las cineastas más talentosas de su generación. Sobre guión propio y con la ciudad de Tokio como topografía de la extrañeza, Sofia une dos soledades, en una ciudad que les es tan ajena como parecería serlo el mundo. Un actor en plena cuesta abajo llega hasta aquellos antípodas para filmar unos avisos de whisky, al mismo tiempo que una chica comprueba que su reciente matrimonio no marcha nada bien. Con un fondo de hotel 5 estrellas, gigantescos avisos de neón, calles superpobladas y un idioma y costumbres casi impenetrables, ambos se rozarán, sin llegar a hacer pleno contacto. Perdidos en Tokio no sería lo que es sin la presencia de los extraordinarios Bill Murray y Scarlet Johansson.



EL TESORO DEL AMAZONAS,
de Peter Berg.
Con The Rock, Christopher Walken y Sean W. Scott. 2003,
98 min. LK-Tel.

Un forzudo que se niega a usar armas –y sueña con poner un restorán, para concretar sus sueños culinarios– no es la clase de héroe de superacción más usual. Si se le agrega que el forzudo en cuestión es ese gigante amable llamado The Rock (protagonista de la tercera parte de La momia) y que el papel del malo lo cubre Christopher Walken, la cosa pinta bien. Una escena de apertura tan graciosa como bien resuelta (en una discoteca, el tipo, solo, tiene que convencer a todo un equipo de rugby de devolver una importante suma de dinero), la distensión general y alguna que otra buena secuencia de acción ayudan a seguir con interés esta película que bien pudo haber sido el peor de los subproductos-basura. No del todo libre de clichés, el resultado queda a medio camino entre lo bueno y lo peor.



LOS MUELLES DE NUEVA YORK,
de Josef von Sternberg.
Con George Bancroft, Betty Compson y Baclanova. 1928,
75 min, b & n. Epoca.

Tanto a través de sus películas alemanas como de las filmadas en Hollywood durante la etapa muda, el vienés Josef von Sternberg pavimentó el camino que, ya en el sonoro y a partir de El ángel azul, terminaría convirtiéndolo en uno de los grandes nombres del barroquismo cinematográfico, sobre todo gracias a su larga asociación con Marlene Dietrich. Parte de su gusto por lo descabellado aflora aquí, en la idea de un casamiento “sobre el pucho” entre un fogonero de barco (el machote de George Bancroft) y una copera de voluntad suicida (la rubia Betty Compson). Como de costumbre en Von Sternberg, casi todo sucede en un único interior, que funciona como un mundo en sí mismo. También puede entreverse aquí una primera aproximación al tema del varón domado, que más tarde desarrollaría largamente.