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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
07 NOV 1999










 EL BAUL DE MANUEL
 por M. Fernandez López


Si Marx lo dijo...

Dejar el cigarrillo es muy fácil –decía Groucho Marx–: yo lo he dejado un montón de veces.” Algo así nos pasa en la Argentina con la convertibilidad a tasa fija entre el peso papel y otras monedas duras, vista siempre como una ortopedia que nos evite la disciplina del trabajo y el orden fiscal. Hubo convertibilidad antes de 1991 cuatro veces: 1) Mitre y Lucas González la establecieron el 3 de enero de 1867 por medio de una Oficina de Cambios en el Banco de la Provincia. La Oficina cerró el 17 de mayo de 1876 y González fue reemplazado por Norberto de la Riestra, hombre confiable para los intereses extranjeros. 2) Por ley del 5 de noviembre de 1881 la restablecieron Roca y Juan José Romero. Y la suspendieron Roca y Victorino de la Plaza el 24 de octubre de 1885. 3) El 4 de noviembre de 1899 la Ley 3871 la restableció a través de la Caja de Conversión, al tipo de o$s 1 = m$n 2,27. Pero su puesta en vigor debió esperar hasta 1902, tras reanudarse el crecimiento, las exportaciones y la entrada de oro. “El público –decía Prebisch– no tenía suficiente confianza en la Caja de Conversión y los factores exteriores no eran suficientemente favorables para hacer efectiva la estabilización monetaria.” Tras iniciarse las hostilidades en Europa, por la Ley 9481 de Victorino de la Plaza y Enrique Carbó, se suspendió la conversión el 9 de agosto de 1914. 4) En 1927 un importante superávit comercial elevó la existencia de oro en la Caja de Conversión. Alvear y Víctor M. Molina, por decreto del 25 de agosto de 1927, la restablecieron. Pero en junio de 1928 comenzaron las salidas oro, acentuadas en 1929 y aceleradas a partir de octubre por el crac de Nueva York, hasta llevarse todo lo acumulado desde 1927, e Hipólito Yrigoyen y Enrique Pérez Colman, por decreto del 17 de diciembre de 1929, suspendieron la conversión. La inconvertibilidad duraría hasta el 1º de abril de 1991. La Argentina, pues, antes de 1991 estableció en cuatro oportunidades papel moneda convertible: en 1867, 1881, 1899 y 1927. Cada vez que se implantó, el comercio exterior y las inversiones extranjeras aportaban oro a la Caja de Conversión. El régimen resultó vulnerable a crisis externas severas: 1875, 1885, 1914 y 1929. Desde enero de 1864 hasta abril de 1991 pasaron 127 años, 27 de convertibilidad y 100 de inconvertibilidad. Queda por ver si las sorpresas fiscales que se están encontrando no harán que la historia vuelva a repetirse.

La balsa

El 25 de noviembre de 1799 –festejamos dos siglos con esta sencilla y emotiva ceremonia– en la sede del Consulado de Buenos Aires (hoy casa central del Banco de la Provincia) se inauguró la Academia de Náutica, creada por iniciativa de Manuel Belgrano y apoyo de Pedro Cerviño. Este último sería su primer director, secundado por Juan Alzina. Cerviño enseñaba “geometría elemental y práctica, trigonometría rectilínea y esférica, hidrografía y dibujo”, y tenía autorización para destinar el tiempo que considerase conveniente para “álgebra y su aplicación a la aritmética y geometría, secciones cónicas, cálculo diferencial e integral, principios generales y de la mecánica y aplicación de ellos a las máquinas”. Alzina enseñaba “aritmética, cosmografía, geografía y descripción del globo, uso de los globos, los cuatro términos de la navegación y resolución de sus problemas, construcción y uso de los instrumentos, modo de llevar el diario y la maniobra”. En el acto inaugural, decía Cerviño: “Con frutos y con marina haremos un comercio activo (de exportación), nuestras relaciones mercantiles tomarán la extensión de que son capaces; y no seremos comisionistas de los extranjeros. Nuestras embarcaciones irán a los puertos del norte... El comercio que hemos hecho hasta ahora se ha limitado a muy poca cosa: comprar en Cádiz lo más barato posible y vender en América lo más caroposible; este sistema ha enriquecido a algunos que jamás se detuvieron a examinar los inconvenientes o ventajas de perpetuarlo. Claman por él y sus raciocinios, aunque carecen de fundamento, hacen impresión en los jóvenes que los oyen como a oráculos”. La academia era como una balsa, lanzada a navegar por las aguas del coloniaje. Buscaba concretar un proyecto de país en el que los conocimientos científicos encontrarían empleo productivo. No está de más recordar que antes de la emancipación de la India, en 1950, en ese país sobraban ingenieros. Luego de la emancipación, se convirtieron en recursos humanos escasos. Tampoco está de más recordar que el actual gobierno ha seguido una política errática con los científicos, indecisa entre premiarlos con subsidios o castigarlos con recortes presupuestarios, congelamientos de vacantes y limitación de las promociones. Y que ayer nomás, el mismo gobierno –acaso en un rapto de sinceramiento– mandaba a los científicos a lavar platos.