Como colonia de negro
Así
de persistente es la corrupción. Tan antigua e inasible que
en la India, en el siglo IV a.C., se comparaba a los funcionarios
con los peces en el agua, de quienes era imposible percibir cuándo
bebían agua o se abstenían de hacerlo. El uso de la
función pública para el enriquecimiento personal es,
de todas las corrupciones, la más vituperable, pues aunque
el enriquecimiento en sí no es condenable, es trágico
si tiene como contrapartida recursos sustraídos a la salud
pública, la educación pública, la Justicia
y la seguridad. Un grifo de oro en una bañera de un funcionario
puede equivaler a cientos de medicamentos que nunca llegarán
a otros tantos jubilados. ¿Cuántas formas de corrupción
tienen a su alcance los funcionarios? Casi innumerables, incluso
pasivas: sin hacer nada, cajoneando un expediente, puede impedirse
dar curso al castigo de un corrupto. Hemos visto cómo funcionarios
presos por graves delitos recobraron pronto su libertad sencillamente
por no recaer sentencia sobre ellos. Las compras de suministros
por las reparticiones públicas han sido, tradicionalmente,
campos propicios para la coima. También vimos cómo
el chiquitaje de la coima se vio unificado, ¿para eliminar
tales focos de corrupción o para centralizar las coimas en
una sola mano? Igual que los impuestos, el dinero del delito se
extrae de quien tiene capacidad contributiva: quien ganó
en la ruleta, o cobró un billete premiado, o retiró
dinero del banco. Aquellas actividades que prometen cuantiosas ganancias
y que necesitan permisos y autorizaciones del gobierno, están
expuestas al pedido de coimas, que pueden ser tan cuantiosas como
la ganancia empresarial. Ya no es chiquitaje, sino una maquinaria
de recaudación, cuyo obrar exige un equipo con dedicación
full time de contadores para el seguimiento y control de los pactos
non sanctos. ¿Cómo estamos con relación a otros
países? Según el trabajo de Pranaba Bardhan, Corrupción
y desarrollo (1997), si se da un valor de referencia 10 al
índice de baja corrupción (BC), al índice de
eficiencia del sistema legal (ESL) y al índice de eficiencia
de la estructura gubernamental (EG), que sólo Suiza y Holanda
alcanzaban en los tres rubros, la Argentina alcanza sólo
7,66 puntos en BC, debajo de Chile (25) y Uruguay ((8); 6 puntos
en ESL, debajo de Chile (7,25) y Uruguay (6,5), y 6,77 en EG, debajo
de Chile (8,58) y Uruguay (6,83).
Nuestras
raíces cuadradas
En
qué terreno se hunden esos conductos que llamamos raíces
y que nutren nuestros afanes y acciones? ¿En nuestros ancestros,
que nos transmiten valores y pautas culturales? ¿En el trabajo,
que moldea nuestra personalidad y desarrolla o amputa potencialidades?
En mi infancia llené muchos ocios con las canciones hispanas
de Marcos Redondo, y llegué a creer que mis raíces
eran suaves y continuas como las espirales. Pero a la hora del estudio
y el trabajo, resultaron ser filosas y cortantes como las aristas
de un cubo. Los economistas, en efecto, derivan una parte de sus
proposiciones de raíces cuadradas. El caso más conocido
es aquel en que una empresa fija el nivel de inventarios del bien
que vende. Si fija un nivel muy bajo, corre el riesgo de no tener
para vender si de pronto recibe pedidos imprevistamente altos. Si
fija un nivel alto, los costos de almacenamiento comerán
una parte de sus ganancias. La cantidad óptima es directamente
proporcional a la venta en un período dado y el costo de
efectuar nuevos pedidos, e inversamente proporcional a la longitud
del período considerado y costo unitario de mantener bienes
por unidad de tiempo. Depende de todo ello, pero no de los valores
totales, sino de su raíz cuadrada. Esta relación,
desarrollada por el análisis de operaciones, sugirió
importantes modelos sobre tenencia óptima de activos financieros
a Baumol, La demanda de dinero para transacciones: un enfoque
teórico de inventarios (1952); Tobin, La demanda
de dinero como conducta hacia elriesgo (1956); Olivera, La
ley de la raíz cuadrada de las reservas precautorias
(1971), y otros. Para Baumol, la tenencia óptima de dinero
es función de la raíz cuadrada de las transacciones
que se deben efectuar. Pero el caso más espectacular fue
el de J. von Thünen. Este estudioso alemán fundó
la ciencia económica espacial con su libro El Estado aislado
(1826), y anticipó la teoría de la productividad marginal
del trabajo como explicación del salario de mercado, expuesta
en la segunda parte de la obra citada, publicada en 1850. Thünen
llamaba a a la cantidad fija que los trabajadores gastaban en un
año, y b al valor monetario del producto nacional. Obtenía
que el salario natural era la raíz cuadrada de
a,b, el valor máximo del salario. Tan convencido estaba Thünen
de su fórmula, que la mandó grabar en la losa que
cubriría su tumba, lo cual se cumplió.
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