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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
02 ENE 2000








 DESECONOMIAS
 por Julio Nudler
Parece que los indios no consiguieron nunca buenos ministros de Economía, y probablemente haya sido ésa la razón de la derrota de sus civilizaciones a manos de los europeos. El fracaso de los remotos antecesores indígenas de Cavallo y Machinea determinó que entre el año 1000 y el 1500 la tasa anual de crecimiento del conjunto de las economías latinoamericanas (cuando todavía no eran latinas ni americanas) fuese igual a cero en términos per cápita, lo cual quizá resultara menos malo que los actuales espasmos de expansión y depresión.
La reveladora información consta, lacónicamente, en la última página de indicadores de The Economist, dedicada en la ocasión al milenio. La revista inglesa no revela cómo logró exhumar los datos, que se creían perdidos, de los institutos de estadística de los imperios azteca, maya e incaico. Sorprende, en todo caso, que esas sociedades avanzadas, que habían desarrollado sistemas agrícolas que les permitían generar excedentes y reinvertirlos, obtuvieran la misma nula tasa de crecimiento del ingreso por habitante que la economía de los nómades salvajes que poblaban la actual Estados Unidos, antes de la llegada de Walt Disney.
Gracias a los conquistadores ibéricos, Latinoamérica alcanzó entre 1500 y 1820 un ritmo anual promedio de crecimiento per cápita del 0,15 por ciento, claramente inferior sin embargo al 0,35 por ciento conseguido en Norteamérica, diferencia debida, obviamente, a la superior calidad de los ocupantes anglosajones y franceses. Roto el yugo colonial, América latina aceleró su crecimiento entre 1820 y 1995 hasta una tasa anual por poblador de 1,16 por ciento, prácticamente igual a la del mundo en conjunto.
Después de tanto siglo transcurrido, la región no luce muy bien en la foto de 1995. Su PBI individual es 3 por ciento inferior al promedio mundial, y representa un 22 por ciento del ingreso de cada estadounidense, 26 por ciento del de cada japonés y 29 por ciento del de cada europeo occidental. Como dice Manuel Solanet, la culpa la tienen los indios.