Atrás!
Atrás! Atrás!
Por
Maximiliano Montenegro
Como
tantas otras cosas, después del menemismo, el Estado nacional
ya no es lo que solía ser. De elefante blanco se
convirtió en liebre descontrolada, ironiza Marcos
Makón, el hombre en quien confía el vicepresidente
Carlos Alvarez para llevar adelante la tarea de modernización
del sector público. Hacia 1989, la administración
nacional contaba con más de 900 mil empleados, hoy son
sólo 256 mil. La mayoría de estos empleados cobra
sueldos que, si bien son bajos, les permiten sobrevivir con menos
angustias que sus pares precarizados en la actividad privada,
aunque padecen la frustración cotidiana de la falta de
expectativas e incentivos. Sin embargo, existe un selecto grupo
de privilegiados para quienes la función pública
es un negocio redondo. Son una casta gerencial y política
que responde a lealtades partidarias, antes que de bien público,
y sabe manejar a la perfección los hilos del poder burocrático.
Artemio López, director de la consultora Equis, encontró,
en base a la encuesta INdEC-Siempro, que el 25 por ciento de las
personas pertenecientes al quinto de asalariados mejor remunerados
del país una de cada cuatro trabajan en el Estado,
nacional, provincial o municipal. En cambio, en el nivel promedio
salarial del país, los empleos estatales representan sólo
el 14 por ciento. Aunque sorprendente, el dato no es raro si se
considera que en las provincias, en su mayoría con economías
en crisis, el Estado ha devenido en una jugosa fuente de ingresos
para un amplio estrato de clase media y media alta, incluyendo
funcionarios jerárquicos de los tres poderes. La administración
pública provincial cuenta hoy con más de 1,2 millones
de empleados, casi cinco veces más que el Estado nacional.
A nivel exclusivo de la administración nacional, las cifra
que maneja la Secretaría de Hacienda revelan que existe
una gran disparidad en la escala salarial. Alrededor del 10 por
ciento de los empleados se apropian del 30 por ciento de la masa
salarial total, mientras que un selecto grupo de 3 mil funcionarios
ganan, en promedio, entre 4.700 y 8.400 pesos mensuales (ver cuadro).
La reducción de la plantilla de personal en el Estado
nacional no supuso un correlato en la estructura organizativa,
que siguió siendo aprovechada por una casta de funcionarios
de media y alta remuneración y redes paralelas de consultores
financiados en parte por organismos internacionales, explica
Artemio López.
La gran duda del proyecto de ley de emergencia fiscal es si el
capítulo que dispone la flexibilización del empleo
público incluye no sólo al personal civil sino también
a las fuerzas armadas y de seguridad, que representan alrededor
del 60 por ciento del plantel estatal.
Sea como fuere, en la Alianza juran que la idea no es efectuar
despidos masivos ni bajar sueldos al grueso del personal, de modo
tal de equipararlos con los ingresos de un mercado laboral pauperizado.
Dicen que el objetivo es luchar contra una organización
laboral injusta e ineficiente.
La socióloga Diana Scialpi, funcionaria de carrera, subordinada
de Rodolfo Terragno en la Jefatura de Gabinete, acaba de publicar
un libro titulado Violencias en la administración pública.
En él, aborda historias reales de trabajadores de la administración
pública, que sufren el maltrato y la violencia que
ejercen los funcionarios públicos y vigorizan otros actores
sociales de este sector público.
Así, pasa revista a las siguientes formas de violencia
e injusticia, guiadas por lealtades políticas
o de amistad:
n Criterios irracionales de selección de personal.
n Concursos espurios.
n Sumarios injustificados.
n Sistema de capacitación con clientela cautiva y desaliento
a la excelencia profesional mediante criterios perversos de equivalencia
para la capacitación externa.
n Evaluaciones de personal con cupos: cada uno tiene
para distribuir un número determinado de calificaciones
(excelente, bueno, regular, malo).
n Sobresueldos a los acomodados distribuidos a
criterio del jefe político, en lo que en la jerga
técnica se denominan unidades retributivas.
n Infrautilización de capacidades individuales y hacinamiento
laboral, que llevan a los empleados a implementar diversas estrategias
para abandonar el lugar de trabajo: desde tomar cursos de
capacitación innecesarios y vender ropa en el propio ámbito
oficial, hasta marcar entrada para salir después
a atender alguna otra ocupación privada, desempeñarla
desde la propia oficina pública, o directamente pasar partes
de enfermedad.
Scialpi también denuncia las escandalosas desigualdades
salariales, aún para agentes que deben ser graduados universitarios
y desarrollan funciones similares, pero pertenecen a escalafones
distintos. En este sentido, describe lo siguiente:
n En base a la Dirección Nacional de Estudios e Investigaciones,
existen 64 regímenes escalafonarios diferentes, es decir,
64 reglas de juego distintas para los empleados públicos.
Pero sólo 4 de esos regímenes reúne al 56
por ciento de los puestos. Los 60 escalafones restantes son incontrolables
modalidades remunerativas, con las que se beneficia una
elite de funcionarios.
n Existe un pequeño número de posiciones clave,
constituidas por los 465 cargos en función ejecutiva
o cargos críticos. Muchos de estos cargos dice
Scialpi fueron cubiertos por concursos espurios.
A este grupo se suma un Cuerpo de Administradores Gubernamentales
(son 200 en total), creado por la anterior gestión radical,
con funciones de asesoría, que se autoevalúan
y promueven. En ambos casos, la escala salarial parte de
los 3.500 pesos, pudiendo superar cómodamente los 6.000
pesos. Además, cuentan con un régimen excepcional
de licencias y beneficios. Los 3.500 pesos que para este grupo
es piso salarial es techo para los oficiales del SINAPA (Sistema
Nacional de la Profesión Administrativa), creado por Menem.
n Una red paralela de consultores y personal contratado, cofinanciados
con el BID y Banco Mundial: son alrededor de 5 mil. Su creciente
importancia crea problemas de equidad, discriminación,
dobles lealtades entre funcionarios políticos y de planta
y trastornos en las actividades rutinarias, aseguran los
expertos.
n Las dificultades para remover a quienes ocupan los cargos
críticos, han creado otras nuevas capas de
burocracia de elite, porque la manera más fácil
de congelarlos es creando una nueva estructura para
el funcionario que se desea nombrar. Con lo cual existen cargos
duplicados, triplicados y direcciones colegiadas de gestión
sin objetivos específicos reales.
Salarios
variaditos
El
salario promedio del sector público (1252 pesos mensuales)
es bastante superior al salario promedio de la economía
(800 pesos). Sin embargo, existe una gran disparidad. El 47,5
por ciento de los agentes gana menos de 1000 pesos mensuales.
Y el 74,5 por ciento menos de 1500 pesos. En cambio, unos 3 mil
funcionarios perciben salarios promedio de entre 4700 y 8400 pesos.
El 78 por ciento son hombres y el 22 por ciento restante mujeres.
El Ministerio de Acción Social, que comanda Graciela Fernández
Meijide, es el de mayor proporción de mujeres: 57 por ciento.
Interior es el de más hombres: 88 por ciento. El sexo no
es una variable de diferenciación relevante en los salarios.
Hay 3691 empleados menores de 19 años que cobran en promedio
317 pesos mensuales. Entre 20 y 34 años, hay 94.240 personas.
Otros 107.374 empleados tienen entre 35 y 49 años. Y 3270
son mayores de 65 años. El resto (44.654 individuos) tiene
entre 50 y 64 años.
La
pirámide salarial achatada
Claves
Estado reforma
El
proyecto de ley de Emergencia Fiscal prevé un esquema laboral
más flexible para los empleados públicos.
En
la Alianza dicen que es para luchar contra una organización
laboral injusta, que privilegia a un selecto grupo de funcionarios,
muchos de ellos nombrados a dedo por el menemismo.
Radiografía
de los privilegiados dentro del Estado y de los que los padecen.
Marcos
Makón, el funcionario en que Carlos Alvarez confía
para modernizar la administración nacional,
dice que de ser un elefante blanco el Estado se convirtió
en una liebre sin control, que no se sabe para dónde va.
arriba.