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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
12 MARZO 2000








 EL BAUL DE MANUEL
 por M. Fernandez López


Mozambique

De pronto, la tierra ya no era dura y no sostenía sus cuerpos, era como agua, pero sin ser transparente, parecía tierra líquida. Y subía, subía, hasta tapar a las crianzas y las chozas. Treparon a los árboles y formaron como nidos, pero no tenían alas y no podían salir de ahí. Una gigantesca libélula de metal se posó justo encima de ellos y dejó caer una liana. Un hombre de piel rosada bajaba y los atrapaba uno a uno, metiéndolos en la panza de la libélula, donde el ruido hacía inútil gritar. Cuando la panza se llenó, la libélula siguió su vuelo, hasta posarse en tierra firme. Se abrió su panza, y huyeron despavoridos, por miedo a ser digeridos por tan colosal insecto. No sabían en qué país estaban, de dónde venían, cuál sería el próximo trastorno de los elementos, por qué la tierra se volvía de pronto líquida. Sabían tanto, o tan poco, como las gallinas y cabras que se les murieron al aparecer la tierra líquida. Eran como los demás seres de la naturaleza. Pero otros, muy lejos de ellos, sabían que esa tierra se llama Mozambique y antes se llamaba Africa Oriental Portuguesa. Hasta el presidente se llama Joaquim. Ellos sí saben que llevan cuatro siglos de colonia, que comenzaron con la busca de oro y siguieron con el horrendo tráfico de esclavos. Para robar oro o capturar jóvenes y esclavizarlos, mejor que sepan lo menos posible de sí mismos, desde ya, leer o escribir. No estaba errado Hegel cuando ubicaba a Europa en la historia y al Nuevo Mundo en la geografía o naturaleza. Expresaba el “deber ser” conveniente a los imperios. Ningún imperio ha invertido en sus colonias más que lo estrictamente necesario para extraer de ellas los recursos requeridos por su propia economía. Mal cabría esperar que Portugal, o las empresas particulares que permitieron operar en Mozambique, tras cuatro siglos de explotación, hubiera gastado un reis en obras de regulación hídrica. Las inundaciones, al fin, exterminaban a los incapaces de trepar a árboles y por ello incapaces de ser esclavos fornidos. Y el mundo no ha cambiado. Hoy a Mozambique la rigen la globalización y las directivas del FMI. Ambos necesitan poblaciones lo más estúpidas e ignorantes posible, carentes de memoria histórica, incapaces de discernir, atentas sólo a los disfraces y sonidos que les inculcan los medios de comunicación. Cuando el tiempo pase, y los recursos se hayan extraído, los pueblos volverán a su estado natural.

Azeredo

Pareto llamó derivaciones a la justificación de acciones cumplidas o propuestas de acciones, destinadas a persuadir a otros del carácter lógico o ético de las mismas, ya por mera repetición, por apelación a la autoridad, invocando valores aceptados, o por simple manipulación verbal. Los economistas han sido maestros en producir derivaciones, sobre todo en épocas de expansión territorial de los países, como la expansión ultramarina europea después del siglo XVI: aventajar a los otros estados europeos era razón suficiente para invadir y sojuzgar territorios recién descubiertos. Para Portugal su filón era Brasil. Y para ser economista de nota, se debía justificar el saqueo a tal colonia. Fue el caso de José Joaquim da Cunha de Azeredo Coutinho (1742-1821), nacido en Campos (Río de Janeiro) y educado en Portugal. En su Ensaio economico sobre o commercio de Portugal, e suas colonias (1794) dice en la Parte II (Sobre los intereses que Portugal puede extraer de sus colonias en las tres partes del mundo), cap. I (Portugal por sus Establecimientos en las tres partes del mundo puede hacer el Comercio más activo y ventajoso de todas las Naciones de la Europa): “Portugal tiene tres suertes de Establecimientos en las dos Indias y en la costa de Africa. Los de las Indias Orientales, y de la costa de Africa, sólo tienen por objeto el Comercio; y los de América tienen por objeto conjunto el cultivo y el comercio; por ello detodos los Establecimientos de Portugal, el Brasil es el más rico y el que merece más cuidado y atención”. Su propuesta ya sugería deforestación y tala masiva, resultado de la pobreza popular y la sed de ganancia del mercader, que hoy la globalización hace realidad: “Uno de los mayores ramos de comercio de las Naciones del Norte es el Comercio libre de sus maderas. Ninguna Nación tiene tantas maderas tan preciosas como nosotros, y principalmente para construcción... El labrador, que se ve en la necesidad de quemar aquella madera para desembarazar la tierra de grandes matorrales, o reducir el cultivo, la venderá por poco más que nada, y aun la regalará, con tal de desembarazar el terreno para cultivar. El pobre, carente de ocupación o que vive sólo de alquilar sus brazos, la conducirá a bordo de las naves; este tráfico aún reducido se irá haciendo de día en día lucrativo, por las grandes utilidades e intereses que el mismo necesariamente debe producir”.