Los laboratorios nacionales y extranjeros
pelean por un mercado de 4500 millones de pesos.
Ahora,
como antes, el perjudicado es el consumidor. Desde 1991,
los remedios aumentaron 144 por ciento.
El
equipo de Machinea prometía, antes de asumir, que
una de sus batallas era contra los laboratorios para bajar
precios. Pelea que ha abandonado.
El
Gobierno sólo se limita a actuar de árbitro
en la guerra de laboratorios sin intervenir en el mercado.
Estados
Unidos está ejerciendo una fortísima presión
para favorecer la posición de los laboratorios extranjeros.
Los nacionales se defienden advirtiendo que, si no se modifica
la ley de Patentes, se dispararán aún más
los precios.
|
Por
Roberto Navarro
Los
laboratorios nacionales y extranjeros decidieron apuntar al flanco
más débil de la sociedad para dirimir su pelea por
la ley de Patentes: el miedo de la gente a que suban los precios
de los medicamentos. Los locales advierten que, si no se modifica
la norma que regirá a partir de octubre, se incrementarán
los valores de los fármacos porque se está creando
un mercado monopólico. Las multinacionales replican que
la modificación propuesta por la industria nacional, que
condiciona el otorgamiento de patentes a que el nuevo producto
se fabrique en el país, elevará los costos de producción
y se dispararán los precios. La disputa real es por ver
quién se queda con la porción más grande
de un mercado de 4500 millones de dólares anuales, en el
cual no existe competencia por precios. En la contienda, el único
perjudicado es el consumidor. Hasta ahora, desde la liberación
de precios en 1991, el consumidor quedó a merced de los
laboratorios. Los precios de los remedios aumentaron 144 por ciento
desde entonces, lo que provocó una reducción del
consumo en unidades en un 20 por ciento. Y cualquiera sea el desenlace
de la disputa entre los laboratorios nacionales y extranjeros,
también lo tendrá como víctima. El Gobierno,
en tanto, mira para otro lado. En el equipo económico de
Machinea sostenían, antes de ocupar los despachos del Palacio
de Hacienda, que una de sus batallas iba a ser la pelea con los
laboratorios para bajar los precios de los medicamentos. Al parecer,
abandonaron la lucha antes de empezar. Y ahora el Gobierno sólo
se limita a actuar de árbitro de esa pelea millonaria por
controlar un mercado muy sensible, acosado por las presiones de
los laboratorios nacionales y del gobierno norteamericano.
En la misma línea de apostar al miedo de la población
para ganar la partida, Caeme, la cámara que agrupa a los
laboratorios extranjeros, jugó una carta fuerte. En diálogo
con Cash, su director ejecutivo, Martín Massini Ezcurra,
aseguró que la industria local está utilizando drogas
de origen indio y paquistaní para bajar costos y que sus
estándares de calidad de producción son inferiores
a los aceptados internacionalmente. Pablo Challú, titular
de Cilfa, la cámara local, aseguró a este suplemento
que, cuando se hiciera pública esa acusación, respondería
con acciones legales.
Mientras pelean siguen compartiendo un negocio en el que uno y
otro ganan. El año pasado, la industria local se quedó
con el 54 por ciento de las ventas y las multinacionales con el
46% restante. La Argentina es el cuarto país del mundo
en consumo de fármacos por persona, con un promedio de
186 dólares anuales. Esa posición de privilegio
se consiguió a pesar de que la tercera parte de la población
prácticamente no consume medicamentos porque no puede pagarlos.
La explicación de esta aparente contradicción es
que los medicamentos cuestan aquí el doble, el triple y
hasta cinco veces más que en otros países de Latinoamérica.
Y son incluso más caros que en la mayoría de los
países de Europa.
En el mercado operan 280 laboratorios, pero los primeros 20 se
quedan con el 70 por ciento de las ventas. Además, los
25 laboratorios más importantes (nacionales y extranjeros
juntos) son socios en Farmastar, la droguería que maneja
el 68 por ciento de la distribución de medicamentos del
país. De esta manera, articularon un oligopolio horizontal
y vertical, manejando el mercado y la distribución. La
competencia se alejó del ríspido terreno de la pelea
por precios y se centró sólo en fuertes campañas
de marketing para convencer a los médicos de que receten
sus productos. Hubo un intento fallido en 1994 para que los médicos
pudieran recetar por el nombre de la droga y no por marca. Así,
la gente elegiría con su farmacéutico el producto
más barato. Un sistema similar al que usaron Estados Unidos,
Canadá y varios países europeos para generar competencia.
Pero el lobby farmacéutico frenó la iniciativa en
el Congreso. En 1995, bajo la presión del gobierno de los
Estados Unidos, el ex presidente Carlos Menem vetó la mayor
parte de la ley de Patentes aprobada por el Congreso. Según
los laboratorios locales, aquel veto favoreció los intereses
de las multinacionales. La norma, tal como quedó, le da
al laboratorio que investiga y desarrolla un nuevo fármaco
la exclusividad para su explotación en el país durante
20 años. Siete meses antes de que venza el período
de transición que prevé la legislación, la
industria local afirma que hay que reinterpretar la ley y dejar
aclarado que la palabra explotación significa fabricación.
O sea que, para que se otorgue una patente, el laboratorio que
desarrolló el producto debe fabricarlo en el país.
El diputado frepasista Rafael Flores, que presentó el proyecto
de modificación de la ley, señaló a Cash
que si no se exige a los laboratorios extranjeros que fabriquen
acá, van a levantar las plantas y se van a ir a producir
donde les salga más barato. Tanto Brasil como Uruguay
previeron el problema e incluyeron en sus legislaciones cláusulas
que obligan a las multinacionales a fabricar los medicamentos
en sus países para obtener la patente. En un contexto en
el que todos los días se muda una empresa hacia el socio
mayor del Mercosur, muchos suponen que, si la ley comienza a regir
tal como está, los laboratorios se irán hacia Brasil.
En una batalla de datos por mostrar quién tiene razón,
la cámara local presentó esta semana en la Comisión
de Industria de la Cámara de Diputados estadísticas
que muestran que en los últimos dos años las importaciones
de las multinacionales aumentaron un 400 por ciento y que 15 de
los 40 laboratorios extranjeros que operan en el país sólo
se dedican a importar productos. Si los dejamos, en octubre
levantan campamento y se pierden cien mil de puestos de trabajo,
exageraron. Además, aseguran que en estas condiciones a
las multinacionales les convendrá importar poco y caro,
por lo que se dispararán los precios. En la cámara
que reúne a las multinacionales se preparan para demostrarles
a los legisladores que la preocupación de los nacionales
por una hipotética disparada de precios que afecte a la
población no se condice con su política de precios
vigente. A pesar de que no invierten en investigación
y desarrollo, y que sólo copian lo que nosotros creamos,
los precios de las copias locales son, en promedio, un 20 por
ciento más caras que los originales, afirman.
Desde la Secretaría de Defensa de la Competencia ven con
recelo la posibilidad de que un mercado que se viene comportando
de manera oligopólica se convierta directamente en un monopolio.
La ley dice que si los laboratorios dueños de la patente
no proveen al mercado satisfactoriamente y a precios razonables,
se dispararán licencias automáticas que permitirán
copiar a los demás laboratorios pagando un canon del 3
por ciento. Precios razonables es la misma figura que utilizó
Cavallo en los contratos de peaje y que derivó en precios
astronómicos.
¿POR
QUE EE.UU. PRESIONA POR PATENTES?
Remedios
para ricos
En
estos días los representantes de la Secretaría de
Comercio norteamericana recorren los países subdesarrollados
apurando las sanciones de leyes de patentes que protejan los intereses
de los laboratorios medicinales de Estados Unidos. En el caso
argentino, exigen que no se modifique la actual legislación,
que comenzará a regir en forma efectiva a partir de octubre.
La razón de tal apuro es que el final del proyecto Genoma
Humano, que anunció la semana pasada con bombos y platillos
el presidente, Bill Clinton, revolucionará el mercado de
fármacos.
Hace más de dos décadas que Estados Unidos viene
presionando para que haya una ley de patentes que respete la exclusividad
de fabricación de los laboratorios que investigan y desarrollan
los medicamentos. Y que éstos decidan si quieren otorgar
licencias pagas a las industrias locales de cada país.
La ley argentina prevé que a partir de octubre cada nuevo
medicamento que llegue al país gozará de una patente
que le otorgará al laboratorio que la desarrolló
exclusividad de explotación por 20 años. La ley
rige sólo para las nuevas drogas, no para las que ya están
en el mercado. Se pensaba, por lo tanto, que el cambio sería
gradual, ya que anualmente sólo se renuevan el 5 por ciento
de las drogas. Pero ahora habrá un cambio radical.
A partir del proyecto Genoma Humano, que descifró las características
de todo el mapa genético del hombre, la industria farmacéutica
desarrollará toda una nueva gama de medicamentos basados
en la corrección de los defectos genéticos. Así,
en pocos años, saldría al mercado un nuevo menú
de medicamentos, que quedaría afectado en su totalidad
por la ley de patentes. Los especialistas anuncian que, en un
principio, estos fármacos, que se espera extiendan la expectativa
de vida en un 30 por ciento, serán muy caros. Por lo que
seguirán conviviendo con los medicamentos actuales, que
serán consumidos por los más pobres.
MARTIN
MASSINI EZCURRA
CAEME (laboratorios extranjeros)
Calidad
inferior
Si
Argentina reforma la ley, estaría incumpliendo acuerdos
internacionales que firmó en su oportunidad. El país
tendrá problemas no sólo con los Estados Unidos,
también con otras naciones que desarrollan drogas originales.
Se habla de que las leyes brasileña y uruguaya exigen la
fabricación local, pero Estados Unidos ya advirtió
que denunciará a esos países ante la Organización
Mundial de Comercio. Los que están a favor de la reforma
no defienden a la población sino a los intereses de los
laboratorios nacionales. Hay productos que no se pueden fabricar
acá por una cuestión de tecnología. Otros,
porque saldrían mucho más caros y así se
perjudicaría al consumidor. Los laboratorios nacionales
no entienden nada de esto, porque hasta ahora sólo copiaron.
No son conscientes de los verdaderos costos que tiene una industria
que investiga y desarrolla. Además, últimamente
vienen bajando costos, importando las drogas desde la India y
Paquistán. Y sus estándares de calidad de producción
son inferiores a los aceptados internacionalmente.
ROBERTO
DVOSKIN
asesor del Ministerio de Economía
Precios
administrados
El
mercado de medicamentos viene funcionando de manera oligopólica,
sin competencia de precios. El gobierno anterior liberó
no sólo los precios, también la salida de nuevos
medicamentos. Así, los laboratorios lanzaron al mercado
miles de productos con cambios triviales, que no aportan nada
nuevo, con el propósito de disimular aumentos de precios.
El país debe tener una ley de patentes, porque no se puede
aceptar que un laboratorio gaste 600 millones de dólares
en investigar y otro lo copie. Pero el Estado puede hacer mucho
para controlar los precios. Se puede ir hacia un régimen
de precios administrados, como el que existe en Alemania, en donde
una comisión de 250 especialistas va siguiendo el precio
y la salida de los medicamentos, y los compara con los precios
de otros países. También, como en la mayoría
de los países del mundo, el Estado, que es el cliente más
grande de los laboratorios, puede presionar sobre el mercado ejerciendo
su poder de compra. De última, el Estado podría
tener un laboratorio propio, que no es pecado.
PABLO
CHALLU
presidente de CILFA (laboratorios nacionales)
Presiones
inconcebibles
Está
claro que cuando los legisladores redactaron la ley y escribieron
la palabra explotar estaban pensando en que los medicamentos sean
fabricados en el país. De otro modo, esa iniciativa sería
una invitación a que las multinacionales levanten las plantas
y dejen una oficina de importación. Nos acusan de que esperamos
hasta que faltaran pocos meses para la vigencia de la ley, pero
en realidad hace años que venimos hablando del tema y la
presión del gobierno norteamericano no permitió
que se reabriera la polémica. Quizás hoy, con lo
que está pasando en otros sectores, se entienda que las
multinacionales producen en el país que le es más
conveniente de cada región. Como Brasil los obliga a fabricar
en su territorio para adjudicarles una patente, las empresas volarán
hacia allá. Si el mercado de medicamentos queda en manos
de multinacionales que ni siquiera tienen producción local,
los precios no tendrán techo. Las presiones que está
soportando el gobierno nacional son inconcebibles. Somos un país
soberano y debemos defender nuestros intereses.