Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Las 12

ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
26 MARZO 2000








 BUENA MONEDA
 por Alfredo Zaiat


Mercosur o alpargatas

Antes eran los militares; ahora, los economistas son los que ven el demonio vestido de verde amarelo. La relación argentino-brasileño estuvo históricamente cruzada por una visión de rivalidad. Durante décadas el recelo mutuo era reforzado de ambos lados. Las teorías expansionistas del general Golbery do Couto e Silva, uno de los cerebros del régimen militar brasileño, se enfrentaba a la simétrica tesis antibrasileña de los geopolíticos argentinos, liderados por el almirante Isaac Rojas o en forma más sofisticada por el general Juan E. Guglielmelli. Esas posturas que ponían énfasis en la lucha por la supremacía regional tuvieron su contrapartida en las ideas de la Cepal. Estas marcaron una importante transformación en las relaciones de ambos países, a partir de las contribuciones de Raúl Prebisch, con el desarrollo de una nueva visión de la problemática latinoamericana. Ese fantástico economista escribió: “Si las perspectivas de los centros no son auspiciosas para el intercambio con la periferia, ¿por qué seguir desperdiciando el considerable potencial del comercio recíproco? ¿Es razonable seguir insistiendo en una liberalización del intercambio con los centros cuando apenas hemos logrado liberalizar tímidamente el intercambio entre países de la periferia?” (Capitalismo periférico, crisis y transformación. Fondo de Cultura Económica, 1981).
El Mercosur resultó una respuesta superadora a la desgastante e improductiva rivalidad alentada por los sectores más reaccionario de ambos países. Y un avance espectacular respecto a un mero espacio de comercio recíproco ampliado. Pero, lamentablemente, a falta de militares iluminados aparecieron ilustrados economistas, demagogos políticos y miopes empresarios a cuestionar las bases mismas del Mercosur. Hay que dejarlo claro: no es fácil ser socio de Brasil; hay que ser firme en las negociaciones, pero sin Mercosur la economía argentina convertible pierde lo poco de interesante que tiene para atraer inversiones. En definitiva, se debe admitir que el papel económico que le tocó a Argentina en ese casamiento es el de cortejo. Pero quienes proponen romper el Mercosur para alentar la integración a una zona de libre comercio como la del ALCA sueñan, en realidad, con que el país sea un estrella más en la bandera de Estados Unidos.
En esos términos está planteado el debate, más allá de cruces más o menos inteligentes, de reclamos industriales más o menos justos. El Mercosur es la única herramienta poderosa que tiene Argentina para pelear en un mundo abierto, globalizado y dominado por bloques económicos regionales. Esto no significa que no deba discutir en la mesa de negociaciones por asimetrías productivas, o quejarse por la quiebra de normas de buena convivencia como lo fue la devaluación del real.
En ese escenario objetivo de debilidad, Argentina debería asumir el Mercosur como política de Estado contando con un discurso unificado por parte del gobierno, la oposición, el sindicalismo y el empresariado. Es, en última instancia, lo que hace Brasil. Y vistos los resultados no parece que le vaya nada mal.
Si bien la administración de Fernando de la Rúa intenta articular una estrategia común, le falta energía para lograr consenso detrás de ella en el resto de los actores. Más bien carece de coraje, ya sea por decisión política de no confrontar o por propio convencimiento, para enfrentar propuestas disparatadas como las del gobernador bonaerense Carlos Ruckauf. O las amenazas, que en varios casos son extorsivas, de empresas de mudarse a Brasil. El caso más desopilante es el de Alpargatas: en enero pasado provocó con que comenzaba su éxodo. En realidad, utilizó la excusa de Brasil para poder despedir personal, cerrar algunas de sus plantas y conseguir ventajas del fisco. Algo consiguió: Ruckauf le cobrará la deuda que mantiene con el Estado provincial con zapatillas.