La larga marcha
Casi un tercio del total de desocupados
pasa más bastante más de seis meses
antes de volver a cobrar un salario o un ingreso relativamente
estable. Una proporción creciente de los argentinos, sobre
todo entre quienes superaron la barrera de los cuarenta, sufre
de desempleo crónico. El cuadro se completa con un dato
desolador: hay 420 mil jefes de familia, mayores de 40 años,
sin trabajo y con escasas chances de hallarlo en el futuro cercano.
De estos jefes de hogar dependen alrededor de 1,6 millón
de personas. Son, según los expertos, el núcleo
duro de la desocupación porque, por edad y calificaciones,
están condenados a la exclusión de un mercado laboral
cada vez más competitivo y selectivo.
Los trabajadores expulsados de la industria, en promedio de 34
años, tardan por lo menos ocho meses en volver a conseguir
otro empleo. Los que tienen 48 años, con suerte, lo logran
después de 11 meses de colas con los avisos clasificados
bajo el brazo. Y eso que unos y otros declaran calificación
y experiencia (ver cuadro). Para los que quedaron desempleados
con más de cuarenta años y, encima no cuentan con
instrucción alguna, la búsqueda se prolonga entre
15 meses y poco más de 2 años. Estas cifras oficiales,
elaboradas sobre la base de la Encuesta Permanente de Hogares
del Indec, revelan que la mayoría de los que fueron despedidos
de una fábrica están condenados a un larguísimo
peregrinar.
Según los expertos, esta desocupación de largo
plazo es especialmente notoria entre quienes provienen de
la industria por una serie de motivos. Por un lado, la propia
crisis que sumergió al sector en los últimos diez
años, dificultando el ingreso incluso de los más
jóvenes.
Por otro lado, para los de más edad, la obsolescencia de
calificación y experiencia adquiridas y las dificultades
para adecuarse a las nuevas exigencias son las principales causas
de la desocupación actual. Así, antes que un activo,
el currículum sería un handicap para
potenciales empleadores, más interesados en contratar a
jóvenes cuyo entrenamiento les resulta más rápido
y menos oneroso.
El desempleo de largo aliento no es exclusivo de los operarios
de la industria. Las mismas barreras mencionadas antes se repiten
para los que fueron lanzados por la borda desde otros barcos,
en plena madurez de su vida laboral.
De acuerdo a los últimos datos del INdEC, unos 600 mil
argentinos, el 30 por ciento del total de desocupados, no logran
volver al circuito antes de los seis meses. La definición
del INdEC de desocupados de más de seis meses, en realidad
puede significar una situación de desempleo durante un
período mucho mayor, aclara Ernesto Kritz.
Para la mayor parte de estos desocupados, la edad es una de las
principales causas de su marginación del mercado. Más
grave aún, el 70 por ciento de los desocupados jefes de
hogar tienen más de 40 años. Son 420 mil cabezas
de familia de las que dependen, en promedio, otros cuatro individuos:
es decir, 1,6 millón de personas más. El 60 por
ciento de estos jefes son hombres y el 40 por ciento restante
mujeres.
Según los estudios que manejan en el INdEC, cuando se les
pregunta por qué creen que no consiguen empleo pudiendo
dar más de una respuesta cada uno dicen lo siguiente:
n El 91,2 por ciento menciona que no hay trabajo en general.
n El 70,1 por ciento lo atribuye a la edad.
n El 52,5 por ciento a que no hay trabajo en su especialidad.
n El 46 por ciento a la falta de vinculaciones.
n El 31 por ciento a que se presenta en pocos lugares debido a
la falta de dinero para viajar.
n El 25 por ciento dice que no encuentra porque los trabajos
están mal pagos.
n El 24,6 por ciento por el nivel educativo requerido.
n El 15,6 por la experiencia laboral requerida.
Dejando de lado la contestación de un 25 por ciento de
los encuestados que afirma que la remuneración es baja,
lo cual podría llegar a asociarse a un desempleo voluntario,
como era de esperar sobresalen las menciones a la depresión
del mercado laboral, la edad, y la inadecuada especialización.
En cambio, la experiencia laboral en general no es percibida como
un obstáculo porque, justamente, eso es lo que sobra.
Kritz estudió el nivel de instrucción de los 250
mil jefes de hogar desocupados con más de 45 años,
para quienes, se supone, los trastornos laborales deberían
ser aún peores. Los resultados indican que, pese a contar
con calificaciones específicas aprendidas en lugares de
trabajo previos, su nivel educativo general es menor que para
el promedio de los desocupados. Así, el 85 por ciento no
completó la escuela secundaria, mientras que esta proporción
es de solo el 64 por ciento para el total de los desocupados.
En el gobierno están preocupados por la situación
de estos excluidos de largo plazo del mercado laboral. Sin embargo,
no está claro si existen políticas efectivas para
reintroducirlos en un sistema donde los empresarios eligen entre
una larga lista de jóvenes, empezando por los de mayor
nivel educativo.
Los expertos aconsejan como la mejor estrategia una agresiva política
de reentrenamiento. Pero admiten que, aun así,
los resultados son inciertos. Para colmo, son excluidos para los
cuales un subsidio liso y llano como los planes Trabajar, que
no ofrecen como contrapartida calificación alguna, los
condena a perpetuar la marginación. ¿Y qué
Estado estaría dispuesto a subsidiarlos por las próximas
dos décadas, hasta el final de su vida laboral?
ERNESTO
KRITZ experto de la Sociedad de Estudios Laborales (SEL)
Son
el núcleo más duro de la desocupación
¿Qué
se hace para mejorar la posibilidades de conseguir empleo de los
jefes de hogar desocupados mayores de 40 años?
Es muy complicado. Es el sector donde la desocupación
peor pega, el núcleo duro de la desocupación, el
más difícil de atacar. Porque se combinan problemas
de edad con absolecencia de sus calificaciones. El manual de texto
dice una estrategia de reentrenamiento puro, pero con una probabilidad
no muy alta de resultar exitosa. Tal vez se pueda pensar en algún
tipo de incentivo impositivo fuerte para la contratación
de trabajadores de estas características, para estimular
un poco la demanda. Pero lo más fuerte para hacer desde
el Estado es un programa de recalificación, aunque no hay
una salida clara. Es casi un consuelo.
¿Por qué el 60 por ciento de los despedidos por
la industria no consigue otro empleo antes de los 8 a 11 meses,
y otra proporción importante puede pasar desempleado hasta
dos años?
El caso de la industria es bastante complicado, porque
se combina la tendencia a la disminución del empleo industrial,
de largo plazo, con el hecho de la dificultad para reinsertarse
en otros sectores que experimenta alguien que ha trabajo muchos
años en actividades de producción manufactureras.
La persona puede declarar que tiene buenas calificaciones, pero
no aclara que son sólo para el mismo puesto en que estaba
antes. Lo más probable es que tenga bajas calificaciones
para los puestos de trabajo que existen en el mercado. No hay
una demanda fabulosa para nadie, pero encima la persona cuenta
con una calificación que no sirve.
¿Las calificaciones de estas personas hoy no valen nada
para el mercado?
Esta rigidez en sus calificaciones puede ser negativa, porque
hay que desentrenarlo y volverlo a entregar en otro
oficio. La pregunta es si esta persona tiene competencias laborales
básicas buenas, algo que a partir de la EPH (Encuesta Permanente
de Hogares) es imposible saber. Lo que pregunta la EPH es el nivel
de educación y la experiencia está dada por la antigüedad
en el empleo antes de quedar desocupado.
¿Cómo puede ser que un jefe de hogar pase más
de un año desocupado, de qué vive mientras tanto
la familia?
El 90 por ciento de los desocupados de más de
45 años son jefes de hogar. Es muy difícil que no
estén haciendo nada durante ese período. Con seguridad
realizan changas o trabajos eventuales, para sostener a la familia,
mientras sigue buscando algún empleo más estable.
Si es un desempleado de la industria y pretende reinsertarse en
alguna actividad del mismo sector, la probabilidad de que encuentre
un trabajo es muy baja. Pero también le será difícil
hallar empleo en otro sector. Esta situación expresa la
crisis de las competencias laborales. A una persona que trabajó
20 años de tornero no es sencillo enseñarle otro
oficio.
Javier
Lindemboin economista de la Universidad de Buenos Aires
Es
muy difícil reconvertir a
los mayores de cuarenta
¿Qué
se puede hacer desde el Estado para ayudar a encontrar empleo
a los desocupados mayores de 40 o 45 años?
Se puede hacer política de entrenamiento para mejorarles
la empleabilidad. Pero el tema de fondo es si existe
o no demanda. Hay una tendencia generalizada, en un contexto de
sobrante de mano de obra, a hacer una selección por gente
joven, con credenciales educativas y, en muchos casos, con perfiles
psicológicos acordes con los requerimientos de la empresa.
Así, para la persona que viene de una experiencia laboral
previa en una fábrica o en una actividad profesional adquirida
por estudios y/o en el ejercicio de la tarea, la capacidad de
volver al mercado laboral está limitada. Además,
cuanto más específica es la calificación
previa y mayor es la edad, una política de reentrenamiento
laboral es más difícil y costosa. Por otro lado,
muchas veces desde el Estado se piensa en reconvertirlo
con determinadas metas que muchas veces no están en línea
con la realidad de la demanda del mercado.
¿Entonces, no hay nada que hacer?
No digo que no se puedan hacer cosas. Pero esto es algo
así como imaginarse que desde algún organismo público
uno puede hacer una gran bolsa de trabajo. En los ochenta, en
la época de Alfonsín se quiso hacer bolsas de trabajo
provinciales. Era un esfuerzo ciclópeo y las posibilidades
de poner en contacto al empleador que requería a determinado
empleado y al desocupado que se adaptaba a esa demanda eran muy
escasas. Cuando se lograba hacer el enganche era un éxito.
No es fácil adecuar una demanda de trabajadores específica
con una oferta tan vasta, sobre todo en un contexto de fuerte
achicamiento del mercado.
¿Cómo se explica el larguísimo período
de desocupación que deben soportar los expulsados de la
industria?
Más allá de la flexibilización laboral,
en la industria hay una resistencia lógica de los empleadores
de no cambiar demasiado porque hay costos de entrenamiento muy
altos. Por eso, la rotación laboral es mucho más
baja que en el resto de la economía. Un empleador metalúrgico
no va a tomar la decisión de cambiar cada seis meses un
tornero por otro, porque este oficio requiere una calificación
en el trabajo que no es fácil de reemplazar.
Pero la industria despidió a lo loco en los últimos
diez años.
Así es. Por eso, para los que quedaron afuera las
dificultades de reinserción son enormes. Porque la industria
se está achicando y, encima, hay poca movilidad, poca rotación
en los puestos de puestos. Es un mercado cada vez más reducido
y encima rígido en los puestos que quedan.