Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Las 12

ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
26 MARZO 2000








DESOCUPADOS A LOS 40
Por Maximiliano Montenegro


La larga marcha

Casi un tercio del total de desocupados pasa más –bastante más– de seis meses antes de volver a cobrar un salario o un ingreso relativamente estable. Una proporción creciente de los argentinos, sobre todo entre quienes superaron la barrera de los cuarenta, sufre de desempleo crónico. El cuadro se completa con un dato desolador: hay 420 mil jefes de familia, mayores de 40 años, sin trabajo y con escasas chances de hallarlo en el futuro cercano. De estos jefes de hogar dependen alrededor de 1,6 millón de personas. Son, según los expertos, el “núcleo duro” de la desocupación porque, por edad y calificaciones, están condenados a la exclusión de un mercado laboral cada vez más competitivo y selectivo.
Los trabajadores expulsados de la industria, en promedio de 34 años, tardan por lo menos ocho meses en volver a conseguir otro empleo. Los que tienen 48 años, con suerte, lo logran después de 11 meses de colas con los avisos clasificados bajo el brazo. Y eso que unos y otros declaran calificación y experiencia (ver cuadro). Para los que quedaron desempleados con más de cuarenta años y, encima no cuentan con instrucción alguna, la búsqueda se prolonga entre 15 meses y poco más de 2 años. Estas cifras oficiales, elaboradas sobre la base de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec, revelan que la mayoría de los que fueron despedidos de una fábrica están condenados a un larguísimo peregrinar.
Según los expertos, esta desocupación de “largo plazo” es especialmente notoria entre quienes provienen de la industria por una serie de motivos. Por un lado, la propia crisis que sumergió al sector en los últimos diez años, dificultando el ingreso incluso de los más jóvenes.
Por otro lado, para los de más edad, la obsolescencia de calificación y experiencia adquiridas y las dificultades para adecuarse a las nuevas exigencias son las principales causas de la desocupación actual. Así, antes que un activo, el “currículum” sería un handicap para potenciales empleadores, más interesados en contratar a jóvenes cuyo entrenamiento les resulta más rápido y menos oneroso.
El desempleo de largo aliento no es exclusivo de los operarios de la industria. Las mismas barreras mencionadas antes se repiten para los que fueron lanzados por la borda desde otros barcos, en plena madurez de su vida laboral.
De acuerdo a los últimos datos del INdEC, unos 600 mil argentinos, el 30 por ciento del total de desocupados, no logran volver al circuito antes de los seis meses. “La definición del INdEC de desocupados de más de seis meses, en realidad puede significar una situación de desempleo durante un período mucho mayor”, aclara Ernesto Kritz.
Para la mayor parte de estos desocupados, la edad es una de las principales causas de su marginación del mercado. Más grave aún, el 70 por ciento de los desocupados jefes de hogar tienen más de 40 años. Son 420 mil cabezas de familia de las que dependen, en promedio, otros cuatro individuos: es decir, 1,6 millón de personas más. El 60 por ciento de estos jefes son hombres y el 40 por ciento restante mujeres.
Según los estudios que manejan en el INdEC, cuando se les pregunta por qué creen que no consiguen empleo –pudiendo dar más de una respuesta cada uno– dicen lo siguiente:
n El 91,2 por ciento menciona que “no hay trabajo en general”.
n El 70,1 por ciento lo atribuye a “la edad”.
n El 52,5 por ciento a que “no hay trabajo en su especialidad”.
n El 46 por ciento a la “falta de vinculaciones”.
n El 31 por ciento a que se presenta en pocos lugares debido a la “falta de dinero para viajar”.
n El 25 por ciento dice que no encuentra porque “los trabajos están mal pagos”.
n El 24,6 por ciento por “el nivel educativo requerido”.
n El 15,6 por la “experiencia laboral requerida”.
Dejando de lado la contestación de un 25 por ciento de los encuestados que afirma que la remuneración es baja, lo cual podría llegar a asociarse a un desempleo “voluntario”, como era de esperar sobresalen las menciones a la depresión del mercado laboral, la edad, y la inadecuada especialización. En cambio, la experiencia laboral en general no es percibida como un obstáculo porque, justamente, eso es lo que sobra.
Kritz estudió el nivel de instrucción de los 250 mil jefes de hogar desocupados con más de 45 años, para quienes, se supone, los trastornos laborales deberían ser aún peores. Los resultados indican que, pese a contar con calificaciones específicas aprendidas en lugares de trabajo previos, su nivel educativo general es menor que para el promedio de los desocupados. Así, el 85 por ciento no completó la escuela secundaria, mientras que esta proporción es de solo el 64 por ciento para el total de los desocupados.
En el gobierno están preocupados por la situación de estos excluidos de largo plazo del mercado laboral. Sin embargo, no está claro si existen políticas efectivas para reintroducirlos en un sistema donde los empresarios eligen entre una larga lista de jóvenes, empezando por los de mayor nivel educativo.
Los expertos aconsejan como la mejor estrategia una agresiva política de “reentrenamiento”. Pero admiten que, aun así, los resultados son inciertos. Para colmo, son excluidos para los cuales un subsidio liso y llano como los planes Trabajar, que no ofrecen como contrapartida calificación alguna, los condena a perpetuar la marginación. ¿Y qué Estado estaría dispuesto a subsidiarlos por las próximas dos décadas, hasta el final de su vida laboral?


ERNESTO KRITZ experto de la Sociedad de Estudios Laborales (SEL)

“Son el núcleo más duro de la desocupación”

¿Qué se hace para mejorar la posibilidades de conseguir empleo de los jefes de hogar desocupados mayores de 40 años?
–Es muy complicado. Es el sector donde la desocupación peor pega, el núcleo duro de la desocupación, el más difícil de atacar. Porque se combinan problemas de edad con absolecencia de sus calificaciones. El manual de texto dice una estrategia de reentrenamiento puro, pero con una probabilidad no muy alta de resultar exitosa. Tal vez se pueda pensar en algún tipo de incentivo impositivo fuerte para la contratación de trabajadores de estas características, para estimular un poco la demanda. Pero lo más fuerte para hacer desde el Estado es un programa de recalificación, aunque no hay una salida clara. Es casi un consuelo.
¿Por qué el 60 por ciento de los despedidos por la industria no consigue otro empleo antes de los 8 a 11 meses, y otra proporción importante puede pasar desempleado hasta dos años?
–El caso de la industria es bastante complicado, porque se combina la tendencia a la disminución del empleo industrial, de largo plazo, con el hecho de la dificultad para reinsertarse en otros sectores que experimenta alguien que ha trabajo muchos años en actividades de producción manufactureras. La persona puede declarar que tiene buenas calificaciones, pero no aclara que son sólo para el mismo puesto en que estaba antes. Lo más probable es que tenga bajas calificaciones para los puestos de trabajo que existen en el mercado. No hay una demanda fabulosa para nadie, pero encima la persona cuenta con una calificación que no sirve.
¿Las calificaciones de estas personas hoy no valen nada para el mercado?
–Esta rigidez en sus calificaciones puede ser negativa, porque hay que “desentrenarlo” y volverlo a entregar en otro oficio. La pregunta es si esta persona tiene competencias laborales básicas buenas, algo que a partir de la EPH (Encuesta Permanente de Hogares) es imposible saber. Lo que pregunta la EPH es el nivel de educación y la experiencia está dada por la antigüedad en el empleo antes de quedar desocupado.
¿Cómo puede ser que un jefe de hogar pase más de un año desocupado, de qué vive mientras tanto la familia?
–El 90 por ciento de los desocupados de más de 45 años son jefes de hogar. Es muy difícil que no estén haciendo nada durante ese período. Con seguridad realizan changas o trabajos eventuales, para sostener a la familia, mientras sigue buscando algún empleo más estable. Si es un desempleado de la industria y pretende reinsertarse en alguna actividad del mismo sector, la probabilidad de que encuentre un trabajo es muy baja. Pero también le será difícil hallar empleo en otro sector. Esta situación expresa la crisis de las competencias laborales. A una persona que trabajó 20 años de tornero no es sencillo enseñarle otro oficio.


Javier Lindemboin economista de la Universidad de Buenos Aires

“Es muy difícil reconvertir a
los mayores de cuarenta”

¿Qué se puede hacer desde el Estado para ayudar a encontrar empleo a los desocupados mayores de 40 o 45 años?
–Se puede hacer política de entrenamiento para mejorarles la “empleabilidad”. Pero el tema de fondo es si existe o no demanda. Hay una tendencia generalizada, en un contexto de sobrante de mano de obra, a hacer una selección por gente joven, con credenciales educativas y, en muchos casos, con perfiles psicológicos acordes con los requerimientos de la empresa. Así, para la persona que viene de una experiencia laboral previa en una fábrica o en una actividad profesional adquirida por estudios y/o en el ejercicio de la tarea, la capacidad de volver al mercado laboral está limitada. Además, cuanto más específica es la calificación previa y mayor es la edad, una política de reentrenamiento laboral es más difícil y costosa. Por otro lado, muchas veces desde el Estado se piensa en “reconvertirlo” con determinadas metas que muchas veces no están en línea con la realidad de la demanda del mercado.
¿Entonces, no hay nada que hacer?
–No digo que no se puedan hacer cosas. Pero esto es algo así como imaginarse que desde algún organismo público uno puede hacer una gran bolsa de trabajo. En los ochenta, en la época de Alfonsín se quiso hacer bolsas de trabajo provinciales. Era un esfuerzo ciclópeo y las posibilidades de poner en contacto al empleador que requería a determinado empleado y al desocupado que se adaptaba a esa demanda eran muy escasas. Cuando se lograba hacer el enganche era un éxito. No es fácil adecuar una demanda de trabajadores específica con una oferta tan vasta, sobre todo en un contexto de fuerte achicamiento del mercado.
¿Cómo se explica el larguísimo período de desocupación que deben soportar los expulsados de la industria?
–Más allá de la flexibilización laboral, en la industria hay una resistencia lógica de los empleadores de no cambiar demasiado porque hay costos de entrenamiento muy altos. Por eso, la rotación laboral es mucho más baja que en el resto de la economía. Un empleador metalúrgico no va a tomar la decisión de cambiar cada seis meses un tornero por otro, porque este oficio requiere una calificación en el trabajo que no es fácil de reemplazar.
Pero la industria despidió a lo loco en los últimos diez años.
–Así es. Por eso, para los que quedaron afuera las dificultades de reinserción son enormes. Porque la industria se está achicando y, encima, hay poca movilidad, poca rotación en los puestos de puestos. Es un mercado cada vez más reducido y encima rígido en los puestos que quedan.