Para
mal de ninguno
Vilfredo
Pareto era en 1900 uno de los economistas más prestigiosos
y admirados, con fama cimentada en dos obras: Curso y Manual de
Economía Política. Tal fama se fundó en trabajos
previos de Pareto, publicados como aportes originales a la ciencia
económica en 1892-95 como artículos del Giornale degli
Economisti: Consideraciones sobre principios fundamentales
de la Economía Política pura, en junio de 1892
y siguientes; La ley de la demanda, enero de 1895; y
Teoría matemática del comercio internacional
en abril de 1895. Aquellos artículos anticipaban el enfoque
de Slutsky, la ley de la distribución personal del ingreso
y el tratamiento matemático de los costos comparativos en
el comercio internacional. Incorporados en francés a los
dos tomos de su Curso de Economía Política (1896-97)
llegaron a un público lector más amplio. Ugo Broggi,
colaborador del Giornale, que vendría a la Argentina en 1910,
los conocía en italiano. Luis Roque Gondra, profesor de Historia
del Comercio en la UBA, fue uno de los pocos lectores del Curso
de Pareto. La economía paretiana, de la mano de Gondra, se
instaló en la enseñanza de la UBA a partir de 1920.
Al fallecer el sabio de Celigny, varios de sus aportes fueron comentados,
criticados y aun extendidos por académicos del país:
el enfoque de equilibrio general, por Broggi (1923-24), la sociología,
por Raúl Prebisch (1923), la ley de la distribución,
por L. Cavandoli (1926) y los costos comparativos, por Barral Souto
(1941). Pero hoy, ningún punto es tan citado como el llamado
óptimo paretiano, definido en el Curso y en el
Manual: Decimos que los miembros de una colectividad disfrutan,
en una cierta posición, de un máximo de bienestar,
si es imposible hallar un medio por el cual, apartándose
apenas de tal posición, todos los componentes de la sociedad
tuviesen mayor disfrute o mayor penuria. Vale decir, que cualquier
pequeño desplazamiento desde esta posición tiene necesariamente
como efecto aumentar el bienestar de que disfrutan ciertos individuos
y disminuir la que disfrutan otros: es agradable para unos y desagradable
para otros. La condición de validez del criterio es
que haya una cantidad fija de recursos para repartir y ellos estén
asignados totalmente. En cambio, si es posible expandir los bienes,
puede hacerse realidad el criterio del Martín Fierro: no
para mal de ninguno, sino para bien de todos.
Pensar
en los demás
Irving
Fisher comenzó sus aportes mayores a la ciencia económica
en la misma época que Pareto, al publicar su tesis doctoral
Investigaciones en la teoría matemática del valor
y los precios (1892), donde hizo una magistral exposición
del equilibrio general, sin haberlo leído a Walras. En 1906
publicó La naturaleza del capital y el ingreso, obra de consulta
sobre la distinción stocks-flujos y sobre dimensiones de
las magnitudes. Le siguieron La tasa de interés (1907) y
El poder adquisitivo del dinero (1911). Esta última fue la
obra más conocida e influyente de Fisher. Su fórmula
MV=PT, donde M es la cantidad de moneda, V su velocidad de circulación,
P el nivel general de precios y T un índice de transacciones,
fue usada prácticamente por todos los analistas monetarios
casi hasta nuestros días. Cada uno de sus términos
motivó un aporte entre nosotros: T (ingreso nacional) fue
medida por Bunge en 1917 y P (índice de precios) por el mismo
Bunge en 1918; Prebisch ofreció en 1944 una versión
propia del multiplicador keynesiano: Prebisch notó que el
valor total del multiplicador de la inversión, de Keynes,
equivalía a una suma infinita de términos; pero, en
la realidad, sólo merecían tenerse en cuenta los términos
que se desarrollaban a lo largo de un año, y ello dependía
de los hábitos de pago y de la velocidad (V) de circulación
del dinero, o número de rotaciones anuales de la masa monetaria.
Lo distintivo de Fisher, que lo destacó entre otros economistas,
fue su afán por crear movimientos quellevasen a la práctica
sus ideas con el fin de beneficiar a los demás. En 1898,
por ejemplo, contrajo tuberculosis, que pudo superar mediante hábitos
de vida y alimentación muy estrictos. A partir de su experiencia
redactó un tratado con recomendaciones para una vida saludable
y formó un movimiento provida sana. Otro ejemplo: durante
la Primera Guerra Mundial ocurrieron grandes fluctuaciones en los
precios, con la consiguiente fluctuación en el poder adquisitivo
del dinero. Y no hay peor motivo de incertidumbre y turbación
que no saber cuánto compra el dinero que se tiene: ideó
el dólar compensado, consistente en un dólar
no equivalente a una cantidad fija de oro, sino en un reajuste continuo
del precio del oro en función inversa del índice de
precios de una canasta prefijada de bienes.
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