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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
09 ABRIL 2000








 BUENA MONEDA
 por Alfredo Zaiat


Viaje a la Antártida

Contame un poquito de la Antártida. Contame cómo fue esa experiencia, dale –insistió Enrique Szewach en la entrevista que le hizo al economista de FIEL Abel Viglione, por Radio América.
–Por una invitación fui a la Base Marambio. Me tocó un día excepcional de 3° bajo cero y sin viento... Me impactó poder estar en remera en la Antártida. Y la experiencia fue que viajamos en un avión Hércules 630 para conmemorar los 30 años del primer descenso de un avión Hércules, que fue el primer avión de carga...
Quien invitó a Viglione a visitar la Antártida en calidad de turista relámpago fue su anterior jefe en FIEL y actual ministro de Defensa, Ricardo López Murphy, al sumarlo a la comitiva oficial de 30 miembros que tenía como objetivo brindar un homenaje al grupo de siete argentinos pioneros en la mítica Base Vicecomodoro Marambio. El anfitrión con dinero ajeno, o sea del Estado, es el mismo que se ganó el respeto de la city y del mundo de economistas liberales por su discurso a favor del ajuste de las cuentas públicas, enfatizando la necesidad de reducir gastos evitando el despilfarro de recursos. Es el mismo también que, al aceptar el cargo en Defensa, confirma que los economistas pueden hablar y hacer de todo con una liviandad asombrosa, como insistir ante el Senado con ascensos de militares cuestionados por violaciones a los derechos humanos, o hablar de la inmigración como “amenaza” cuando inaugura un curso de formación militar, o tolerar que el máximo tribunal militar desafiara a la Justicia Civil sobre quién debe investigar el robo de bebes durante la dictadura militar. Quien llevó a conocer la Antártida a Viglione es el mismo que en un reportaje a Página/12 del martes pasado mostró su severidad al señalar: “¿Que me ponga de pie para una foto? No, mire, no corresponde a la austeridad de esta entrevista”. Austeridad que es fácil proclamar pero que se inhibe ante un amigo.
Para algunos puede parecer un anécdota menor, sin importancia y que, en definitiva, se trata de buscar pelusas donde no las hay. Pero esa invitación resulta reveladora de lo difícil que les resulta a muchos de los economistas liberales que predican el ajuste cuando están en el llano de la city compatibilizar sus ideas con los hechos cuando ocupan un cargo público.
Cuando están fuera del Gobierno o dentro del él, pero lejos del campo minado del Palacio de Hacienda, los economistas ortodoxos van marcando con autoridad los límites de acción del ministro de Economía. Y José Luis Machinea no supo evitar esa trampa. Puede ser que haya quedado prisionero por cargar la pesada mochila de la hiperinflación del ‘89. Puede ser también que sienta que tiene que probar que no tropezará con la misma piedra dos veces y busca hacer buena letra. Pero lo más llamativo es que el actual equipo económico, que aplicó la receta prescripta por los ortodoxos puros, recibe la andanada de críticas a su gestión de aquellos que, precisamente, elaboraron el preparado de la medicina aplicada.
Hasta que Machinea no se saque de encima los fantasmas que la city convoca seguirá a la defensiva ante traficantes de opinión como Carlos Rodríguez o Guillermo Calvo, quienes no se privan de hablar de todo sin ninguna inhibición. Y no podrá implementar su ofensiva si queda atrapado en esos debates superficiales, que caló hondo incluso dentro del Gobierno, acerca de que el mal humor de la gente es por el paquete impositivo. Basta con comprender lo que significa que una sociedad conviva con una elevada desocupación y subocupación, niveles de ingresos en descenso y precariedad laboral para darse cuenta de que para conseguir una sonrisa de la gente hay que hacer algunas otras cosas más que no están incluidas en el manual de los economistas ortodoxos.