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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
09 ABRIL 2000








 DESECONOMIAS
 por Julio Nudler


El peligro está en los bancos

Los bancos internacionales son los primeros en cortar el crédito y salir huyendo de los países subdesarrollados cuando hay río revuelto. Esta tesis fue sostenida días atrás por Stephen S. Roach, director de economía global de Morgan Stanley Dean Witter en Nueva York, ante una reunión del Foro de Cooperación Económica Asiaticopacífica. Su afirmación, apoyada en muchos datos, tiende a contradecir la confianza argentina en el papel estabilizador de la banca extranjera. Roach considera infundada la extendida idea según la cual los fondos de inversión son los mayores culpables de los ataques especulativos, porque el dinero que movilizan no llega a representar el 2 por ciento del que administran los inversores institucionales (fondos de jubilación, compañías de seguros, etcétera).
De todas formas, hace falta muy poco para provocar un terremoto en los mercados emergentes, según el propio disertante. La capitalización bursátil (producto del número de acciones por su valor de mercado) suma un total de 30 billones de dólares en Estados Unidos, Europa Occidental y Japón, mientras que juntando todas las bolsas significativas del mundo subdesarrollado se llega apenas a un billón y medio. La relación es de 20 a 1.
En este sentido, cualquier cambio en la actitud de los capitales respecto de Estados Unidos tiene consecuencias multiplicadas sobre los mercados emergentes. Bastará que sólo un uno por ciento de la plata colocada en activos norteamericanos se mude rumbo al Sur para que éste reciba 150 mil millones y pueda inflarse como una burbuja. De hecho, todo el tinglado especulativo internacional vive en condiciones de peligrosa inestabilidad. Con un déficit en cuenta corriente que no tardaría en representar el 5 por ciento de su Producto Bruto, EE.UU. necesitará pronto que ingresen desde el resto del mundo más de mil millones de dólares diarios. Aunque parezca natural que reciba esos capitales, e incluso más, no hay razones para no pensar que en algún momento la percepción de los mercados cambie y el flujo se revierta. Lo difícil es imaginar la magnitud de las consecuencias.