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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
16 ABRIL 2000








 EL BAUL DE MANUEL
 por M. Fernandez López


Italianos

La primera cátedra de Economía creada en el mundo fue la que se habilitó a mediados del siglo XVIII para que el abate Antonio Genovesi pudiera transmitir esa ciencia a la juventud. El fruto de sus clases fue asimismo el primer tratado de economía que tuvo Europa. Sus páginas sintetizaron una suerte de economía del bienestar que distintos autores habían elaborado en la época, como la noción de población óptima, el teorema de máximo que Adam Smith reformularía como centro de su mensaje liberal, conocido como “parábola de la mano invisible”, y la “economía de las cinco artes fundamentales”, nombre referido a las actividades primarias o extractivas. El libro pasó a integrar la primera cultura económica argentina a través de varios cauces: en primer lugar, su traductor, Victorián de Villava, pasó a Buenos Aires como juez residenciador del marqués de Loreto y luego como fiscal en Charcas, donde parece haber influido en la formación doctrinaria de Mariano Moreno. Segundo, fue la obra elegida por Ramón Salas Cortés en Salamanca para transmitir rudimentos de Economía a un grupo de mozalbetes fuertemente impresionados por la Revolución Francesa de 1789, uno de los cuales era el padre de nuestra bandera, él mismo hijo de italiano, y que por entonces se esforzaba por dominar lenguas vivas, derecho público y economía política, a expensas de los latines y derechos romanos que Salamanca le exigía. Tercero, la obra trataba de actividades como la agricultura, ganadería y minería, que el virreinato procuraba desarrollar como fuentes de lucro, por lo que se usó como soporte de célebres peticiones de labradores y hacendados en 1793-94. La cultura económica itálica reaparece en 1854, al reinstalarse en la UBA la cátedra de Economía política suprimida por Rosas y elegirse por concurso al profesor Clemente Pinoli, ex juez en Italia y cofundador del Hospital Italiano de Buenos Aires. Ante su rechazo del libro de James Mill y la imposibilidad de conseguir el de su compatriota Scialoja, Pinoli mismo redactó un curso, en prosa ítalo-hispana, que sus alumnos copiaban y usaban como texto. En dicho curso Pinoli rescataba lo más alto de la economía italiana del siglo XVIII, como Verri y Ortes. El tercer ciclo comienza en 1910, con la llegada de Ugo Broggi, la adhesión de Gondra, las traducciones de Pantaleoni y Barone y los estudios de Ludovico Cavandoli, y se cierra hacia 1930.

Españoles

Para el italiano Genovesi, la ciencia debía enseñarse al pueblo en su propio idioma. No hay mejor ejemplo que el caso de España, donde por siglos se cultivó la economía, en gran parte sobre la base de traducciones de obras extranjeras y, a veces, traducciones de traducciones, como la primera versión de La riqueza de las naciones de Adam Smith, conocida a través de la traducción de Martínez de Irujo de la versión francesa abreviada escrita por Condorcet. La condena de Smith a las maniobras de comerciantes y manufactureros para explotar y engañar al público la repitió Antonio de Escalada en los debates de 1797 en el Consulado de Buenos Aires, tomándola de la citada edición abreviada. Otra versión de la misma obra se debe al irlandés Crumpe, traducida al castellano en España y reproducida en Buenos Aires por Juan H. Vieytes en el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio. El mercado hispanoparlante azuzó el espíritu de lucro de los franceses, quienes imprimían en su país en castellano obras de economía como las de Say o Garnier, para su venta en España e Hispanoamérica. Entre los españoles que fomentaron el conocimiento económico en la Argentina, les debemos contribuciones notables al ingeniero Pedro Antonio Cerviño, quien elaboró los esquemas de uso del suelo en función de la distancia y los métodos de transporte, un cuarto de siglo antes que el fundador de la economía espacial, Johann H. von Thünen; y al doctor José Barral Souto, quien contemporáneamente a Leonid V. Kantorovich (ganador del Premio Nobel) desarrolló el planteo y resolución de problemas teóricos económicos mediante inecuaciones lineales. En la docencia de economía, se destacan por distintos aportes los españoles Juan Manuel Fernández de Agüero, presbítero y tercer profesor de Economía en la UBA, quien elaboró una versión propia de la economía de Destutt de Tracy; el doctor Félix Martín y Herrera, seguidor de la orientación historicista y del socialismo de cátedra, quien tomó la cátedra de la UBA cuando en 1892 se separó la enseñanza de Economía de la de Finanzas públicas: su aporte se cifró en los dos tomos del primer tratado completo de economía publicado por un docente de la UBA; y el profesor José González Galé, uno de los profesores fundadores de la Facultad de Ciencias Económicas, autoridad en el campo de la Matemática financiera, cuyas obras aún hoy se siguen imprimiendo.