Italianos
La
primera cátedra de Economía creada en el mundo fue
la que se habilitó a mediados del siglo XVIII para que el
abate Antonio Genovesi pudiera transmitir esa ciencia a la juventud.
El fruto de sus clases fue asimismo el primer tratado de economía
que tuvo Europa. Sus páginas sintetizaron una suerte de economía
del bienestar que distintos autores habían elaborado en la
época, como la noción de población óptima,
el teorema de máximo que Adam Smith reformularía como
centro de su mensaje liberal, conocido como parábola
de la mano invisible, y la economía de las cinco
artes fundamentales, nombre referido a las actividades primarias
o extractivas. El libro pasó a integrar la primera cultura
económica argentina a través de varios cauces: en
primer lugar, su traductor, Victorián de Villava, pasó
a Buenos Aires como juez residenciador del marqués de Loreto
y luego como fiscal en Charcas, donde parece haber influido en la
formación doctrinaria de Mariano Moreno. Segundo, fue la
obra elegida por Ramón Salas Cortés en Salamanca para
transmitir rudimentos de Economía a un grupo de mozalbetes
fuertemente impresionados por la Revolución Francesa de 1789,
uno de los cuales era el padre de nuestra bandera, él mismo
hijo de italiano, y que por entonces se esforzaba por dominar lenguas
vivas, derecho público y economía política,
a expensas de los latines y derechos romanos que Salamanca le exigía.
Tercero, la obra trataba de actividades como la agricultura, ganadería
y minería, que el virreinato procuraba desarrollar como fuentes
de lucro, por lo que se usó como soporte de célebres
peticiones de labradores y hacendados en 1793-94. La cultura económica
itálica reaparece en 1854, al reinstalarse en la UBA la cátedra
de Economía política suprimida por Rosas y elegirse
por concurso al profesor Clemente Pinoli, ex juez en Italia y cofundador
del Hospital Italiano de Buenos Aires. Ante su rechazo del libro
de James Mill y la imposibilidad de conseguir el de su compatriota
Scialoja, Pinoli mismo redactó un curso, en prosa ítalo-hispana,
que sus alumnos copiaban y usaban como texto. En dicho curso Pinoli
rescataba lo más alto de la economía italiana del
siglo XVIII, como Verri y Ortes. El tercer ciclo comienza en 1910,
con la llegada de Ugo Broggi, la adhesión de Gondra, las
traducciones de Pantaleoni y Barone y los estudios de Ludovico Cavandoli,
y se cierra hacia 1930.
Españoles
Para
el italiano Genovesi, la ciencia debía enseñarse al
pueblo en su propio idioma. No hay mejor ejemplo que el caso de
España, donde por siglos se cultivó la economía,
en gran parte sobre la base de traducciones de obras extranjeras
y, a veces, traducciones de traducciones, como la primera versión
de La riqueza de las naciones de Adam Smith, conocida a través
de la traducción de Martínez de Irujo de la versión
francesa abreviada escrita por Condorcet. La condena de Smith a
las maniobras de comerciantes y manufactureros para explotar y engañar
al público la repitió Antonio de Escalada en los debates
de 1797 en el Consulado de Buenos Aires, tomándola de la
citada edición abreviada. Otra versión de la misma
obra se debe al irlandés Crumpe, traducida al castellano
en España y reproducida en Buenos Aires por Juan H. Vieytes
en el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio. El mercado
hispanoparlante azuzó el espíritu de lucro de los
franceses, quienes imprimían en su país en castellano
obras de economía como las de Say o Garnier, para su venta
en España e Hispanoamérica. Entre los españoles
que fomentaron el conocimiento económico en la Argentina,
les debemos contribuciones notables al ingeniero Pedro Antonio Cerviño,
quien elaboró los esquemas de uso del suelo en función
de la distancia y los métodos de transporte, un cuarto de
siglo antes que el fundador de la economía espacial, Johann
H. von Thünen; y al doctor José Barral Souto, quien
contemporáneamente a Leonid V. Kantorovich (ganador del Premio
Nobel) desarrolló el planteo y resolución de problemas
teóricos económicos mediante inecuaciones lineales.
En la docencia de economía, se destacan por distintos aportes
los españoles Juan Manuel Fernández de Agüero,
presbítero y tercer profesor de Economía en la UBA,
quien elaboró una versión propia de la economía
de Destutt de Tracy; el doctor Félix Martín y Herrera,
seguidor de la orientación historicista y del socialismo
de cátedra, quien tomó la cátedra de la UBA
cuando en 1892 se separó la enseñanza de Economía
de la de Finanzas públicas: su aporte se cifró en
los dos tomos del primer tratado completo de economía publicado
por un docente de la UBA; y el profesor José González
Galé, uno de los profesores fundadores de la Facultad de
Ciencias Económicas, autoridad en el campo de la Matemática
financiera, cuyas obras aún hoy se siguen imprimiendo.
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