Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Las 12

ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
23 ABRIL 2000








 BUENA MONEDA
 por Alfredo Zaiat


Otra vez sopa

“...las desgracias de una gran parte de ellos derivan de no saber cuándo estaban bien, cuál era el momento de quedarse quietos y darse por satisfechos”. Adam Smith, Teoría de los sentimientos morales.

Charles P. Kindleberger dice en el libro Manías, pánicos y cracs que el exceso especulativo, que en forma concisa la refiere como manía, y el desenlace de ese exceso en forma de crisis, crac o pánico “demuestra ser, si no inevitable, al menos históricamente común”. La denominada “nueva economía”, integrada por las empresas de telecomunicaciones, informática, biotecnología y de Internet, ha ingresado en ese torbellino especulativo como en su momento sucedió con la aparición del ferrocarril en el siglo XIX. Ese medio del transporte provocó una revolución en la organización económica y social, lo que llevó a muchos a soñar con ser millonarios apostando a esa “nueva era” que prometía la expansión del comercio a niveles impensados para la época. El tren produjo, efectivamente, una profunda transformación, pero no sin antes precipitar una fiebre especulativa: en 1847, en Gran Bretaña con bonos de compañías ferroviarias y en 1856, en Estados Unidos con terrenos públicos linderos a supuestas trazas ferroviarias, derivaron en profundas crisis financieras. Lo más probable es que con las compañías puntocom y aquellas vinculadas con lo que genera Internet suceda algo similar. Modificarán, y en los hechos ya están cambiando, la manera de comunicarse, de hacer negocios y de cómo hacerse millonario. Pero hasta que se consolide esa nueva economía se producirá una depuración que, tal como enseña la historia, se manifestará en crisis financiera-bursátil. El derrumbe del índice de acciones tecnológicas Nasdaq en el mercado de Estados Unidos ha sido apenas una señal.
Un aspecto, que no es menor, de esta manía de Internet en relación con la del tren fue que en esta última la crisis posterior tuvo su difusión a unos pocos países. En cambio, un eventual crac de Wall Street con epicentro en las acciones tecnológicas difundirá sus efectos al resto de los mercados, castigando con más dureza a aquellos más vulnerables. Y en primera fila se ubica Argentina.
En cuestión de crisis internacionales y su impacto en la economía, Argentina tiene su rica historia en los últimos años. Desde el efecto tequila mexicano, el arroz asiático, pasando por el vodka ruso y hasta el caipirinha brasileño, siempre estuvo expuesta a recibir golpes. No se salvó de ninguna. Por el contrario, cada una de ellas le pegó con fuerza provocando un proceso recesivo en la economía que, aunque sorprenda, tardó más en superarse que en los países que fueron el detonador de la crisis. Y no pocos analistas han empezado a señalar que en caso de una caída del mercado bursátil estadounidense, Argentina sufrirá nuevamente el deterioro de su situación económica justo en el momento que había empezado a salir lentamente del pozo.
Más allá de que se produzca o no el temido derrumbe de las acciones americanas, resulta por lo menos inquietante la percepción de que el mercado local siempre se verá afectado ante turbulencias internacionales. Pone en evidencia, en última instancia, la mayor vulnerabilidad de la economía argentina ante shocks externo respecto del resto de la región. Chile sufre la crisis asiática, pero ya ingresó en un sendero de crecimiento; Brasil devalúa su moneda generando acentuados desequilibrios, pero ya ha empezado su despegue; México se derrumbó en el Tequila y ahora recibe las mejores notas de las agencias calificadoras internacionales. Y Argentina sigue penando por las crisis.
Lo que sucede es que un país con un mercado pequeño que no atrae inversiones de magnitud que no sean para comprar plantas ya instaladas o extractivas de materias primas, fuertemente endeudado, con desequilibriode las cuentas públicas, con déficit externo, fuga de capitales y un tipo de cambio congelado queda a merced de los vientos financieros huracanados. Mafalda era una visionaria: otra vez sopa.