Vértigo
globalizador
El ritmo de
globalización de la Argentina durante los años que
rodearon la reelección de Carlos Menem fue tan asombroso
que el país ocupó el segundo lugar entre un conjunto
de 25, siendo sólo superado por Filipinas. De acuerdo con
la consultora A.T. Kearney, entre 1993 y 1997 la Argentina profundizó
su integración a la economía global a un ritmo del
9 por ciento anual. Brasil, en cambio, marchó a una velocidad
mucho más cauta: 3,5 por ciento por año, en promedio,
mientras que México (donde detonó la crisis del tequila
a fines de 1994) caminó en la dirección opuesta, desglobalizándose
a una tasa del 4,5 por ciento anual.
El caso azteca no fue el único. Dentro de la muestra explorada
por Kearney, también Egipto, Turquía, Indonesia y
Malasia fueron reduciendo su grado de integración al mundo,
incluso antes de que se encendiera la mecha de la crisis asiática.
Esto parece sugerir que la globalización no es un imán
irresistible, del que nadie pueda sustraerse, al menos durante ciertos
períodos. Pero tanto o más interesante es observar
que muchas economías, muy diversas entre sí y muy
exitosas en varios casos, prefirieron pisar el acelerador mucho
más prudentemente que los argentinos. Puede retrucarse que
algunas ya tenían mayor grado de globalización, pero
la diferencia no es siempre decisiva.
Algunos de los países menos contagiados que la Argentina
de la fiebre global fueron China, Italia, Nueva Zelanda (puesta
a menudo como modelo a imitar), Estados Unidos, Irlanda (señalada
como país-éxito dentro de la Unión Europea),
Gran Bretaña, Sudáfrica, India, Israel, Sudcorea,
Francia y Japón (de mayor a menor ritmo globalizador).
La mala imagen que tiene la globalización entre los argentinos
puede deberse a una posología errónea. Si la dosis
hubiese sido menos drástica, dándole a una economía
cerrada el tiempo que necesitaba para sobrevivir a la apertura,
habría sido menor tal vez el número de víctimas.
También es cierto que, en tal caso, la Argentina no hubiese
ocupado una posición tan airosa en el índice de la
consultora Kearney.
|