Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Las 12

ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
23 ABRIL 2000








 DESECONOMIAS
 por Julio Nudler


Vértigo globalizador

El ritmo de globalización de la Argentina durante los años que rodearon la reelección de Carlos Menem fue tan asombroso que el país ocupó el segundo lugar entre un conjunto de 25, siendo sólo superado por Filipinas. De acuerdo con la consultora A.T. Kearney, entre 1993 y 1997 la Argentina profundizó su integración a la economía global a un ritmo del 9 por ciento anual. Brasil, en cambio, marchó a una velocidad mucho más cauta: 3,5 por ciento por año, en promedio, mientras que México (donde detonó la crisis del tequila a fines de 1994) caminó en la dirección opuesta, “desglobalizándose” a una tasa del 4,5 por ciento anual.
El caso azteca no fue el único. Dentro de la muestra explorada por Kearney, también Egipto, Turquía, Indonesia y Malasia fueron reduciendo su grado de integración al mundo, incluso antes de que se encendiera la mecha de la crisis asiática. Esto parece sugerir que la globalización no es un imán irresistible, del que nadie pueda sustraerse, al menos durante ciertos períodos. Pero tanto o más interesante es observar que muchas economías, muy diversas entre sí y muy exitosas en varios casos, prefirieron pisar el acelerador mucho más prudentemente que los argentinos. Puede retrucarse que algunas ya tenían mayor grado de globalización, pero la diferencia no es siempre decisiva.
Algunos de los países menos contagiados que la Argentina de la fiebre global fueron China, Italia, Nueva Zelanda (puesta a menudo como modelo a imitar), Estados Unidos, Irlanda (señalada como país-éxito dentro de la Unión Europea), Gran Bretaña, Sudáfrica, India, Israel, Sudcorea, Francia y Japón (de mayor a menor ritmo globalizador).
La mala imagen que tiene la globalización entre los argentinos puede deberse a una posología errónea. Si la dosis hubiese sido menos drástica, dándole a una economía cerrada el tiempo que necesitaba para sobrevivir a la apertura, habría sido menor tal vez el número de víctimas. También es cierto que, en tal caso, la Argentina no hubiese ocupado una posición tan airosa en el índice de la consultora Kearney.