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E-CASH
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DE
LECTORES
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MACHINEA
Está
claro, nubes oscuras poblaban un horizonte frondoso en compromisos
al tiempo que la crítica situación hacía
impostergable cualquier retraso en el manipulado cronómetro
de los organismos internacionales. El hombre debía tomar
una decisión donde ya no había espacio para vacilaciones
y en la que debía primar la firmeza por sobre la reflexión.
Las opciones, sintéticamente, eran dos: apostar a una reactivación
del mercado interno mediante el amplio abanico de posibilidades
con las que aún cuenta el Estado, a fin de fomentar el
consumo como musa inspiradora de una posterior recuperación;
o, el otro sendero, más conocido por frases como poner
las cuentas en orden, que conduce a políticas de
disminución del gasto público y aumento de impuestos,
y cuyo inequívoco objetivo es lograr que una remozada fachada
del Gobierno despierte un guiño displicente de los acreedores
y organismos internacionales de crédito, formalizándose
finalmente en una baja del riesgo país y su beneficioso
efecto sobre el crédito y la inversión como puntapié
inicial del círculo virtuoso de la economía. Para
el beneplácito de la ortodoxia, José Luis Machinea
optó por esta última, aun a costa de la convicción
ideológica que dejó traslucir a lo largo de su trayectoria
profesional. En un hombre cuyo paso por la función pública
en la década del 80 lo encontró ante un desborde
y un desconcierto generalizado, que más que la excepción
fue la regla, esto significaba una apuesta del tipo todo
o nada. Actualmente, los indicadores económicos aún
esbozan tímidas variaciones, pero el titular de Economía
sabe que en los próximos meses las cartas estarán
echadas y personalmente tendrá mucho más en juego
que lo que a simple vista aparenta. Si es un éxito, todos
saldremos felices a congratularlo; si no lo es, con el tiempo
las heridas superficiales habrán cicatrizado, dando paso
al hombre que interiormente sabrá lo que pudo hacer y no
hizo, o no se atrevió.
Alfredo J. Meola
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