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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
30 ABRIL 2000








 EL BAUL DE MANUEL
 por M. Fernandez López


Una ayudita de mis amigos

Detrás de un gran hombre no siempre hay una gran mujer. En su lugar, o además de ella, a veces hay un gran amigo, que complementa sus esfuerzos al aportarle elementos nuevos, que reconoce el valor de su obra, o simplemente le da ánimo para seguir. En 1815 Ricardo escribió un folleto memorable para la ciencia económica, su “Ensayo sobre la ganancia del capital”, que se proponía persuadir al Parlamento sobre la ventaja de derogar las leyes cerealeras. En el recinto, dominado por intereses de los terratenientes, fracasó. Cualquiera hubiese hecho un bollo y tirado el folleto a la basura. James Mill reconoció que el escrito encerraba en germen una teoría económica nueva, y que su florecer no debía frustrarse. Ricardo era vacilante en cuanto a su capacidad de expresión literaria, y resistió los ruegos de Mill para desarrollar en un libro las ideas del folleto. Pero Mill no se rindió y al fin despejó las dudas de Ricardo. El libro se publicó en 1817 y sigue siendo una de las cuatro o cinco obras más importantes de la ciencia económica de todos los tiempos. ¡Ah!, la propuesta de Ricardo sobre cereales fue retomada por el Parlamento y aprobada en 1846 y, a partir de entonces, Inglaterra construyó un sistema mundial de comercio e inversiones. Otro caso fue el de Jansci von Neumann: a los 24 años publicó en Mathematische Annalen un artículo de 26 páginas sobre axiomatización de la teoría de los juegos. Matemático e ingeniero químico, su mundo transcurrió en esos ámbitos, y en 1930 pasó a enseñar en Princeton. Los avatares políticos llevaron a la anexión de Austria a Alemania en 1938 y a la dispersión de los economistas de Viena. Uno de ellos, Oskar Morgenstern, emigró a Princeton, y en seguida trabó amistad con Von Neumann, proponiéndole conectar con la economía el trabajo de diez años atrás sobre juegos. Trabajaron en ello desde 1940 y en 1944 publicaron “Teoría de los juegos y comportamiento económico”, otra gran obra de la ciencia económica. Keynes tuvo un amplio círculo de amigos, que le dio la mejor ayuda: leer su obra. En 1931 un círculo se formó en torno de su “Tratado sobre la moneda”: Robinson, Kahn, Sraffa, etc. Sus resultados pasaban a Keynes a través de Kahn o en desayunos de trabajo en Cambridge. La “cocina”, síntesis y orden final fueron de Keynes y el producto la Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, acaso la obra de economía más importante del siglo XX.

Solidaridad o desintegración

Platón nos legó la idea de la interdependencia entre personas como soporte de la actividad económica: cada ser humano es singular, por nacer dotado de cualidades para efectuar cierta tarea superiores a las de los otros. La sociedad lo necesita, y él necesita de la sociedad; así como en un rompecabezas cada pieza es distinta, el resultado depende de cada pieza y cada una de ellas alcanza su sentido dentro del todo. Ello origina la división del trabajo, el intercambio de excedentes y el empleo del dinero como medio de estimar el valor de las cosas y facilitar el intercambio. “Sociedad”, no está de más recordarlo, viene de la raíz indoeuropea “sekw”, que en latín originó “socius” (aliado, compañero). La base en que transcurre lo económico requiere entre los participantes un grado mínimo, no renunciable, de solidaridad. Aquello que Adam Smith llamó “simpatía”, o amor al prójimo, contrapuesto al “egoísmo” o amor propio. La economía familiar eleva el espíritu de entrega al otro; la economía de mercado exacerba el espíritu competitivo, o de triunfo sobre el otro. Como en todo lo humano, la expansión unilateral de una de las dimensiones empobrece la diversidad y riqueza de la vida. Hoy ciertamente vemos predominar sólo el espíritu de rivalidad, donde todos son enemigos de todos, la anomia es la ley y los instrumentos de vínculo entre personas son con frecuencia el bastonazo en la cabeza, el navajazo, el ladrillazo y la descarga de perdigones o balas de calibre mayor; regiones enteras se han convertido en polvorines a punto de estallar. El mercado es el único distribuidor de los bienes, sin garantizar a todos el recurso para participar en los mercados: el ingreso derivado de un empleo. El régimen cambiario provoca la desaparición de la industria. El régimen tributario castiga a la clase media y exime a la gran empresa y al capital financiero. La extrema desigualdad en ingresos y riqueza se traduce en que capas importantes de la población subsisten debajo de la línea de pobreza, y que un mínimo cambio en el reparto relativo las lleva a niveles de vida aun peores en términos absolutos. La economía ¿es paz o guerra?, se preguntaba Edgeworth. Hoy y aquí, mientras se siga hablando de reducir salarios, gravar más a la clase media, dejar que el desempleo se quede, la sociedad –y por tanto la economía– será un conjunto de individuos en estado de agresión y a la defensiva de los demás.