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DESECONOMIAS |
por
Julio Nudler
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Aunque parezca mentira, los trabajadores argentinos se cotizan
cada vez más alto. Así, en las negociaciones para
la absorción de Previnter por Orígenes, ésta
ofreció por aquélla un precio calculado en base
al número de aportantes de la primera, a razón de
1000 pesos por cabeza. Este es un valor superior al de todos los
acuerdos anteriores, lo cual tiene su explicación (que
sólo encontrará el lector paciente hacia el final
de esta modesta columna).
Como queda sugerido, lo que el comprador valora no son los trabajadores
sino sus aportes o, más exactamente, el flujo de ingresos
por comisiones que generarán durante cierto número
de años. Es como adquirir una estancia a tranquera cerrada,
con el paisanaje adentro, y por ende el rédito que podrá
obtenerse de su trabajo.
Es preciso tener en cuenta que la mayoría de los costos
de las AFJP son fijos. Esto significa que no crecen, o casi no
crecen, cuando se suman más aportantes. El único
costo estrictamente variable es el del seguro que cubre los riesgos
de muerte o invalidez de cada afiliado. Por tanto, toda Administradora
que se traga a otra reduce sus costos unitarios. Si a esto se
agrega el crecimiento vegetativo, y el que pueda lograrse mediante
el marketing, la curva de los costos no hará otra cosa
que descender.
Ya hoy, la ganancia limpia de las AFJP es aproximadamente la mitad
de las comisiones que cobran, con tendencia a crecer por el mecanismo
arriba expuesto, que no consiste en nada diferente de las llamadas
economías de escala. Pero hay otras ventajas no desdeñables,
porque los asociados, divididos en segmentos por tramos de ingresos,
son clientes potenciales para otros negocios financieros, desde
créditos hipotecarios a seguros de salud.
Así vista la cuestión, puede entenderse que un trabajador
con aportes regulares llegue a valer 1000 pesos, a pesar de vender
una mercancía su trabajo que se deprecia cada
vez más en el mercado. Su captura ayuda a ganar la carrera
de la concentración, que es la clave de todo negocio.
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