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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
30 ABRIL 2000








10 AÑOS DE CASH

PARA DOMINGO CAVALLO, EL, MAS CARLOS RUCKAUF, JOSE MANUEL DE LA SOTA Y CARLOS REUTEMANN, CUENTAN MAS

“¿De la Rúa? No es tan importante”

Mientras en un piano alguien tocaba “Mi Buenos Aires querido”, Domingo Cavallo habló largamente con Cash en una mesa del café Módena. La idea era ceñirse a la política económica, soslayando la campaña electoral porteña. Y el Mingo cumplió, pero con algún desliz.

Por Julio Nudler

Por qué después de nueve años de Convertibilidad hay tanta desesperanza, tanto abatimiento en la gente?
–Este es un típico problema de pérdida de competitividad porque no se mantuvo el impulso. Se cortó la política de remover los impuestos que aumentan los costos de producción y de desregular. En muchos sectores los costos de producción están por encima de los precios de venta, tanto para exportar como para competir con las importaciones. Producir no genera ganancias. Esto ha paralizado las inversiones. Los consumidores tienen miedo sobre el futuro y se retraen. La recesión tiene así origen en el lado de la oferta, por la pérdida de competitividad.
¿La rigidez de la Convertibilidad no es culpable de esto?
–Ese es un error. Los que dicen eso añoran las devaluaciones, que eran empobrecedoras. Por culpa de ellas la Argentina no creció. Devaluar significa reducir los ingresos de la gente y afectar sus ahorros. Si devaluásemos, en el corto plazo recuperaríamos competitividad, pero no crecimiento. Lo que debe hacerse es eliminar impuestos distorsivos y remover regulaciones que atentan contra la eficiencia. Hay que reactivar la demanda, pero de manera creíble.
Brasil, después de devaluar, volvió a crecer, y además el real recuperó parte del valor perdido...
–Depende de cómo se mida. Desde el punto de vista del poder adquisitivo de los brasileños, no hubo crecimiento. En cuanto a la revaluación del real, lógica después de una fuerte devaluación, significó introducir una gran inestabilidad y una incertidumbre, muy costosas en términos de la tasa de interés. Por esto, a pesar de la devaluación, Brasil no resolvió el problema de la deuda externa ni de la interna. Su problema de endeudamiento se agravó. Están, como nosotros, en una encrucijada, pero peor que la nuestra por haber introducido una incertidumbre adicional.
Si las privatizaciones ya se hicieron, si ya fueron vendidos los bancos y las empresas apetecibles, y si, como usted dice, en la Argentina se produce a pérdida, ¿cómo esperar que sigan ingresando capitales?
–Mientras haya recesión y pérdida de competitividad, no van a venir capitales. Pero lo peor de todo es que no se van a invertir los ahorros argentinos. Hoy se da la paradoja de que los bancos tienen capacidad prestable, porque el ahorro interno ha estado aumentando, y el mismo sistema de las AFJP está generando acumulación de ahorros. Pero cuando los bancos ofrecen créditos, como los hipotecarios, se encuentran con que no hay demanda porque la gente tiene temor del futuro. La recesión prolongada afecta el estado de ánimo de los consumidores.
¿A usted le parece que impuestos distorsivos como Ingresos Brutos son tan significativos como para hacer la diferencia entre competitividad y falta de competitividad?
–Bueno, son un elemento. No hay que olvidar que desde octubre de 1996 se han ido recreando y creando impuestos distorsivos. En aquel momento reimplantaron el impuesto al gasoil, que tiene efectos muy negativos sobre el costo de transporte y de laboreo agropecuario. Estados Unidos, con una geografía extensa, como también es la argentina, subsidia el precio de los combustibles para ganar competitividad. Nosotros lo gravamos. Hoy el combustible es mucho más caro en la Argentina que en Brasil y Chile, dos países que no tienen la abundancia de petróleo y gas que tenemos nosotros.
Sí, pero recaudan cobrando el impuesto a las Ganancias en serio...
–De acuerdo, pero yo estoy hablando de factores que restan competitividad. No se ha eliminado Ingresos Brutos en las etapas intermedias de la producción, a pesar de que se había aumentado el IVA con ese objetivo. Se gravó el gasoil. Luego se crearon impuestos sobre la tasa de interés, pero en lugar de gravar los intereses pasivos, como hubiese sido lo correcto...
Las rentas financieras...
–... gravaron el endeudamiento. Pero esto aumenta significativamente el costo del capital. El noventa por ciento de las empresas, y sobre todo las pymes, cuando recurren al endeudamiento no lo hacen para no pagar impuestos, sino porque no tienen acceso al mercado de capitales. Por tanto, el endeudamiento es como un factor de producción más. Encarecer ese capital financiero, cuando ya es caro por el riesgo país, por la incertidumbre, causa una importante pérdida de competitividad.
Con ese impuesto se quiso acabar con maniobras para evadir Ganancias, porque se traían capitales disfrazándolos de préstamos.
–Pero eso podía corregirse como lo está en todos los países del mundo: gravando la renta financiera y no el endeudamiento empresario. Ahí se equivocó el equipo de Roque Fernández, creyendo que da lo mismo gravar de uno u otro lado. Eso sólo es verdad si todas las empresas tuvieran igual acceso al mercado de capitales, a emitir acciones o conseguir que un fondo de inversiones le compre una parte del capital. Pero en la Argentina muy pocas empresas están en esa situación. Para las que tienen que endeudarse, el costo financiero es a veces más alto que el laboral. Después de eso, viene el gobierno de De la Rúa y vuelve a aumentar impuestos.
Dicen que no tenían más remedio, o al menos no se les ocurrió nada mejor...
–El impuesto a las Ganancias para gente que cobra entre 1500 y 6000 pesos es también un factor de aumento en los costos de producción, o castigo a sectores que no son de altos ingresos. Esa gente es, justamente, la que constituye el mejor factor de producción para la competencia que tiene la Argentina. Son los mandos medios de las empresas, los ejecutivos de las pymes. Es donde claramente tenemos ventaja respecto de Brasil.
O sea que han gravado una ventaja comparada.
–Si uno mira lo hecho en materia impositiva, ha sido muy equivocado desde 1995. Asumo también responsabilidad por haber aumentado impuestos en medio de la crisis del tequila. Pero ahí expliqué que no tenía otra alternativa, porque la presión en ese momento no fue sólo del FMI sino también de los economistas del establishment –por ejemplo Roberto Alemann– y de la CGT, que quería que eleváramos de nuevo los aportes patronales y las contribuciones sociales. Yo ahí no tuve alternativa, porque en un fin de semana tuve que tomar una decisión, para salir el lunes a buscar capitales que se habían fugado y evitar que se descuajeringara la Convertibilidad. Pero el aumento del IVA era por un año, y sólo se mantendría si se bajaba Ingresos Brutos. El aumento de aportes patronales lo revertí en seis meses, incluso para los servicios, porque yo no creo en esa diferenciación entre producción de bienes y de servicios.
¿Por qué se quedó tan sola la Argentina en el mundo con su régimen cambiario?
–No es así. Casi todo el mundo avanzado tiene moneda convertible, canjeable por otra sin restricciones. Y hay muchos países con cambio fijo.
¿Cuáles?
–Los europeos, porque tienen el euro. Italia, España tienen cambio fijo en relación con el marco alemán, porque poseen una moneda común. Además, Inglaterra, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Singapur tienen monedas convertibles con tipo de cambio flotante. Por tanto, las fluctuaciones de la moneda no crean crisis de confianza. El gran peligro de las monedas flotantes surge de la inconvertibilidad. Con monedas como el real, el peso mexicano, y como era el austral, todas inconvertibles, se afectan los derechos de propiedad de los ahorristas y se aumenta el costo del capital.
¿Cómo ve la caída del euro?
–La caída de una moneda convertible no provoca crisis. Sólo afecta la competitividad relativa. Si como región pudiéramos llegar a tener una moneda convertible y fluctuante, seguramente tendríamos un mejor régimen monetario. Pero la cuestión es cómo se llega allí, cómo tener un euro para América del Sur.
¿Cuál sería la fórmula?
–Mi teoría es que la única forma es pasar por una etapa previa de Convertibilidad a la argentina, pero también en Brasil. Es imprescindible pasar por un régimen de respaldo en moneda extranjera para conseguir primero que la moneda sea convertible. Si no, sería una moneda de baja calidad, poco confiable, que incorporaría incertidumbre y altas tasas de interés, lo que encarecería el capital y descolocaría competitivamente a la región.
Si los brasileños no aceptan su teoría, ¿la única salida de la Convertibilidad es la dolarización?
–Pienso que nosotros vamos a seguir en la Convertibilidad hasta que Brasil entre en un régimen similar. Y yo creo que finalmente lo hará porque la Convertibilidad es el norte de todos los sistemas monetarios.
¿Y con cambio fijo, por añadidura?
–Es que no podría ser de otra forma. Todos los países que hoy tienen moneda convertible atravesaron una larga etapa de respaldo en una moneda fuerte, como el dólar con el oro, desde 1880 a 1933. Ahora bien: aunque nunca lleguemos a tener como región una moneda convertible y flotante, una convertibilidad como la argentina nos conviene porque nos deja abierta una puerta para negociar la dolarización con Estados Unidos, con el objetivo de que el Banco de la Reserva Federal pase a ser hemisférico. Si en cambio adoptáramos unilateralmente el dólar, a la panameña, nunca podríamos obtener un asiento en la Reserva Federal. Asimismo podríamos utilizar, en conjunto con Brasil, no sólo el dólar sino también el euro y el yen, y luego, si decidiéramos meternos en el área del dólar, lo podríamos negociar.
Además de haber aumentado impuestos en el tequila, ¿qué otros errores admite haber cometido? ¿El fuerte aumento del desempleo, por ejemplo?
–No pudimos hacer todo lo que era necesario, por ejemplo, la reforma del Estado en las provincias, que es más importante que a nivel nacional. Son 45 mil millones de Gasto Público, clave de la política social, de la política de recursos humanos. Es educación, salud, sanidad, seguridad, justicia. Pero en la Argentina se discute todo como si todo lo resolvieran el presidente de la Nación y sus ministros. Los gobernadores y las legislaturas provinciales le echan la culpa de todo al gobierno nacional, sin asumir su responsabilidad. Esto crea la falsa ilusión de que la situación cambiará cuando cambia el presidente. Pero es más probable que en la Argentina haya progresos por cambios en gobiernos locales. Si Ruckauf, De la Sota, Reutemann y yo en la ciudad de Buenos Aires tenemos éxito, eso beneficiará la productividad, el crecimiento y la equidad mucho más que las mejores políticas que pueda implementar De la Rúa.