El examen
que enfrenta la Alianza en el gobierno
El
desafío, un nuevo Estado
El
economista de la Alianza propone definir reformas para recuperar
un Estado dinámico en un marco de solvencia fiscal y federalismo.
Y no temer a aplicar políticas locales que neutralicen los
shocks externos.
Por
Arnaldo Bocco
Los próximos cinco años enfrentarán a la Argentina
a una definición precisa de su modelo económico. Hasta
los comienzos del 2000, la suerte de ese derrotero estuvo más
bien determinada por la superación de diferentes tipos de
crisis. La economía argentina de hoy enfrenta una serie de
vallas muy exigentes para el que quiera sobrepasarlas, y mucho más
si quiere con esa superación hacer compatible su propósito
con el interés general. En los años pasados se logró
la estabilidad, pero no alcanzó para establecer un marco
general que permitiera convertir los logros presentes en la entrada
a un círculo virtuoso.
La salida del ciclo hiperinflacionario se realizó a costas
de perder parte de la soberanía económica, lo que
hoy hace más frágil el pensamiento de un programa
de largo plazo. Un modelo con tipo de cambio fijo y caja de conversión,
hace muy dependiente de la productividad externa, en este caso la
de EE.UU., el avance y fortaleza de nuestra propia economía.
Pero ese reino en el mundo, ganado con la ayuda de otras reformas,
hoy sólo podrá ser mantenido si de las fluctuaciones
y crisis aprendemos a ganar mayores grados de libertad que nos permita
lograr la credibilidad de los agentes internacionales sin sacrificar
a los propios.
¿Cómo lograrlo con una economía con alto desempleo,
desigual distribución del progreso técnico, instituciones
fiscales frágiles, evasores que se resisten a disminuir su
evasión o su elusión, o su limitado rendimiento en
inversión en tecnología de punta? Para lograr una
inserción madura debe en el cortísimo plazo lograr
credibilidad en el cumplimiento de la responsabilidad fiscal, cosa
que para que no haya dudas lo hizo por ley, como la convertibilidad
en materia financiera; y, tendrá que no pegar un ojo para
materializar un crecimiento productivo sostenido con inversión
y expansión de la productividad media, lo que se logra con
una proporción constante de inversión en capital y
tecnología y una mayor dotación de recursos en conocimiento
y tecnologías de punta, en materia social, en activos intangibles.
La fuerza que adopte nuestra política económica en
cerrar esos dos problemas y la manifestación clara de sus
propósitos en materia de integración internacional
ayudarán a definir condiciones elementales para un entorno
que es hoy en materia internacional, y lo será mucho más
exigentemente en los próximos años, de fuerte expansión
tanto en los índices de crecimiento, la evolución
del comercio como en la velocidad de los flujos financieros y de
capital.
Además de los problemas señalados, Argentina tiene
hoy una debilidad en la definición de sus patrones de crecimiento,
de sus incentivos y de sus objetivos de largo plazo.
Para materializar esos grandes espacios de discusión, la
sociedad civil y la sociedad política, junto con el Gobierno,
debieran precisar cómo se restablecen los mecanismos de demanda
en una economía rígida en las crisis y asimétrica
en las expansiones. Para eso este esquema económico deberá
definir las reformas conducentes a la formación del nuevo
Estado, la solvencia fiscal y el federalismo, expresado en un sistema
de coparticipación que potencia las fortalezas regionales
y no motive las miserias provinciales. Esa institucionalidad, junto
con la armonización de políticas locales compatibles
con las aplicadas regionalmente por los países socios en
la integración internacional, deberán promover, junto
a la inversión en capital humano, las bases para producir
un acercamiento de la economía doméstica a la dinámica
exuberante que presenta la economía internacional, y de ese
modo avanzar en la reducción de la vulnerabilidad externa
y en aquella que muestra el mercado de trabajo.
Si hay políticas nacionales que privilegien lo internacional
pero potencien las ventajas locales, la brecha que exhiben las regiones,
los sectores sociales y los sistemas productivos argentinos, permitirá
acercarnos a un país más equitativo. Y no hay que
temer en aplicar políticas locales que neutralicen los desajustes
provocados por economías externas más fuertes o de
mayor porte.
* Economista de la Alianza.
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