LA CONVERTIBILIDAD
Y EL PODER ECONOMICO
El
modelo está en discusión
El
autor sostiene que la volatilidad de la economía mundial,
la gravedad del cuadro social y las diferencias en la cúpula
empresarial adelantan los conflictos sociales e institucionales.
Por
Claudio Lozano *
Una adecuada lectura de la coyuntura permite bosquejar los desafíos
del futuro. El punto a observar es que atravesamos una nueva etapa
y que como tal no puede ser pensada ni gestionada de la misma manera.
Las tres condiciones que hicieron posible la vigencia del régimen
convertible están hoy puestas en discusión. En el
plano internacional, la Convertibilidad descansó en una situación
de bonanza en la economía mundial que garantizaba un acceso
fácil y barato al endeudamiento, al tiempo que la relación
entre el dólar y las restantes monedas compensaba la situación
de rigidez cambiaria. Hoy, el cuadro es visiblemente distinto. No
sólo porque el recurso al endeudamiento público aparece
agotado frente al desequilibrio en cuenta corriente que exhibe la
Argentina, sino porque la situación internacional evidencia
una fuerte inestabilidad.
La crisis en la Bolsa americana, la devaluación del euro
y el cuadro de terapia intensiva que exhibe el Mercosur, son signos
elocuentes respecto del agotamiento de una tesis que sigue pensando
el dinamismo económico en una clave exclusivamente exógena.
Es decir, como resultado casi excluyente de los efectos positivos
que sobre nuestra realidad promueva la economía mundial.
En el terreno social, la Convertibilidad descansó en el efecto
narcótico y domesticador que la hiperinflación impuso
sobre las demandas populares. El cuadro actual es otro. Se ha constatado
que la estabilidad ha puesto en marcha un proceso estructural de
pauperización de la sociedad argentina que se expresa hoy
en la presencia de 14 millones de personas por debajo de la línea
de pobreza, y en la afirmación de un patrón de comportamiento
económico cuyas característica básica se define
por el hecho de que aun en contextos de crecimiento, resulta incapaz
de traccionar positivamente los ingresos del conjunto de la comunidad.
Por lo tanto, la sola apelación al crecimiento ya no resuelve
la problemática argentina ya que el mismo reproduce los patrones
de concentración y exclusión que definen el cuadro
de gravedad social que presenta nuestro país.
Por último, la Convertibilidad expresó por vía
del proceso de privatizaciones el acuerdo interno del bloque dominante
a la salida de la experiencia inflacionaria. La primera mitad de
los noventa permitió la configuración de una nueva
comunidad de negocios que articulaba a la cúpula empresarial
local con los acreedores externos y la incorporación de nuevos
capitales extranjeros. Desde 1995, dicha comunidad de negocios ha
comenzado a resquebrajarse. Las ventas que los grupos locales realizaron
de sus posiciones en los consorcios privados los han consolidado
en activos financieros en el exterior y los han concentrado en el
control de la base productiva local y fundamentalmente de su segmento
exportador. En este marco, la preocupación de estos sectores
por recuperar el manejo de la política cambiaria se inscribe
como estrategia dirigida a mejorar sus tasas de beneficio y a proteger
su ciclo económico en el marco de las nuevas condiciones
internacionales. En otro plano, los que han quedado como dueños
de las empresas privatizadas, los acreedores externos y el sistema
financiero, promueven la profundización del esquema convertible
como camino obligado hacia una definitiva dolarización de
la economía argentina.
En suma, la volatilidad de la economía mundial, la gravedad
del cuadro social y las diferencias que se observan a nivel de la
cúpula empresarial potencian la afirmación de un escenario
futuro donde primen los conflictos sociales e institucionales. El
punto a discernir es si este cuadro nos conducirá a una resolución
que sólo tome en cuenta los problemas que hoy se plantean
al interior de la comunidad de negocios, o si será capaz
de incluir las demandas que hoy exhibe el conjunto de la comunidad.
Cualquier proyección a diez años de las reglas actuales
del comportamiento económico argentino, indica que al final
de la década (en el mejor de los casos) la desocupación
se mantendrá prácticamente en los niveles actuales.
Ninguna de las opciones que hoy plantean los distintos polos del
bloque dominante da respuestas a este problema. Ninguna responde
por tanto a una estrategia económica que puede compatibilizarse
con la afirmación de un escenario democrático. Argentina
requiere, en este sentido, desplazar el debate del crecimiento por
la problemática de la distribución de los ingresos
y, en base a esta, afirmar la posibilidad de una estrategia económica
que recupere la relevancia de los factores endógenos en el
proceso de desarrollo. Redistribución progresiva de los ingresos
por vía fiscal, ampliación de la demanda interna,
replanteo de la apertura, regulación del proceso de concentración
y nueva estrategia productiva son los desafíos de la Argentina
del futuro.
*
Director del Instituto de Estudios y Formación de la CTA.
|